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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Miércoles, 9 de junio 2021, 04:13
Los oídos de Manu García, apretado entre Abel Ruiz y Óscar Gil, escucharon por primera vez el himno de la internacionalidad absoluta. Una sinfonía celestial. Casi mágica para un Sporting desaparecido de 'La Roja' en el último cuarto de siglo. La ... liturgia musical de la Selección encendió al jugador rojiblanco. Un lujo. Un superclase cuando tiene compañía. Cuando el once habla su mismo idioma. Hubo tambores de guerra en su interior. Y después de catar su primer balón a los 38 segundos tras recibir un pase de Bryan Gil, bailó en la banda derecha. Una danza estupenda con el cuerpo. Dejó hecho un cuadro con el plástico gesto a Novikovas. Centró. Y Hugo Guillamón fusiló a Svedkauskas. Así, el Sporting revivió sus laureles.
Verso libre en un trivote, Manu peloteó como interior zurdo. Compinche de Zubimendi -el más posicional- y de Gonzalo Villar, el '14' de la Selección resultó un surtidor de juego. Un híbrido entre un mediapunta y un iniciador. La pelota volaba en sus pies. De vacaciones sin final. Control y pase. Y entre medias, alguna ruleta y conducción. Puro dinamismo. Un crupier que se rebeló contra la temporada del Sporting y confirmó que el ecosistema que tiene en Gijón no ayuda a su fútbol. La compañía no es la misma. Los rivales, aunque los lituanos afeitaban (mención especial para Megelaitis), no son los gladiadores de Segunda. Manu respira con espacios. Y balón.
El partido de Manu, heredero de Salinas por internacionalidad sportinguista, dejó pasmados a muchos. Fue actor principal en el protagonismo de España. Estuvo en (casi) todas las cargas de 'La Roja'. A los siete minutos sacó la corneta en una conducción. A los veinte soltó un zurriagazo de derechas que 'enroscó' demasiado. Y solo el gol de Brahim, antes de que Abel Ruiz destiñera en un penalti errado, le pilló de miranda. Con las palomitas en la mano, asomado al balcón del área, en el martillazo de su buen amigo. Compañeros de correrías en Mánchester. En la academia del City. Buenos tiempos.
Cañero, aguantando emburriones lituanos, notable como Bryan y el propio Brahim, a la media hora salió de emboscada en un salto a la zona diestra. Una conducción 'messiánica'. Una explosión familiar, continuista con aquella jornada ante la Ponferradina. Pero pronto se encontró en la selva, rodeado de pretorianos. Y taconeó para Brahim. El remache del 'merengue' se estrelló en el cuerpo de un rival. Luego llegó el apagón de Abel Ruiz. Duelo antes de cenar ante Svedkauskas. Este se hizo enorme ante el delantero que pretendió el Sporting en el penalti.
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Luis de la Fuente le dio también escuadra y cartabón a Manu para patear saques de esquina y bombear faltas. Como en el resto de sus compinches, nadie vio en el asturiano un telonero. Lituania se vio atropellada por una selección que fue tan hegemónica como la oficial de la próxima Eurocopa. Mingueza volvió a paladear el tercero. Diez debutantes de este singular once -acabarían siendo dieciséis los bautizados tras los cambios- se metieron en la caseta a la charla del intermedio.
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Del camerino volvió Manu, visto y no visto. Noqueado por un enorme guantazo de Verbickas. Le dejó seco. En fuera de juego. Así, con una toalla llena de sangre, 52 minutos después de su debut fue relevado. Causas de fuerza mayor. Salió el 'merengue' Antonio Blanco. Pasaba Manu por detrás de la portería, con la cabeza hundida para contener la hemorragia, pero mirando la escena, cuando Miranda clavó el tercero de falta. El cuarto de Puado ya le pilló en reposo.
Al término del partido, el seleccionador Luis de la Fuente confirmó que Manu «puede tener la nariz rota. Recibió un golpe tremendo».
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