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LUCÍA RAMOS
Lunes, 24 de febrero 2014, 09:28
Su vida siempre estuvo ligada al mar. Primero como marinero y después como propietario de un restaurante cuya fama a la hora de servir el pescado traspasa fronteras. José Luis Cristóbal Morís, dueño de El Planeta, falleció ayer por complicaciones de una leucemia que padecía desde hacía meses. La misma que no fue capaz de arrebatarle la característica sonrisa con la que, desde hace 47 años, recibía a todo aquel que franqueaba la puerta de su establecimiento.
Hasta que José Luis y su mujer, Concha Victorero, compraron el restaurante, él siempre se había mantenido en el lado de fuera de la barra. Su relación con el mundo acuático comenzó en Luces (Colunga), donde trabajó varios años como marinero. Pero el destino había reservado algo distinto para él, y en 1967 se trasladó a Gijón, tomando las riendas de El Planeta, el restaurante más antiguo de la ciudad. Con la compra, el matrimonio adquirió también una gran responsabilidad, pues el establecimiento abierto en 1865 era uno de los puntos de encuentro más apreciados por los marineros de su barrio, Cimadevilla.
Pese a la presión, José Luis y concha no defraudaron, y el cariño y esmero con que ésta preparaba el pescado pronto caló entre gijoneses y visitantes, haciendo de El Planeta uno de los referentes culinarios de la ciudad. «Quizás porque siempre vivió cerca del mar, mi padre era especialmente cuidadoso con la elección de la materia prima», recuerda su hijo mayor, José Luis. Pero el mimo a la hora de seleccionar las piezas no fue lo único que el colungués aportó al emblemático local. Su llegada imprimió un aire más fresco y actual al negocio. «Cogió un bar de barrio y consiguió que fuese un restaurante de referencia dentro y fuera de Gijón», señala su hijo.
«Era el relaciones públicas»
José Luis llevaba más de veinte años jubilado, siendo sus tres hijos, José Luis, Rosa y Roberto, los encargados de mantener a flote el negocio donde se criaron. Sin embargo, el apego que el hostelero sentía por el mismo era tal, que no pasaba un día sin que se diese una vuelta por el robusto edificio de piedra que preside la cuesta de las Ballenas. «¿Cómo lo iba a dejar? Él era el relaciones públicas del restaurante, en el barrio todo el mundo lo conocía y le tenía cariño», apunta su hijo mayor. Un cariño que él siempre devolvió.
«Desde pequeños, mi padre nos enseñó a querer a Cimadevilla y a su gente que tan bien nos acogió desde el principio», rememoraban ayer sus hijos.
Invertir en Cimadevilla
Así, cuatro décadas después de hacerse con El Planeta, la familia Cristóbal Victorero decidió invertir en el barrio adquiriendo un palacio del siglo XVII situado a pocos metros de la sidrería, al que hicieron resurgir de sus cenizas. Nacía entonces El Zaguán, restaurante especializado en carnes que hoy, bajo el nombre de Vinoteca Caprichos, combina recetas tradicionales con singulares hamburguesas.
Casi cinco décadas dan para mucho, y las personas que pasaron por El Planeta en todo este tiempo se cuentan por miles. «Nunca pensamos que la cosa iba a durar tanto. Esto es como una enfermedad contagiosa: cuando lo coges ya no lo sueltas», declaraba José Luis hace unos años a EL COMERCIO. Una enfermedad que, en su caso, funcionó como elixir de juventud, manteniéndolo fresco y jovial hasta el último momento.
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