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«¡El más grande! ¡El más grande!». Un grito espontáneo, a renglón seguido del final del himno del Sporting que interpreta una gaita, retumba en los alrededores de El Molinón. La estatua de Quini, obra del artista gijonés Carlos García, luce ya al descubierto a la vera del estadio. Es lunes 23 de septiembre. Son las 12.22 horas y el sol baña con su luz la explanada donde se levanta 'El Brujo'. Puño en alto, cerrado. Inmortal. Las piernas, hercúleas, en posición de avance durante el festejo. Una representación monumental, financiada por el Ayuntamiento tras la aprobación de una partida de 121.000 euros, del gol que marcó y celebró Quini ante el Hércules en 1985. La escena original se oculta, unas decenas de metros a la espalda de la estatua, entre las altas paredes del coliseo del Sporting. «Quini hizo de El Molinón el jardín de la excelencia, el estadio donde se obraban milagros», pondera la alcaldesa, Carmen Moriyón, en la presentación de un acto multitudinario. Un primer día de vida de la mayor obra en torno al mito, que une a todos. Las directivas del Sporting y del Oviedo bajan la guardia en la batalla deportiva para rendir un tributo al delantero, rojiblanco de corazón, pero siempre cariñoso con el rival. «Está ciudad está en deuda con Quini», abunda la regidora.
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Emocionada, a su derecha, sentada, la familia del mito del Sporting. Sus hijos, Lorena, Enrique, Jorge y Óscar. Y por supuesto, Mari Nieves, su viuda, quien toma la palabra. Entre la emoción y el agradecimiento, lanza un guiño a sus nietos, presentes. «Pablo, Andrea, Lola y Ainhoa no pudieron disfrutar de él como lo disfrutó todo el mundo que lo conoció, pero ahora vuestro abuelo ya está aquí. Ahí tenéis su figura para que lo recordéis y lo tengáis siempre presente», subraya con emoción.
El exfutbolista Dani Ruiz-Bazán, bandera del Athletic, sigue el acto desde un discreto segundo plano, compartiendo antes y después recuerdos con Joaquín, Jiménez, Enzo Ferrero, Claudio, Iñaki Eraña, Eloy Olaya y una amplia representación de los futbolistas veteranos del Sporting. Las muestras de cariño y respeto son continuas. El máximo rival, con el presidente Martín Peláez a la cabeza de la delegación del Oviedo, manifiesta un deseo que subraya el talante unificador y la dimensión de 'El Brujo'. «Ojalá hubiera jugado en el Oviedo», llega a expresar. La alcaldesa, ya en clave sportinguista, apunta que «en el fútbol, ser sportinguista es un privilegio. En la vida, ser de Quini debería ser una obligación». También David Guerra busca inspiración en el legendario delantero para «tomar como ejemplo lo que debe ser el Sporting».
La fecha elegida para la inauguración de la estatua, anclada en la explanada que el sportinguismo ha convertido en mirador para el recibimiento al equipo en los días de partido, coincide con el día en el que habría cumplido 75 años. Jorge González-Palacios, encargado de las relaciones institucionales del Ayuntamiento, abre el acto. «Esta escultura es vuestra, de todos los gijoneses y gijonesas, y de todos los que compartieron algún momento con el pichichi», enfatiza, antes de avanzar que la obra está pendiente de alguna reforma más en las próximas semanas: «Se acometerán mejoras para que puedan acceder a la obra personas con movilidad reducida».
El artista gijonés Carlos García, de negro para la ocasión, rebobina hasta el origen de su creación. «Hace dos años y medio comencé un proyecto lleno de responsabilidad y emoción. Esto no es bronce, sino ilusión y sentimiento», destaca sobre la asociación entre la materia prima sobre la que moldeó a 'El Brujo' y su debate mental. «No solo quise esculpir su imagen, sino capturar su alma», añade al lado de un Quini inmenso, hiperrealista, que lleva incorporados todos los detalles posibles. Y por si hacía falta, el brazalete del Sporting, con la bandera de Asturias, textil, ya lucirá en el bíceps del brazo izquierdo cuando termine la jornada. También recibirá el primer homenaje: un ramo de flores, de la peña de Los Guajes, cuidadosamente colocado a los pies de la estatua, sobre el pedestal –un hexagono–, en el que están esculpidos los datos personales del mito. Enrique de Castro, Quini, 1949. Y el grito de guerra modificado para la ocasión: '¡Ahora, Quini, ahora... y siempre!'.
«Esta escultura es para vosotros y para que recordéis que él sigue presente en el corazón de cada uno. De gijonés a gijonés, va por ti», cierra el escultor de la obra. Los aplausos de una infinidad de rostros conocidos se escuchan de fondo. José Ramón Cuetos Lobo, presidente de la Federación Asturiana, sonríe con el cariño del que tuvo un trato muy cercano con el exfutbolista del Sporting y del Barcelona. «Es de los pocos futbolistas con el que todo lo que se haga en cuestiones de reconocimiento hacia su persona siempre será poco», concede el presidente de la Territorial, en el pasado entrenador y buen conocedor de las virtudes de 'El Brujo': «Era un gran rematador de cabeza y, cuando yo era entrenador, siempre les ponía a mis jugadores a Quini de ejemplo. Les decía que no había que rematar fuerte, sino con sentido y colocado, como él hacía».
No falla el doctor Antonio Maestro. Tampoco Joaquín Miranda, presidente del Grupo; José María Landa, del Club de Regatas y Gonzalo González, del Santa Olaya. Tampoco numerosos representantes de la política local, personalidades del mundo del periodismo, como Manuel Rosety, Paco Grande o el que fuera jefe de Prensa del Sporting, José Luis Rubiera. «Sus números están ahí, es de los mejores delanteros de la historia del fútbol español y luego, como se dice en Asturias, en lo personal, un paisano», aporta Manolo Jiménez.
«Todos los homenajes que se hagan a 'El Brujo' me parecen pocos. Enrique Castro 'Quini' arrastraba mucho», apunta Eloy Olaya, que tuvo en el coloso del Sporting a su principal fuente de inspiración: «Cuando yo jugaba en el Inmaculada, con 12, 13 ó 14 años, era mi ídolo. Más tarde fue mi maestro, al tenerlo como compañero en su regreso del Sporting desde el Barcelona». La bendición al homenaje se repite en todos los corrillos. «Es muy merecido, a un gran futbolista y a un gran hombre. El Sporting no sería como es si no hubiera sido por él, una persona importantísima», resalta Juan Carlos Ablanedo, quien compartió dos años de vestuario con el mito, esculpido para siempre.
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