Un millón de personas ha salido de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa. Y, según ACNUR, de seguir la guerra, la cifra podría alcanzar pronto los cuatro millones. Es decir, el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial. El fotorreportero Álvaro Ybarra Zavala nos muestra el drama de quienes huyen camino de la frontera con Rumanía.
Jueves, 03 de Marzo 2022, 16:57h
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Es siempre una huida precipitada. Los coches van al límite de ocupantes y algunos pocos objetos personales. Al fin y al cabo, es poco lo que se puede salvar cuando sientes que debes dejar tu casa sin tiempo que perder. Nuestro fotorreportero Álvaro Ybarra
Es siempre una huida precipitada. Los coches van al límite de ocupantes y algunos pocos objetos personales. Al fin y al cabo, es poco lo que se puede salvar cuando sientes que debes dejar tu casa sin tiempo que perder. Nuestro fotorreportero Álvaro Ybarra Zavala recorre a pie más de 20 kilómetros de interminable caravana de vehículos, entre la ciudad ucrania de Tarashany y Siret, al otro lado de la frontera rumana, primera meta de un éxodo del que muchos ignoran aún su destino final.
Los que huyen llevan el miedo en el rostro. Se organizan para comer y beber, comparten lo que tienen, mientras la fila de automóviles hacia Rumanía avanza a ritmo desesperantemente lento. Llevan días en la carretera. Kiev, por ejemplo, estaba a ocho horas antes de la invasión rusa, ahora la frontera de Rumanía está a dos días. Por eso muchos, destrozados sus nervios, colmada su paciencia, abandonan sus coches y siguen la ruta caminando, intentando acelerar su salida del país. Sin saber bien adónde irán y sin saber, sobre todo, si algún día volverán.
Antes de la invasión, Kiev estaba a ocho horas de la frontera con Rumanía; ahora, a dos días. Por eso muchos abandonan sus coches e intentan acelerar su salida del país andando sin saber adónde irán
La escena recuerda el éxodo de París de mayo de 1940, cuando ocho millones de personas abarrotaron las carreteras y los caminos, montados en vehículos o a pie, huyendo en cámara lenta de los alemanes. La ucraniana Irène Némirovsky describió como nadie la angustia de aquella huida histórica en la maravillosa Suite francesa: «No se oían lloros ni gritos: hasta los niños permanecían callados. Todo estaba tranquilo. De vez en cuando, un rostro se asomaba por una ventanilla y escrutaba el cielo con atención. Un rumor débil y sordo, hecho de respiraciones trabajosas, de suspiros, de palabras intercambiadas a media voz, como si se temiera que llegaran a oídos de un enemigo al acecho, se elevaba de aquella multitud. No era inquietud propiamente dicha, sino una extraña tristeza que tenía poco de humano, porque no comportaba ni valentía ni esperanza. Así es como los animales esperan la muerte. Así es como el pez atrapado en la red ve pasar una y otra vez la sombra del pescador».
Solidaridad en tiempos de guerra
La población local que vive junto a la frontera se ha volcado con los refugiados que huyen de Ucrania. Varias parroquias locales y las juntas comunales de los pueblos de la región se han organizado para repartir comida, mantas y enseres de primera necesidad entre la población bloqueada en las colas.
Acelerar el paso
Anna huye a pie con su marido, Agustín, y con su hija en brazos. Han abandonado su coche tirado en Tarashany, a 20 kilómetros de la frontera para intentar llegar lo antes posible a Rumanía. Creen que andando será más rápido. Tienen miedo. Abandonaron toda su vida en Kiev y ahora solo piensan en salvarse. Agustín es mexicano y espera no tener problemas a la hora de cruzar, ya que ningún hombre con nacionalidad ucraniana puede abandonar en estos momentos el país.
Hacer lo correcto
Zina es una de las muchas voluntarias que está ayudando a la población que huye del país. Desde el inicio de la crisis, juntó lo poco que tenía en casa y lo trajo a los puestos humanitarios levantados de forma espontánea en los arcenes. Zina asegura que «todo lo que ves proviene de la solidaridad de la gente de la zona que lo paga con sus ahorros y lo trae de su casa. Aquí no tenemos ningún tipo de ayuda oficial de nadie. Compartimos lo poco que tenemos porque es lo correcto».
Vinieron a estudiar...
En Siret, ya en Rumanía, jóvenes de la India que estudiaban en Ucrania se calientan con un caldo tras haber logrado cruzar la frontera. Salieron a todo correr hace pocos días de Járkov, la segunda ciudad del país, bombardeada estos días por los rusos. Se sienten afortunados. En Ucrania aún quedan miles de jóvenes de su país bloqueados por la guerra.
El abrazo rumano
En Siret, la población local también se ha volcado con los refugiados. Cientos de puntos de ayuda con comida, mantas, asistencia legal... atienden a los que logran cruzar. Los rostros poco a poco se relajan y dejan atrás la tensión vivida. Frente a la violencia que se vive en el lado ucraniano, de donde se deja salir con cuentagotas a la gente que se agolpa en el cruce fronterizo, los refugiados en Rumanía aprecian nada más llegar el tsunami de solidaridad internacional.
Entre ayudar y combatir
Alex acompañó a su familia hasta la frontera. Una vez allí, decidió quedarse en la zona junto a su amigo Elias Lukian para ayudar a los que huyen del país por este puesto fronterizo. Tiene claro que después se unirá a los batallones de autodefensas territoriales para luchar contra las tropas rusas.
Bajo las bombas
Irina huye con toda su familia desde Járkov. La situación era insostenible. Tenían mucho miedo por que la artillería rusa no dejaba de alcanzar los alrededores de su casa. «Salimos todos juntos. Mi marido, mi hijo con su mujer y mis nietos. Vamos a intentar cruzar todos la frontera, pero temo que a mi hijo no lo dejen y lo fuercen a quedarse para luchar. Estoy angustiada».
Reencuentros forzados
El hijo de Olga Cluyva mira desde la ventana de su coche, convertido en una especie de hogar itinerante desde hace tres días. Olga huye con sus dos hijos. A su marido le pilló el inicio de la guerra en viaje de trabajo en el extranjero. Ahora, su objetivo es llegar a Rumanía. Desde ahí intentará atravesar Hungría y Eslovaquia, camino de Polonia, donde la esperan su esposo y varios familiares.
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