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Carlos Álvarez Novoa, Blanca Romero, Carlos Iglesias, Pepe Quero y Mariola Fuentes en un momento de la película. :: E. C.
Hollywood al estilo astur
Cultura

Hollywood al estilo astur

La película que rinde homenaje a Rafael Azcona se estrena hoy en el FICX 'Los muertos no se tocan, nene', rodada en los estudios Gona, constata que Asturias tiene un buen plató de cine

MIGUEL CANE

Miércoles, 23 de noviembre 2011, 12:23

Logroño, 1959. El bisabuelo Fabián ha muerto a los 99 años de edad y la casa está patas arriba por este y otros acontecimientos que parecen agolparse entre las paredes de lo que parece un sencillo hogar de clase media. Este es el territorio creado por Rafael Azcona (el mismo de 'El Pisito' y 'El Cochecito'). El territorio por el que ahora José Luis García Sánchez nos aventura bajo el título 'Los muertos no se tocan, nene', película con interiores filmados los estudios Gona (en Argame-Morcín) y que se estrena esta noche, a las ocho en la sala 4 de los Cines Centro. Por esa mima pantalla pasó ayer a modo de premier ante unos cientos de espectadores que pudieron (pudimos) comprobar que en esta producción -que constata que Asturias tiene un buen plató de cine- todos están estupendos. La familia protagonista, Silvia Marsó y Carlos Iglesias. También Mariola Fuentes, que borda a Abelarda, una asistenta vivaz y compasiva. Redondean el reparto la siempre grande María Galiana, Álex Angulo, Tina Sainz, Fernando Chinarro, Juan Polanco, Roberto Bodegas, Carlos Novoa y el enorme Carlos Larrañaga, además de los niños Teo Planell y Priscila Delgado, que dan buena réplica en un guión decididamente difícil para un pequeño actor. Quienes merecen mención especial son el joven gallego Airas Bispo como Fabián, bisnieto del difunto e hilo conductor de la trama, un adolescente sensible que madura en poeta hacia el final de la cinta, y la asturiana Blanca Romero, que da una interpretación cálida y plena de matices a Clara, una mujer que sacrificó su vida por un amor que no la satisface del todo y que de vuelta a su hogar de infancia se debate entre el agridulce recuerdo y la realidad que la reclama. Presentándola con una honestidad modesta, la actriz se crece y demuestra que el oficio adquirido se va perfeccionando, que no ha sido solo una casualidad.

La ambientación de 'Los muertos no se tocan, nene', es muy lograda, siguiendo de cerca los lineamientos de planificación e imagen de los dos míticos títulos del dúo Ferreri-Azcona que mencionábamos antes. Así, la película aprovecha el blanco y negro, con una banda sonora doblada y sincronizada después (con algunos detalles y guiños a posta) y busca emular los largos planos-secuencia en los que se entremezclaban cientos de historias paralelas; es de este modo que García-Sánchez rinde homenaje y salda débitos referenciales no solo con Marco Ferreri, también con otros cineastas de ese tiempo, que se atrevieron a hacer cine que retratara a una nación dividida y soterrada, con sorna y corazón como Bardem, el inmenso García-Berlanga e incluso, en algunas secuencias reminiscentes de 'El Ángel Exterminador', el mismo Buñuel, y lo hace muy bien.

Para realizar este ambicioso proyecto, el director ha contado con un equipo en buena parte constituido por profesionales asturianos, como Jorge Rivero y Samu Fuentes (ayudantes de dirección); la figurinista María José Iglesias; la directora artística Carmen Castañón y el director del casting, Víctor Martín Santana, además de operadores de cámara, eléctricos y asistentes de atrezzo, todos interviniendo para crear un filme sólido en su mayor parte (lo único que quizá le falla es una indulgencia del director en prolongar un poco afortunado 'gag' escatológico que se extiende demasiado y quita fuerza al clímax de la cinta), con un tono fársico y mordaz que la censura vigente en la época de la dictadura impidió trasladar a la pantalla y que, con un 'timing' coyuntural - por no decir francamente irónico, dado el panorama post 20-N- llega a las pantallas para mostrar que en los 50 no todo era amar 'en tiempos revueltos' y que muchas veces, la institución familiar está muy lejos del altar que se le impone, siendo siempre una reunión humana y como tal, como esta misma cinta, no del todo perfecta, pero sí viva y hasta entrañable.

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