Jarro de agua fría para el Sporting en Burgos

Miguel Ángel Ramírez tomó la decisión que llevaba sopesando varias semanas. El preparador introdujo una línea de cinco defensas con Pablo García y Guille Rosas como carrileros. Con un centro del campo formado por Varane y Nacho Méndez y con Villalba y Gaspar Campos escoltando a Mario González.

No salió nada. Los rojiblancos se dejaron notar en los primeros minutos robándole la posesión del balón a los locales y poco más. Defensivamente el equipo sufrió mucho más de los esperado, el centro del campo brilló por su ausencia y los hombres de arriba ni pudieron ni supieron intimidar a sus rivales.

Lo peor de la tarde en Burgos, además del resultado y la imagen, fue la inacción de Ramírez. El preparador tardó en volver a dibujo habitualidad con cuatro defensas. Si bien hizo cambios en el descanso, tan solo sustituyó cromos. Roque Mesa entró por Varane y el Sporting, con el marcador adverso, comenzó la segunda mitad sin delantero. Ver para creer. Mario dejó su sitio a Otero.

El partido no varió en absoluto. La importencia rojiblanca se palpaba sobre el terreno de juego. No supo manejar los tiempos del partido, no sometió en ningún momento a su rival y además regaló ocasiones para terminar perdiendo el enfrentamiento.

El único tanto de la tarde es difícil de explicar. Un centro por abajo, que se paseo por delante de la portería rojiblanca no fue despejado por Christian Joel. El guardameta gateó por la línea de gol siguiendo el balón con la mirada. Cuando se dio cuenta, Róber Pier intentó evitar el remate de Dani Ojeda con la mala fortuna de terminar metiendo él el balón en su propia portería.

El mejor del partido fue Diego Sánchez. Fue el único que se antepuso a los delanteros del Burgos, que mostró querer ir a por el empate e incluso se animó a comenzar alguna jugada de ataque con buenos cambios de ritmo.

En cuanto a los atacantes, poco que decir. Villalba dejó algún detalle, pero las acciones de peligro no fueron efectivas. Las imprecisiones y el mal posicionamiento del equipo obstruyó cualquier amago de acercamiento al área rival.

La derrota es dura, pero la sensación de haber visto a un equipo perdido lo es aún más. El Sporting no puede permitirse desconexiones como la de Burgos.