Nuevas revelaciones del sabotaje del siglo ¿Quién reventó el Nord Stream, el gasoducto ruso-alemán?
Media docena de países investigan el ataque a los gasoductos Nord Stream 1 y 2, el más importante y misterioso sabotaje desde la Segunda Guerra Mundial, pero el caso sigue abierto. ¿Quién destruyó las tres tuberías del gigante submarino en el mar Báltico? ¿Estados Unidos? ¿Ucrania? ¿El propio Putin?
A las dos de la madrugada del 26 de septiembre de 2022, el sismólogo de guardia, Peter Schmidt, vio que las líneas de la pantalla de su ordenador del Centro Sísmico Nacional de Suecia registraban una serie de oscilaciones violentas. «Nuestros aparatos indicaban que se había producido un terremoto de magnitud 2,3 en el mar Báltico; con epicentro a 70 metros de profundidad, al sureste de la isla danesa de Bornholm», recuerda. Pero la energía que se liberó estaba tan concentrada que no se correspondía con un temblor, sino más bien con una cadena de explosiones equivalentes a varias toneladas de dinamita. «Aquello era muy extraño».
Al amanecer, buques y helicópteros constataron que en la superficie del mar había aparecido algo así como un jacuzzi gigantesco, alimentado por el inagotable chorro de burbujas de metano procedentes de tres de los cuatro ramales de ida y vuelta de sendos gasoductos: Nord Stream 1 y 2. El gas natural destinado a alimentar las calefacciones de millones de hogares europeos en el crudo invierno se fugaba de los enormes tubos de acero y hormigón como se escapa el aire de una rueda pinchada. Días después se encontraron restos de explosivo en el lecho marino, prueba de que se trataba de un sabotaje. Uno de tal calibre que no tenía precedentes en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Nadie lo reivindicó. Comenzaba así uno de los grandes enigmas de la guerra de Ucrania. ¿Quién lo hizo? ¿Fue un atentado perpetrado por un grupo autónomo o una operación de comandos ordenada por un gobierno? Se ha señalado a Rusia, a Estados Unidos y ahora gana enteros la posibilidad de que fuese Ucrania. Sea quien sea el responsable, todo apunta a que se trata de un acto de la moderna y secreta guerra híbrida, en la que se atacan infraestructuras críticas sin desvelar la autoría, para alimentar la confusión con cruces de acusaciones y teorías conspirativas. En la jerga militar, un ataque de bandera falsa.
Nueve meses después, las investigaciones iniciadas por la Policía y los servicios de inteligencia de media docena de países siguen abiertas, pero el misterio no se ha resuelto, entre otros motivos, porque algunos de estos servicios secretos pueden estar involucrados; o, por lo menos, estaban al tanto. Rusia acusa a Occidente. Mientras tanto, Ucrania y Polonia culpan a Rusia. Por su parte, la Unión Europea siempre se ha mostrado cauta, tanto que incluso se ha insinuado que los resultados de las pesquisas de las agencias de seguridad de Suecia, Dinamarca y Alemania se han mantenido bajo llave alegando razones de seguridad nacional (Rusia acaba de retirar a sus embajadores en estos países en señal de protesta): si los culpables son aliados, porque los pones en un compromiso; y si es Rusia, porque la consigna es que la guerra no se extienda; y señalarla con el dedo sin que la OTAN tome medidas sería mostrar debilidad.
Que no se conozca cómo marchan las investigaciones es algo insólito para un suceso de tanta relevancia. En la actualidad sigue habiendo tres hipótesis abiertas, todas dignas de una novela de espionaje de John Le Carré.
1- ¿Fue Rusia? Hipótesis de los barcos fantasmas
Tres barcos rusos con sus señales automáticas de identificación apagadas estuvieron en la zona días antes de la explosión, según un documental producido por las televisiones públicas de los países escandinavos. Presuntamente, llevaban semanas levantando mapas de los parques eólicos del mar del Norte antes de cambiar el rumbo. Un exoficial de la inteligencia naval británica en la reserva interceptó sus transmisiones. Se trataba del remolcador SB-123 y del buque de investigación Sibiryakov, capaz de transportar drones submarinos. Iban escoltados por el barco de apoyo SS-70, que fue fotografiado por la Marina danesa. Rusia proclama su inocencia alegando que es copropietaria de la instalación, con sus socios alemanes, holandeses y franceses, y que el gas que por allí debería circular pertenece a la empresa estatal Gazprom, que hubiera cobrado sus buenos royalties. ¿Para qué dañar su fuente de ingresos?
2- ¿Fue Estados Unidos? Hipótesis de los buzos de la marina
El veterano periodista norteamericano Seymour Hersh afirma que buzos militares de Estados Unidos colocaron cargas explosivas bajo los gasoductos en junio de 2022 durante unas maniobras de la OTAN. Hersh fue Premio Pulitzer por su cobertura de la guerra de Vietnam, aunque su reputación se ha resentido tras difundir conspiraciones. Citando a una sola fuente anónima, Hersh también acusó a los militares noruegos de activar los explosivos tres meses después. «Un avión de vigilancia P8 de la Marina noruega realizó un vuelo aparentemente rutinario y lanzó una boya de sonar. La señal se propagó bajo el agua, inicialmente al Nord Stream 2 y luego al Nord Stream 1. Pocas horas después se activaron los explosivos de alta potencia», relata.
