Un nuevo destino de vacaciones
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Un nuevo destino de vacaciones
Martes, 10 de Septiembre 2024, 14:56h
Tiempo de lectura: 7 min
Asu paso por Belgrado, el Danubio cambia radicalmente de banda sonora. En los splavovi, las discotecas y restaurantes que flotan sobre el legendario río, suena la música techno, pinchan algunos de los DJ más famosos del mundo y la clientela más joven y entusiasta baila hasta altas horas de la madrugada. La infinita sed de marcha de la capital de Serbia, que ni siquiera se aplacó en tiempos de guerra, ha dejado de ser el secreto mejor guardado de la ciudad.
De hecho, está convirtiendo Belgrado en uno de los destinos más populares del continente entre los turistas jóvenes y noctámbulos. Pero ese no es su único reclamo. Ni el retrato robot de todos los turistas que llegan a la ciudad. En los últimos años, el sector turístico, muy anticuado hasta hace muy poco, se ha puesto en marcha para atraer a todo tipo de visitantes con nuevos restaurantes de diseño, hoteles de arquitectura vanguardista y una colección de bares pintorescos que no tiene nada que envidiar a los de las grandes capitales europeas.
Y aunque los visitantes aún no llegan en masa, solo es cuestión de tiempo. Hace unos meses, The New York Times incluía la ciudad en su lista de lugares a descubrir en 2018. Por eso, hay quien ya ha empezado a decir que Belgrado es el nuevo Berlín… Y algo de eso tiene. Por muchas razones. Por la trágica, aunque fascinante, historia contemporánea que ha marcado sus edificios y sus calles, por la vida cultural underground que se ha abierto paso en sus barrios y, sobre todo, por las ganas de sus habitantes de sacudirse la tristeza de un pasado demasiado reciente.
Reinventarse no ha sido fácil. El turismo siempre ha dado la espalda a Belgrado. La ciudad no ha sido un destino especialmente atractivo ni acogedor para el visitante, sino más bien sinónimo de enfrentamientos civiles, tensiones políticas y sociales e, incluso, de bombardeos… El último ocurrió en 1999, cuando la OTAN utilizó su fuerza aérea para atacar la ciudad en un intento de frenar el genocidio en Kosovo.
Pasear por el parque: Kalemegdan y su fortaleza es hacerlo por la historia de batallas y asedios que ha sufrido Belgrado desde su fundación. Las vistas de la confluencia de los ríos Sava y Danubio son impagables.
Asomado al Danubio: El barrio de Zemun recuerda el pasado austrohúngaro de la ciudad con sus calles estrechas de fachadas blancas y tejados rojos, sus galerías de... Leer más
En realidad, ese solo fue el último episodio dramático de una historia marcada por la posición geoestratégica de la ciudad, en la confluencia de los ríos Danubio y Sava, que ha condenado a Belgrado a una historia de asedios, batallas y mucha sangre derramada. Fundada por los celtas en el siglo III a. C., tomada por los romanos, saqueada por los hunos, ocupada por el Imperio bizantino, asediada por el austrohúngaro y después otomana durante más tres siglos, ni siquiera la independencia definitiva de Serbia en 1878 logró solucionar sus problemas.
Mama Shelter: Este hotel de diseño urbano, ecléctico y ‘pop’ abrió sus puertas en marzo en Kneza Mihaila, la principal calle peatonal de la ciudad. El bar de su azotea se ha convertido en el local de moda. Más info.: www.mamashelter.com/en/belgrade
Old Mill: En la parte más industrial de Belgrado, la cadena Radisson ha... Leer más
Su historia contemporánea es igual de dramática: sufrió los estragos de las contiendas mundiales y, después, la tensiones nacionalistas de la recién nacida Yugoslavia, que culminaron con la guerra de los Balcanes. Se dice que en Belgrado se han librado 115 guerras. Y que ha sido completamente destruida (y reconstruida) en 44 ocasiones.
Quizá, por eso, no es lo que tradicionalmente se entiende por una ciudad bonita. Las construcciones de corte soviético dominan el centro, donde todavía se pueden ver vestigios de los ataques aéreos en los edificios gubernamentales bombardeados hace dos décadas. Pero la estampa de los grandes bloques de cemento solo es una parte de Belgrado. También hay postales idílicas, como el antiguo barrio de pescadores de Zemun, a orillas del Danubio, y sobre todo la gran joya de la ciudad: la fortaleza de Kalemegdan y todo el conjunto monumental contenido entre sus murallas.
Tampoco falta el inevitable barrio en pleno proceso de gentrificación, con locales de estética industrial y clientela moderna. El distrito de Savamala, un área eminentemente industrial a orillas del Sava, es así: almacenes abandonados reconvertidos en centros culturales o galerías de arte, restaurantes de diseño que están reinventando la cocina tradicional serbia, barberías hípster, clubs de comedia (como el popular Ben Akiba) y grafitis tapizando prácticamente cada fachada.
La capital de Serbia mira hacia el futuro y aspira a convertirse en una ciudad atractiva para el turismo continental con muchas bazas para conseguirlo: es barata para el visitante (el cambio del euro al dinar sigue resultando muy favorable), no está masificada y cada vez tiene mejores conexiones aéreas (aunque no precisamente con España). Ahora, Belgrado está en su punto.