Un negocio en auge Las mafias albanesas en acción: los nuevos reyes del narco
El mercado de la droga está experimentando un nuevo “boom” y al frente del negocio están ahora las mafias del Este y, en mucho casos, los albaneses. Te contamos cómo actúa esta violenta mafia que se está adueñando de las calles de Europa.
Viernes, 08 de Septiembre 2023
Tiempo de lectura: 5 min
Albania exporta dos productos: drogas y violencia», sentencia Artan Hoxha, sentado en un café de Tirana, la capital albanesa. Hoxha presenta un programa de televisión donde habla de las mafias: denuncia las rutas de contrabando, destapa los nombres de los 'señores de la droga' y sus conexiones con políticos. Todas las mañanas se asoma entre las cortinas de su casa y mira la calle, preguntándose qué método utilizará la mafia para librarse de él. Si le dieran a elegir, él se decidiría por un tiro de Kaláshnikov. O un coche bomba. «Es solo una explosión y se acabó», dice.
Según Hoxha, el ascenso de esta mafia se debe a tres motivos: la estructura de los clanes, la situación geográfica de Albania y la política. «Es como un invernadero. Se dan las condiciones adecuadas, y las plantas proliferan».
Las sanguinarias guerras balcánicas fueron la escuela de estos gánsteres. Actúan con profesionalidad militar. Y ninguno se va de la lengua
La prensa británica dice que la mafia albanesa es 'glocal'. Local solo en apariencia, atrincherada en el patio trasero de Europa, pero sus tentáculos se han extendido por muchas capitales europeas. Lo saben bien en Londres, Ámsterdam y Fráncfort, donde empezaron controlando los locales de apuestas y ahora quieren adueñarse de las calles. Los albaneses tienen lazos con las mafias italiana y turca, con los narcos colombianos y con los capos gallegos... Pero no se conforman con unas migajas. Quieren más. Y lo quieren ya.
Alemania ya ha alertado de que se está produciendo un cambio de poder en el narcotráfico. Las mafias albanesas le están comiendo el terreno a las demás. El Reino Unido también ha señalado la creciente influencia de estas bandas, que, según los británicos, utilizan el puerto de Bilbao como lanzadera para intentar colar a sus peones ilegalmente en Southampton. Las sanguinarias guerras balcánicas fueron la escuela de estos gánsteres. Actúan con profesionalidad militar. Son brutales, eficaces y discretos. Ninguno se va de la lengua. A esto se añade la diáspora albanesa que les ofrece contactos por toda Europa. Hay medio millón de albaneses en Italia; 300.000 en Alemania; unos 28.000 en el Reino Unido; en España su presencia es testimonial, apenas dos mil empadronados. Aquí se han especializado en el asalto a casas de lujo. Les resulta tan fácil que son casi como unas vacaciones pagadas. Y si caen, suelen quedar en libertad con cargos. Vuelven a Albania, cambian de identidad –un pasaporte nuevo cuesta 50 euros– y hasta la próxima escapada...
Veinte clanes albaneses tienen conexiones en el extranjero. Y dos ramas compiten entre sí: la albanesa, asentada en Tirana; y la kosovar, en Prístina. Operan como organizaciones familiares, protegidas por una tupida red de hermanos, tíos y primos. Al círculo no se accede, se nace dentro de él.
Esto hace a los clanes inmunes a la traición o las luchas de poder. «En el caso de los italianos, el padrino actúa como un dictador, aquí se trabaja en grupo. Si eliminas a un hermano, se hace cargo el siguiente», dice Hoxha. Y se rigen por un código feudal, el Kanun, basado en el honor y la venganza. Una deuda de sangre se paga con sangre. Y condena a toda la familia por los siglos venideros.
'El caballo' ha vuelto
El ascenso de los clanes empezó en los noventa. Fueron los años de la transición de una dictadura paranoica, similar a la de Corea del Norte, a una democracia en la que reinaba el caos.
Los clanes han aprovechado que la mayoría de la heroína de Afganistán pasa por Albania antes de entrar en Europa Occidental. El 'caballo' ha vuelto. En parte, porque los albaneses son los nuevos proveedores. La cortan con paracetamol en polvo, que se vende en las tiendas de Tirana por sacos. Y utilizan el puerto holandés de Róterdam como centro logístico. Desde allí llega en coches y camiones a Madrid, Sevilla o Vigo.
Las mafias complementan este negocio con el cultivo de cannabis. Los albaneses son ya el principal productor de marihuana de Europa. Y solo era cuestión de tiempo que se metieran en el negocio de la cocaína, el que más beneficios genera. Hoy ya tienen acceso directo a la mercancía a través de los propios productores en Sudamérica, sin necesidad de intermediarios. Este salto cualitativo ha sido un puñetazo en la mesa. Meten la droga entre la mercancía legal en los puertos europeos y falsifican los precintos para que parezca que los contenedores no han sido manipulados. Solo por el puerto de Hamburgo pasan nueve millones de contenedores al año. Es como buscar una aguja en un pajar.
Se rigen por un código feudal basado en el honor y la venganza. Una deuda de sangre se paga con sangre y condena a toda la familia por los siglos venideros
Samo (nombre ficticio) es el prototipo de mafioso de la Albania rural. A sus 33 años, se gana la vida con la cocaína y el cannabis. Para los pequeños traficantes como él, la situación en estos momentos es complicada. El primer ministro albanés, Edi Rama, quiere que su país entre en la UE. Y le ha declarado la guerra al cannabis. «Quieren demostrarle a la UE que están haciendo algo –asegura Samo–. Pero es ridículo, esta guerra no la van a ganar».
Samo vivió varios años en Estados Unidos, donde fue detenido por tráfico de drogas y asesinato. Lo dejaron en libertad, porque algunos de los testigos desaparecieron durante el juicio. No puede evitar sonreír mientras lo cuenta.
Ahora consigue la cocaína gracias a unos contactos en el puerto albanés de Vlora. El hecho de que los cárteles colombianos estén introduciendo su mercancía a través de Albania es toda una novedad. Esta ruta implica un rodeo para entrar en los mercados europeos, lo que pone de manifiesto el nuevo poder ganado por los albaneses. Normalmente, es mucho más fácil por España. Pero los puertos de Algeciras, Valencia, Barcelona y Vigo han sido escenarios de grandes decomisos en los últimos meses. «Los colombianos saben que nosotros podemos llevar su material a cualquier sitio, donde sea...», dice Samo.
A diferencia de lo que ocurre en Tirana, a Samo la Policía local no le causa problemas. «Son unos pobres desgraciados, y no están tan chiflados. Si se les ocurriera detenerme, mis hermanos se los cargarían a ellos y a sus familias», dice, y dirige su mirada a una maleta junto al sofá. Su contenido: una ametralladora, dos pistolas, una bomba lapa y munición. Matar no suele ser una cuestión personal, pero forma parte del oficio. «Si no te tienen miedo, te joden», dice Samo.
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