Telefobia Mensajes de texto, emoticonos, audios... todo, menos hablar Por qué ya nadie coge el teléfono. Llamadas inesperadas, una película de terror
Las llamadas improvisadas se han convertido en el equivalente a presentarse en casa de alguien sin avisar. Te explicamos por qué para las generaciones más jóvenes, el tono de llamada es ya casi un presagio siniestro.
Cualquiera que haya visto una serie de adolescentes, desde Euphoria a Élite, sabe que usar el móvil para hacer directa y sencillamente una llamada es algo que ni pasa por la cabeza de toda una generación. Es más, lo consideran inapropiado e invasivo, aunque sea entre amigos (o sea, que tu hijo no te llame no debes tomártelo como algo 'personal').
Pero no son sólo los más jóvenes los que se comunican exclusivamente por mensajes de texto –mayoritariamente, a través de redes sociales e inevitablemente, con afluencia de emoticonos–. Cada vez más personas se declaran como 'telefóbicos', es decir, las llamadas de teléfono inesperadas les producen ataques de pánico.
El que las llamadas requieran atención inmediata y no haya tiempo para prepararse es lo que dispara la ansiedad en los más jóvenes, explican los expertos
El caso de Adria Barich, popularizado a través de TikTok, le ha servido a The Washington Post para hacer un repaso por esta nueva 'patología'. Barich, una californiana de 24 años que trabaja en marketing, contó cómo cualquier llamada entrante la llegaba a paralizar y le provocaba ataques de ansiedad.
«Me pongo tensa y, nueve de cada diez veces, no contesto —explica—. Si alguien realmente necesita ponerse en contacto conmigo, que me envíe un mensaje de texto. En cualquier caso, espero a su siguiente movimiento antes de decidir qué voy a hacer». El asunto era tan desquiciante para ella que Barich grabó un nuevo saludo en el buzón de voz para ahuyentar a los reincidentes. «Hola, soy Adria. No me gusta nada contestar al teléfono, así que si pudieras dejar un mensaje de texto, sería estupendo. De lo contrario, por favor, ten en cuenta que probablemente me llevará bastante tiempo responderte. No te lo tomes como algo personal. Simplemente soy así como persona».
La joven publicó su nuevo saludo en redes sociales y su queja tuvo eco. Cientos de personas se unieron para comentar fobias telefónicas similares.
Muchos alegan que lo que detestan de las llamadas es que son imprecisas y que la gente divaga, frente a los mensajes de texto, muchos más concretos y concisos. Pero lo cierto, es que los mensajes de audio se han impuesto entre los más jóvenes y suelen ser largas divagaciones. La única ventaja de estos es que no tienes que escuchar al otro...
Los mensajes de audio son la nueva 'plaga': se envían a diario uno 7.000 millones por WhatsApp. Fascinan a la generación Z y a los 'millennial', pero horrorizan a los 'boomers'
Los mensajes de audio son, de hecho, la nueva 'plaga': se envían a diario uno 7.000 millones por WhatsApp. Esta relativamente nueva forma de comunicación fascina a la generación Z y a los millennial y, en cambio, provoca rechazo en los 'boomers', un rechazo tal en los más mayores que WhatsApp trabaja ya en soluciones; por ejemplo, en que se transcriban automáticamente para no tener que escucharlos. Porque lo cierto es que, al hablar, titubeamos, usamos expresiones redundantes, nos 'vamos por las ramas' y suelen ser largos, innecesariamente largos. Circunstancia que hace que muchos se escuchen a doble de velocidad, aunque solo sea para dejar constancia de que se ha recibido el mensaje.
Pero el enemigo telefónico número uno siguen siendo las llamadas 'tradicionales', las que esperan que cojas el teléfono y hables. «El hecho de que requieran una atención inmediata y total es parte de lo que la gente encuentra desconcertante de las llamadas telefónicas inesperadas», dice Jeff Hancock, director fundador del Stanford Social Media Lab. «Además, no hay tiempo para prepararse». Hancock explica que hace poco se dio cuenta de lo inquietante que resulta para sus estudiantes de doctorado recibir una llamada suya imprevista. «Siempre les asusta. Piensan: '¿Por qué me va a llamar? Debo de haber hecho algo malo. ¿Qué he hecho?»
Una reacción que nada tiene que ver con lo que suponía que sonara el teléfono en los 80, con la emoción del timbre del teléfono fijo durante la infancia de aquella generación: quizá fuese un familiar, un compañero de clase, quizá un novio o una novia, la concesión de una beca, un nuevo trabajo al que uno aspiraba... Había un elemento de sorpresa y de esperanza. Los psicólogos y sociólogos también tienen una explicación para esto. «Antes, no teníamos los recursos ni los medios que nos permitiesen estar preparados para todo. Así que nos dejábamos llevar por la corriente. Ahora estamos tan acostumbrados a planificarlo todo que no nos gustan las sorpresas».
Es cierto, en cualquier caso, que en los años 80 los teléfonos no eran personales, sino familiares, y la sensación de intromisión por quien llamaba a un hogar, sobre todo antes de las 10 de la mañana y después de las 21, era mucho mayor que la que hoy se tiene al llamar al móvil de cualquiera a cualquier hora. Cuesta creerlo, pero era así. Los teléfonos familiares no sonaban a su vez tanto en la mayor parte de las casas, entre otras cosas porque el número familiar no se daba con la misma soltura que hoy damos nuestro número móvil y porque cada miembro de la familia no estaba a la vez tan expuesto y visible como lo estamos personalmente hoy con las redes sociales.
Las llamadas telefónicas eran, a su vez, muy costosas, por lo cual llamar implicaba ponerse en un gasto mucho mayor que el de hoy y eso daba también un valor a esas llamadas. No había otra cosa: ni chat ni audios ni redes ni correo electrónico. El teléfono tenía el monopolio de la comunicación. Sobrevuela también actualmente la sensación de que en los años 80 y los 90 la velocidad del día a día era menor y las personas sentían tener más tiempo sólo para conversar, por el mero hecho de hacerlo. Actualmente, en cambio, y pese a que cada minuto sigue durando sesenta segundos, se impone la sensación de que algo se ha acelerado: no el tiempo, sino nosotros mismos...
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