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Pablo Sanz, madrileño y sportinguista, de espalda, espera la salida de los autocares rojiblancos el lunes por la noche. J. B.
Sporting | «¡Vamos David, orgullosos pase lo que pase!»

Sporting | «¡Vamos David, orgullosos pase lo que pase!»

Noventa minutos de infarto. Desde las provocaciones de algún reserva del Fuenlabrada, al mensaje de David Gallego en el descanso, EL COMERCIO relata la intrahistoria del duro partido del lunes en el Fernando Torres

JAVIER BARRIO

Miércoles, 26 de mayo 2021, 02:12

Es lunes. De noche. Casi la oscuridad total en el Fernando Torres de Fuenlabrada, en vela. Apenas quedan un puñado de aficionados. Y dos, del Sporting: Rafa Álvarez, un turonés que reside en la capital por estudios, y Pablo Sanz, madrileño de pura cepa, de Sevilla la Nueva, enganchado al Sporting por su padre, que trabajó muchos años en Asturias. En ese momento, David Gallego, pensativo, se sube al autocar. «¡David! ¡Vamos, eh! ¡Orgullosos pase lo que pase!», se escucha a todo trapo. Y luego: «¡Diego (Mariño), cabeza alta! ¡Queda el domingo, hostia!». Es el grito de guerra que retumba en la nada. Y un cuchicheo. «Ostras, mira cómo va Djuka», aprecia un tercero. El delantero cojea por un pisotón. Mal asunto. Pasan unos minutos. Gallego, con la cena en una bolsa, les devuelve el cariño con un saludo desde la primera fila. Se va el Sporting. Kilómetros para pensar.

La hora y media anterior ha sido una locura. Una descarga brutal de adrenalina. Cada detalle tiene miga. Hasta la capitanía de Javi Fuego, una decisión simbólica de todos los capitanes y el resto de la plantilla por lo que pueda pasar en el futuro con el poleso. Honores y el brazalete a uno de los mayores líderes del vestuario. Arranca el partido. Hay nervios en el palco, donde se sitúan el presidente Javier Fernández, junto a Javier Martínez y Joaquín. El primero y el tercero han pasado las horas anteriores con el equipo. El vicepresidente, con un compromiso laboral a primera hora, completa el viaje en solitario el mismo lunes. Javi Rico, el director deportivo, es un manojo de nervios. Sube y baja escaleras. Noé Calleja, el primero del Sporting en llegar al campo en la previa, examina con atención los detalles del partido en una butaca alejada del palco.

«¡Corre, corre, corre, corre, corre! ¡Muy bien, tío!», le grita Gallego a Pedro. La consigna parece clara tras el robo de balón en el centro del campo. Como una centella al ataque. Gallego aguanta con la americana, encima de una camisa blanca, pese al calor. En el campo, Javi Fuego es su prolongación. Es al jugador al que más se escucha. Kanté se planta delante de Mariño y... ¡fuera! Gallego cierra los puños. Grita una palabra malsonante y se mete al banquillo. Cuando el Sporting se va al vestuario, ya ha marcado el Castellón. Interviene el VAR. Falsa alarma. El Rayo Vallecano sigue vivito y coleando. Un palo.

En la caseta, el entrenador del Sporting, pura vitalidad ayer, trata de espolear a la tropa. «¡Vamos chavales, que estamos bien, hay que seguir!», se le escucha. Hay algún comentario a lo de Castalia. Muy esporádico. Lo importante, el Fuenlabrada. Rico está. Al palco también ha llegado ese gol anulado. Se chequean móviles para ver los porqués antes de que se tuerza el día. En la segunda parte, con los dos goles del Rayo, el partido de los gijoneses empieza a descarrilar. El empate no sirve al Sporting, séptimo por primera vez en todo el año. Gallego, que ya ha recibido la noticia, habla con Toni Clavero. Este va directo a la banda e intercambia impresiones con Campuzano. «Calienta bien».

«¡Están hundidos, hundidos!»

Desde la grada, en la parte en la que se sitúan los suplentes del Fuenlabrada, ya se empieza a jugar con los nervios del Sporting. Esto, además, coincide con los peores momentos en el partido de los muchachos de Gallego. «¡Están muy hundidos, están tocados, hay que ir a por ellos!», grita algún suplente local. Mariño acaba de evitar el gol cantado de Feuillassier. El Sporting trata de domar el pánico como puede. «¡David, David, tranquilo!», le advierte González Esteban a Gallego, enjaulado en su cuadrícula. Ya están en el campo Gaspar y Campuzano. Valiente, que ha tenido un intercambio de palabras con los suplentes del Rayo, sigue a lo suyo. Roberto Montes, el readaptador, es expulsado por una protesta, según el acta.

Abajo, el partido empieza a ponerse rudo tras un lío con Nteka. Gritan otra vez los suplentes del Fuenlabrada. «¡Si queréis, no nos presentamos!», se dice una vez. «¡Si queréis, no nos presentamos!», se repite otra. Alguien del cuerpo técnico de José Luis Oltra, que al terminar tendrá unas palabras con Gallego, manda callar. Y recrimina la frase. Pablo Pérez también cruza alguna mirada con esa zona de la grada. Poco después termina el partido con desolación. Y con un grito de guerra de una decena de sportinguistas, trabajadores y estudiantes, que han llegado justo a tiempo para vivir desde el exterior el final del partido. Entre ellos, Rafa y Pablo: «¡Vamos Sporting, hostia, que esto no está acabado!».

Una hora y media después, en el vestuario, Gallego insiste en su discurso. Se escucha un mensaje: «Esto ya está acabado, el domingo tenemos una final». Toda la temporada, el destino, en dos partidos. El primordial, en El Molinón. «¡Estamos con vosotros!», despiden al técnico.

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