Y asegura que el presidente estadounidense, Joe Biden, aprobó el sabotaje. Un tuit del exministro polaco de Exteriores Radek Sikorski, casado con una alta funcionaria del Gobierno norteamericano, le agradecía los servicios prestados, aunque fue borrado al poco tiempo. Estados Unidos siempre se opuso al Nord Stream 2. En 2019, Donald Trump anunció sanciones contra las empresas constructoras del gasoducto y exigió que se paralizara el proyecto, y advirtió a Alemania del peligro de su dependencia energética de Rusia. Biden retiró las sanciones, pero dijo que «pondría fin al Nord Stream 2» si Rusia invadía Ucrania.
Al día siguiente de la potente explosión que dejó fuera de servicio tres de los cuatro ramales de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, Noruega y Polonia inauguraron un gasoducto alternativo
Tras el sabotaje, Washington ha recuperado la iniciativa geopolítica en el Viejo Continente y ha redoblado sus envíos de gas licuado por barco. Noruega también sale beneficiada: se ha convertido en el mayor exportador de gas a Europa, tras poner en marcha su propio gasoducto hasta Polonia al día siguiente de la explosión. Ambos países niegan cualquier implicación. Se espera que la UE alcance el 95 por ciento de almacenamiento de gas al comienzo de la temporada de calefacción 2023-2024, con una necesidad de inyección de 65.000 millones de metros cúbicos durante el verano de 2023. Otros países que han ocupado el hueco dejado por Rusia son Reino Unido, Kazajistán, Nigeria y Argelia.
3- ¿Fue Ucrania? Hipótesis del yate de los partisanos
Es lo que sostiene The New York Times desde marzo, también basándose en una sola fuente anónima. Recientemente, varias publicaciones alemanas, como Der Spiegel y Die Zeit, han aportado nuevos datos en el mismo sentido a partir de filtraciones de la Policía Criminal. Los investigadores habrían identificado el barco utilizado para transportar los explosivos: el velero Andromeda, un balandro de 15 metros de eslora que zarpó del puerto alemán de Rostock el 6 de septiembre de 2022. Se trata de un yate alquilado a una empresa turística (probablemente una tapadera) con sede en Polonia, propiedad de dos ucranianos.
A bordo, cinco hombres y una mujer: un capitán, dos buzos, dos ayudantes de buceo y un médico, identificados por fotos en las redes sociales. Todos con pasaportes falsos. Restos de octogen, un explosivo apto para voladuras submarinas, fueron encontrados en la cabina del barco. «No hay pruebas de que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, o su Gobierno, esté involucrado», puntualiza la investigación. Pero algunos analistas señalan que resulta inverosímil que una acción de tal envergadura fuese llevada a cabo por un comando descontrolado o por los servicios secretos sin una autorización de alto nivel.
El Premio Pulitzer Seymour Hersh afirma que buzos militares de EE.UU. colocaron cargas explosivas bajo los gasoductos en junio de 2022 durante unas maniobras de la OTAN
¿Cuál sería el móvil? Durante años, Ucrania obtuvo grandes beneficios en concepto de peajes de tránsito al pasar el gas ruso hacia Europa. Los gasoductos Nord Stream la circunvalan. Esta hipótesis también apunta a la participación indirecta de Reino Unido, cuyas fuerzas especiales han estado entrenando a militares ucranianos en operaciones submarinas. ¿Se conocerá la verdad? La mayoría de las guerras tiene una motivación oculta: el control de los recursos energéticos.
Aquel remolino en el mar Báltico, donde burbujeaban 800 millones de metros cúbicos de gas siberiano, acabó con el incipiente y, para muchos, peligroso acercamiento entre Alemania y Rusia, iniciado a principios de siglo, con la amistad entre el excanciller alemán Gerhard Schröder y Vladímir Putin. Y que se plasmó en unos gasoductos tan primorosamente redactados por los técnicos que incluso respetaban las zonas de desove del bacalao.
La onda expansiva de la explosión, por cierto, mató a focas y marsopas en un radio de cuatro kilómetros, causó una mancha de hidrocarburo de 1200 kilómetros cuadrados y resuspendió 34 toneladas de sedimentos tóxicos. Pero la situación podría cambiar: Gazprom ha informado a Alemania de que está dispuesto a volver a suministrarle gas por el ramal intacto.
Y las dos compañías de seguros del gasoducto (las alemanas Allianz y Munich Re) anunciaron en abril que vuelven a cubrir los riesgos (en situación de guerra las aseguradoras suelen inhibirse si no se ha firmado una cláusula específica), lo que se ha interpretado como una señal de que se reparará el gasoducto si las relaciones entre Berlín y Moscú mejoran. Lo único seguro es que la historia de Europa ya no será la misma.
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