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Sociedad

Los zapateros de Pimiango

PPLL

Sábado, 19 de junio 2010, 04:24

Ribadedeva es una tierra de temprana vocación ultramarina. Antes de los indianos, en el concejo nacieron varios navegantes, que hicieron, desde Sevilla, las Américas. El más ilustre de ellos fue Juan de Escalante de Mendoza (1530- 1596). Experto marino, trabajó para la Casa de Contratación de Sevilla y abrió varias rutas marinas hacia Colombia, América Central y México. Nombrado Capitán General de las Flotas de Indias por Felipe II, escribió el 'Itinerario de navegación de los mares y tierras occidentales'.

Se da la paradoja que una parroquia de Rivadedeva, Pimiango, la más cercana a la costa, ha sido, tradicionalmente, la que vivió de espaldas al mar. Históricamente, en Pimiango no hubo marineros, sino zapateros. Así, en el Catastro del Marqués de la Ensenada, de 1753, de los cincuenta y un vecinos censados, treinta y dos eran zapateros, catorce eran labradores, y ninguno era marinero. El origen de esta curiosa pasión por el zapato, se debe por una parte a la huida del mar, propiciada por una galerna, y a las relaciones de la familia Gutiérrez de Colombres con la villa zapateril de Noreña.

Los zapateros de Pimiango eran itinerantes. Ejercían su oficio por Cantabria, el País Vasco, Asturias y el norte de Castilla y, para entenderse 'sólo' entre ellos, utilizaban un argot o una jerga, el 'mansolea', el habla de los hombres de la suela, que llega hasta nuestros tiempos. A mediados del siglo XIX, un zapatero de Pimiango José Manuel de Cue y de la Borbolla, alcanzó cierta notoriedad, y no precisamente por su oficio. El buen hombre se enteró que en la parroquia de Tresviso, en el corazón de los Picos de Europa, estaba vacante el curato. Se hizo con una sotana y durante varios meses desempeño el papel de sacerdote, empleando una curiosa liturgia en la que se entremezclaba el 'mansolea' y el latín. Debía ser una buena persona, porque además de desempeñar las funciones religiosas, también arreglaba zapatos y enseres, con tan buena mano que el sacristán comenzó a sospechar que había algo raro en este cura obrero de Tresviso.

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