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¿Quién se queda con el anillo de compromiso si no llega a celebrarse la boda? (Hay sentencia...)

El romanticismo a prueba

¿Quién se queda con el anillo de compromiso si no llega a celebrarse la boda? (Hay sentencia...)

Ni un diamante es para siempre ni el anillo de compromiso es una prueba de amor incondicional. Si no hay boda, no hay anillo. Un juez ha aclarado cómo funciona una transacción, por muy romántica que pretenda ser...

Jueves, 05 de Diciembre 2024, 11:33h

Tiempo de lectura: 7 min

Cuando Bruce Johnson, arrodillado, le ofreció a su novia Caroline Settino un anillo de compromiso de Tiffany por valor de 70.000 dólares, el futuro parecía brillante. Era el año 2017 y lo que comenzara como un cuento de hadas entre esta pareja de Massachusetts terminaría en separación antes de la boda y un agrio enfrentamiento judicial. ¿Quién tenía derecho a quedarse con la joya si no se había celebrado el matrimonio?

Ahora, tras una sentencia histórica del Tribunal Supremo de Massachusetts, la respuesta parece más clara o, al menos, marca las bases para la unanimidad en el debate: el anillo debe regresar al comprador si la boda no se celebra. Y esto, independientemente de quién haya decidido acabar con el compromiso ni el contexto que ha provocado la ruptura. «La culpa ya no importa», determinó el tribunal en su fallo.

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¿El mejor amigo de las mujeres? Marilyn Monroe inmortalizó los diamantes en Los caballeros las prefieren rubias en 1953. Lo que vino a unirse a la mejor campaña de marketing de la historia: Un diamante es para siempre, de 1948. El tamaño de 'pedrusco' se convirtió en una prueba de amor... y una exhibición en sociedad.

Durante 65 años, este estado tenía una norma bastante definida en cuanto a la polémica del anillo. Cuando unos prometidos rompían el compromiso, la persona que lo había regalado perdía el derecho a recuperarlo. Pero, tras una nueva interpretación, han revertido este criterio y, ahora, el anillo de compromiso ha pasado a ser un regalo condicional. Solo se completa si se celebra el matrimonio.

El anillo de compromiso ha pasado a ser un regalo condicional: solo se completa si se celebra el matrimonio. Y la resolución es independiente de quien provoque la ruptura

Una victoria para Johnson que se escudaba en una supuesta crisis entre su prometida, con discusiones insostenibles que se alejaban mucho del ideal de un matrimonio sólido y estructurado. El abogado de la parte contraria se oponía a la decisión del tribunal, calificándola de errónea. «Cuando entregas un anillo, estás transfiriendo la propiedad. No tiene sentido decir que la propiedad no se completa hasta que haya una ceremonia de matrimonio», explicaba a The Washington Post.

No todos los estados del país, sin embargo, comparten las deciciones de Massachusetts. En Montana, por ejemplo, el anillo es un regalo incondicional, lo que implica que pertenece a quien lo recibe, incluso cuando el compromiso se rompe. Sea como fuere, el caso Johnson-Settino ha sentado un importante precedente judicial y pone de nuevo de relieve la carga simbólica que el anillo de compromiso lleva consigo.

Desde la Antigüedad, este objeto ha sido mucho más que una joya. En la Antigua Roma, donde ya se conservan evidencias de esta tradición, las novias recibían anillos de oro, plata o hierro, materiales con los que querían simbolizar la fuerza y permanencia de los matrimonios. Solían recibirlo la novia y también el padre. Y, si eran pudientes, la novia recibía dos aros: uno de oro para lucir en público y otro de hierro, que utilizaba en casa, marcando roles y jerarquías dentro del matrimonio.

Además, en Roma se estableció la norma de que el anillo debía llevarse en un dedo en concreto, que recibe precisamente el nombre de anular, porque según se creía es por el que pasa la 'vena amoris', que va directa al corazón. La vena en cuestión no existe, pero quedó para los siglos la tradición... que luego se fue afinando. En la Inglaterra de 1549 Eduardo VI decretó que debía ser el dedo anular de la mano izquierda y en 1615, la Iglesia Romana ratificó esa mano como la oficial para el matrimonio.

En la Antigua Roma, las novias ya recibían anillos y se colocaban en un dedo específico porque se creía que por él pasaba la 'vena amoris' que conectaba con el corazón

El uso de anillos de diamantes como compromiso lo popularizó Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1477,  al regalarle uno a su esposa la duquesa María de Borgoña. El príncipe Alberto siguió su ejemplo al sellar su compromiso con la reina Victoria, en 1839, con el célebre 'anillo de serpiente' (un reptil que se muerde la cola, símbolo del círculo irrompible del amor, engastado con detalles de esmeralda, rubí y diamantes), un auténtico icono en la historia de la joyería británica.

Más tarde, durante la Gran Depresión, los anillos de compromiso pasaron de moda hasta que el publicista France Gerety lanzó las campañas con el famoso eslogan A diamond is forever, para la emblemática firma De Beers. Así fue como los anillos de diamantes se convirtieron en el estándar cultural de riqueza en Occidente, apoyado en mensajes tan contundentes como el que Marilyn Monroe lanzó con su inimitable Diamonds are a girl's best friend.

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