Canella, que la semana pasada anunció que dejaba el fútbol tras 17 años de carrera y más de 400 partidos como profesional, ayer, posando para EL COMERCIO en El Molinón. DAMIÁN ARIENZA
Roberto Canella cuelga las botas

«Me voy contento con lo que he hecho en el fútbol, lo he dado todo»

«Llevaba un mes pensando en el retiro. Con lesiones, sin hacer nada, no entraba en mi cabeza seguir en el Marino cobrando»

Javier Barrio

Gijón

Jueves, 19 de octubre 2023, 01:15

«A las tres y media de la tarde, después de clase y de comer, me recogía Julio, un paisano de Barredos que trabajaba para el Sporting llevando a los chavales de la Cuenca hasta Mareo. Con él íbamos Adrián, un portero de Laviana, Enol ... Suárez, Cristian Ferreiro, Chus, yo...», rebobina Roberto Canella (Pola de Laviana, 1988). Es el origen. La primera página de su historia en el Sporting. La abre para EL COMERCIO después de que el domingo anunciase su despedida como jugador.

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-En su adiós apuntó a las lesiones. ¿Qué le pasó en el Marino?

-En Calahorra ya había tenido algún problema físico y ya había pasado por mi cabeza dejarlo. Pero volví a Asturias, estuve cuatro o cinco meses parado y ya me entró el gusanillo de volver. Me llamó el presidente del Marino, me llamó Lora... Me encontraba bien y le di una oportunidad al fútbol en el Marino. Pero a la semana de empezar la pretemporada ya tuve la primera lesión. Me recuperé en un mes. Pero a los dos días, que curiosamente iba a jugar contra el Titánico en la Copa Federación, recaí. Debuté hace poco con la Gimnástica de Torrelavega y jugué veinte minutos en la prórroga contra L'Entregu, pero ya tuve muy malas sensaciones.

-Fueron roturas musculares en el isquio, ¿no?

-Sí, pero esta última me tocó el cuádriceps. Fui a hacer unas pruebas y salía que, si seguía jugando, podía romper el septo. Palabras mayores. Lo mejor era dejarlo. Y lo más importante, no quería estar en el Marino cobrando sin hacer nada. No me gusta estar en un sitio si no voy a aportar. Otra cosa es que el míster me ponga o no. Pero con el tema de las lesiones, con la edad que tengo (35 años), estar por estar y cobrando, no entraba en mi cabeza. Fue una decisión dura. Pero estoy tranquilo.

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-¿Cuándo la tomó?

-Llevaba un mes pensándolo, pero no le dije nada a nadie. Ni a mi mujer ni a mis padres. Estaba en mi cabeza. Soy de los que piensan que si no aporto, aparta. Después del partido contra L'Entregu, a los dos o tres días intenté hacer el entrenamiento. No pude. Fui a casa. Comí, dormí la siesta y al levantarme, estando mi mujer trabajando en el ordenador, le dije: «dejo el fútbol, voy a llamar a Sergio Sánchez y al presi». Ya estaba pensado.

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-¿Y ahora?

-Estoy sacando el nivel 2 de entrenador, haciendo un curso de analista, quiero completar el de director deportivo. Quiero formarme en todo lo que sea fútbol. No sé qué voy a ser, pero tengo que formarme.

-¿Se ve como entrenador?

-No lo sé. No lo tengo muy claro. Intentaré sacar los cursos, tener todos los niveles y, el día de mañana, ya pensaré qué ser. No me llama mucho, pero me llama.

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-¿Y regresar al Sporting?

-Primero hay que formarse y cuando ya esté, luego se verá si estoy capacitado para entrar en el club o si el Sporting me quiere. Por supuesto que si en el futuro hay esa posibilidad, bienvenida. Fue mi casa durante casi toda mi vida. Sería un sueño.

-¿Se acuerda de su primer día en Mareo?

-Tenía 11 años. Llegué y vi una pizarra con los equipos e indicaciones. Señalaba dónde tenían los vestuarios: el infantil A, en tal sitio, alevín B, en otro... No tenía ni idea de dónde me tocaba. No sabía si era alevín A o del B. Pasó Emilio de Dios, que era mi entrenador, y ya me acompañó al vestuario. Venía como mediocentro del Alcava, pero vieron que tenía velocidad. Emilio me puso de extremo desde el segundo entrenamiento. Me entrenó dos o tres años.

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-Y le hizo su primer contrato profesional.

-Así es (risas).

-¿Cómo fichó por el Sporting?

-Jugábamos en Ciaño, contra el San Esteban, en aquel campo de arena que tenían. Cuando terminó el partido, mi padre me dijo que había estado hablando con Zabala, ojeador del Sporting. Sé que también se había interesado el Oviedo. A los dos días me llamaron a casa y me dijeron que querían que fuera a entrenar algún día con el Sporting.

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-¿Y lo del Oviedo?

-(Risas). Pusimos la balanza y ganó el Sporting, que era mi equipo. Además, el club se había portado muy bien conmigo. Tuve una lesión en una mano e iba a tratarme a Mareo, sin haber fichado, estando aún en el Alcava.

