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Imagen de la grada, con la peor entrada de lo que va de temporada, con el bufandeo clásico durante el himno rojiblanco. DAMIÁN ARIENZA
El Molinón estalla tras otra decepción

El Molinón estalla tras otra decepción

En un día de paraguas que contribuyó a la peor entrada de la temporada, la afición despidió entre pitos al equipo tras el empate

I. ÁLVAREZ

GIJÓN.

Domingo, 28 de noviembre 2021, 02:01

En un detalle premonitorio, en la lista de reproducción de las canciones elegidas por la afición se incluyó la sintonía de la clásica saga pugilística interpretada por el artista 'Survivor'. El ojo del tigre, espíritu luchador con una alusión a la supervivencia que volvió a resonar con otra apelación más directa durante el espectáculo de luces y sonido durante el descanso. Capeó el temporal el Sporting hasta que el Fuenlabrada le empapó en una tarde de paraguas en la que las condiciones meteorológicas adversas, sumadas a la dinámica negativa de resultados, desembocaron en la afluencia más baja de la temporada, con solamente 8.989 aficionados en las gradas.

Intercalado entre granizadas, llegó el autocar del Sporting, recibido por cerca de medio centenar de seguidores. Entre aplausos y algún cántico, pero sin ningún reproche. Sumido en la peor racha de resultados y juego desde su llegada a Gijón, David Gallego recibió gritos de ánimo a los que respondió con un risueño saludo.

Ya dentro del estadio, a pie de campo, departió con su segundo Toni Clavero y con Joaquín Alonso. Con más efusividad saludó a Carlos Barcia antes de enfilar la bocana de vestuarios para ultimar el plan ante el Fuenlabrada. El frío canceló los habituales saludos entre jugadores pisando el terreno de juego en los prolegómenos y el final del bufandeo anticipó el primer rugido de la grada.

«Frente al mal tiempo, bufandas al viento», proclamó el 'speaker' del estadio, Borja Blanco, tratando de encender la mecha en un ambiente tímido en los compases iniciales. Una tempranera galopada por el costado derecho de Guille Rosas detonó los primeros aplausos y en el minuto de tributo a Quini llegó el primer flirteo con el gol. Un saque de esquina botado desde la derecha que se envenenó hasta golpear en el poste. El primer 'uy'. La música de viento se estrenó con destino al colegiado de la contienda, el extremeño Hernández Maeso, por demorar el regreso al terreno de juego de Berto tras recibir atención médica por un lance del juego con el exoviedista Juanma.

Con amago de atasco en ataque, Gallego pidió calma a Aitor García. Ni dos minutos después, puso en práctica esa directriz al definir con sutileza después de que el pase de Pedro Díaz le plantase libre de marca dentro del área ante Altube. Balón a la barriga y dedo a la boca, señal de futuro nacimiento. La celebración antes del grito de rabia para liberar toda la tensión al finiquitar una sequía goleadora que ya había superado los dos meses y medio.

Contuvo la respiración El Molinón ante una internada de Mula que no acertó a remachar el controvertido Zozulia, bien sujetado por Babin. El delantero ucraniano fue el primero en reclamar la mano de Berrocal tras una falta lateral que llevó a Hernández Maeso a dibujar el gesto de la pnatalla. Larga y tensa espera preñada de silbidos mientras el árbitro revisaba la jugada en el monitor, con los jugadores expectantes en corrillos. El fuera de juego del Fuenlabrada sacó del Sporting de un atolladero y llevó el suspiro de alivio a las gradas.

Tras un mal gesto en su rodilla, el capitán del Fuenlabrada, el exoviedista Juanma tuvo que dejar el partido en camilla. Con las manos tapándose el rostro, fue despedido con una ovación de la grada en un gesto elegante de los seguidores rojiblancos.

Amagó con otro estallido de alegría la grada al filo del descanso con el bautismo goleador de Berto en Segunda, pero la posición antirreglamentaria de Villalba aguó rápido la fiesta. Más se torció la tarde en un mal inicio de segunda parte, agravada con la acción de estrategia que desembocó en el empate. Mostró su desencanto la afición con pitos, que se reprodujeron con cada pase atrás a Mariño durante los minutos posteriores al gol. De ahí a la conclusión, murmullo frecuente solo interrumpido por las ocasiones de gol marradas. Tras el pitido final, la afición abroncó a su equipo tras otra decepción.

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