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Reinos de humo

La pez al culo

Benjamín Lana

Viernes, 20 de Diciembre 2024, 08:25h

Tiempo de lectura: 1 min

Hubo siglos en los que las botas de vino eran parte del equipaje laboral y festivo de las gentes. Calmaban la sed y quitaban el frío de pastores y viajeros desde la época romana. Aquella piel de cabra impermeabilizada con pez —resina cocida y destilada— era mucho más querida y útil que el mejor bolso de Loewe. Hoy corren riesgo real de pasar de las romerías a los museos.

Steve Jobs aprieta el pulsador y en la pantalla aparece girando sobre sí misma una bota engrasada, suave, cálida, amoldable al cuerpo, bien llena de tinto y mistela. ¿No correríamos a comprarla?

Un redivivo Steve Jobs sale al escenario y habla de un revolucionario recipiente elaborado con materiales naturales y fácilmente reciclables, sostenible (puesto que aprovecha sustancias y productos que se desechan en las producciones de otros objetos), flexible, ligero, apto para el uso al aire libre e ideal para fomentar la socialización humana.

Jobs aprieta el pulsador y en la pantalla aparece girando sobre sí misma una bota engrasada, suave, cálida, amoldable al cuerpo, bien llena de tinto y mistela. ¿No correríamos a comprarla?

Hace dos martes coincidí en Valdepeñas con Antonio Fresneda, uno de los últimos artesanos en España que mantiene la tradición y fabrica botas como hace siglos, tal y como aprendió con su padre, Manuel, ya fallecido, auténtico maestro y patrón de la Botería Fresneda. Su oficio parece de otra era y sus cálidas y acogedoras botas, de otra galaxia.

Sobran dedos en las manos para contar los artesanos que siguen esta labor, casi todos vinculados como Valdepeñas a territorios vinícolas, como La Rioja, Navarra, Huesca o Burgos. Va siendo hora de reivindicar la bota, de rescatarla, como a los linces, antes de que sea demasiado tarde. Que no se nos baje la pez al culo, no seamos de nuevo tan gañanes de dejar morir un objeto mágico que, por cierto, cuesta muchísimo menos de lo que vale.