-Anunció su despedida un 15 de octubre, igual que su debut en la temporada 2006-2007.

-Tenía 18 años. Salí por Jony López cuando el partido contra el Tenerife iba ya 0-4. Preciado me sacó a calentar. Quedaba un cambio. Estaban también Pablo de Lucas y otro compañero. ¡Yo estaba cagao! (Risas). Miraba para el banquillo y, faltando quince minutos, vi a Quini haciendo el gesto. Yo miraba para otro lado, no quería ni salir (risas). Pero salí y fue muy fácil. 0-4, partido encarrilado. ¡El primer balón que toque fue un pase atrás a Roberto, el portero! (Risas). Algo fácil. Preciado también me había quitado toda la presión al salir.

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-Para usted fue más que un entrenador. ¿Le abroncaba mucho?

-Igual que a Sastre, que era el capitán, o que a otro. Era la hostia. Un padre futbolístico. Me dio prácticamente todo, entre ello, poder jugar en el Sporting. Regresé un domingo de verano a Asturias. Venía de quedar campeón de Europa Sub 19. Ese día, por la noche, me llamó Leli Rubiera para decirme que tenía que ir al día siguiente a entrenar con el primer equipo. No daba crédito. Era la primera vez. Fui a esa primera sesión e hicimos un partido al final. Yo venía muy arriba, claro, con un ritmo de la hostia del Europeo. El resto, del verano. Pasé por encima de todos. Al segundo día, lo mismo. El miércoles me llamó Preciado y me dijo: «que te hagan contrato profesional, chaval, te quiero conmigo». Fue así. Me tenía mucho cariño. Yo era muy callado, tímido. Eso le gustaba. Me decía: «¡chaval, espabila!».

-¿Algún capricho con su primer sueldo?

-El capricho fue, a los dos años de estar en el primer equipo, comprarme un piso en Gijón. Pensar en el futuro. Coches y estas cosas, nada. Tenía uno que me había comprado mi padre. Nunca fui de muchos lujos. Más adelante sí que me compré algún coche, alguna cosa. Pero siempre fui de gastar con la familia y los amigos.

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-¿Le ha cambiado el fútbol?

-Creo que no. Sigo teniendo los mismos amigos, me gusta ir a Laviana siempre. Es más, cuando las cosas iban mal, tiraba para Laviana. Y cuando iban bien, también. Soy muy de Laviana.

-¿Baja el Descenso?

-El año pasado, antes de firmar por el Calahorra, cuando no tenía equipo. Llevaba 16 años sin bajarlo. Desde que empecé con el Sporting. Es la fiesta que más me gusta. Disfruté como un enano. Mis amigos, que somos de la peña 'Barettini', lo pusieron hasta en redes sociales (sonríe).

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-Después de casi veinte años como profesional, ¿tiene alguna deuda con el fútbol?

-Me voy contento con lo que hice en el fútbol, lo di todo. Siempre me fui de los clubes con palabras de agradecimiento, estuviera mejor o peor a nivel deportivo. De todos los sitios me llevo amigos: del Sporting, por supuesto, Dépor, Lugo, Calahorra, Marino. A partir de ahí, ojalá pudiera borrar los descensos con el Sporting.

-El último, con aquella imagen suya llorando en Eibar, ¿fue tan doloroso?

-Es lo peor. Te sientes culpable. Eres el que juega y cargas con ello pensando en todo lo que representas, que no solo es Gijón. ¡Fuimos a jugar un amistoso a Birmingham y habría cien personas! Hay sportinguistas en todos los sitios. Y esto duele muchísimo.

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-¿Cómo ha llevado la crítica?

-Fui muy criticado en algunos momentos y, la verdad, lo llevé mal. Pero no por mí, sino por mi familia. Mi padre iba a los partidos, mi mujer, mis tíos, mis primos, mi hermano, que era más pequeño... Hubo un día que me pitó casi todo El Molinón. Pero no pensaba en mí, sino en cómo lo estarían pasando ellos. Lo de las redes sociales ya es otra historia. Hay mucho valiente en 'Twitter'. Entra dentro del fútbol y hay que asumirlo, pero luego se habla de acoso, presión social. Todos lo denunciamos y ponemos un D.E.P. por alguien que lo estaba pasando mal y falleció, pero seguro que días atrás estábamos machacando a alguna otra persona.

-¿Qué importancia tiene su padre en su carrera?

-Toda. Mi padre iba a todos mis entrenamientos, incluso en el Alcava, y a todos los partidos. Era minero en María Luisa. Igual entraba a trabajar a las cuatro de la mañana, salía y me iba a llevar a entrenar. Pero siempre, en un segundo plano. Jamás me dio una orden. Nunca se metió en nada.

-¿Qué habría sido sin el fútbol?

-Me gustan los animales. No sé si veterinario... Pero toda mi familia es minera. Ahora no se lleva tanto, pero la minería me marcó. Mis abuelos, mis tíos, mi padre, mi primo. El dinero que entraba en casa era de la mina, del carbón.

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