JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Viernes, 20 de abril 2018, 02:21
Sube el periscopio, salta el aspersor. Y cae la lluvia traicionera. Detrás del riego, a la espalda de Jony Rodríguez (Cangas del Narcea, 1991), se mantiene inamovible la portería del fondo Sur. La red está recogida. Parece desnuda. Vulgar en relación a un ... domingo de fútbol. Pero ahí comenzó el idilio del veloz extremo con el Sporting, que el domingo alcanzará los cien partidos oficiales como rojiblanco en el Carranza. Con un fogonazo (un derechazo meritorio para un zurdo tan exagerado) que igualaba un partido ante el Hércules, en el estreno de Abelardo como entrenador y en el suyo propio como jugador del primer equipo. Lekic firmaría el gol de la victoria. El Molinón ganaba un ídolo.
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«Poder cumplir cien partidos con el Sporting en Cádiz es una satisfacción y un orgullo. Son muchos con una única camiseta y encima en mi casa. El domingo será un día muy especial y ojalá pueda cumplir muchos más», reconoce el cangués en un encuentro con EL COMERCIO sobre el césped del estadio. Acaba de concluir el entrenamiento y la sesión de fotos se produce bajo un sol de justicia. Tan solo quedan sobre el césped los jardineros del club, rastrillo en mano, con el extremo sonriente, regateando de cuando en cuando la amenaza imprevisible del riego. De sus problemas físicos ya no hay huella. «Estas dos semanas me han venido muy bien y esa media hora de Valladolid estuvo genial también para recuperar sensaciones. Estoy a tope ya para jugar en Cádiz», confirma.
El equipo de David Barral amenaza su cumpleaños. En el día de su centenario, el proyecto gaditano manifiesta una necesidad extrema, toda vez que una derrota le descabalgaría prácticamente de la lucha por el ascenso directo. «Es un encuentro muy bonito y el Cádiz nos va a poner las cosas muy difíciles, pero qué mejor forma de cumplir cien partidos que ganando en el Carranza. Sería el mejor regalo. Pero vamos a ir allí con toda la humildad del mundo», subraya.
Tras dos temporadas y media excepcionales, con un intento de ascenso frustrado, otro consumado y una permanencia en Primera, el contador de Jony en Gijón se detuvo en 85 partidos. Se fue a Málaga y el Sporting entró en depresión. Hasta su regreso, cuando la 'descarga' regresó a El Molinón, sustituyendo a Castro frente al Alcorcón, y el proyecto se embaló hasta la cumbre. Catorce partidos después suma cuatro goles -uno 'maradoniano' ante el Numancia-, otras tantas asistencias y un sinfín de regates y arrancadas por la banda.
«Más unidos que nunca»
Muchos aficionados le catalogan de «un 'Messi para el Sporting'». Él sonríe, medio sonrojado. «Messi solo hay uno y el resto somos 14 ó 25, los que tenga cada plantilla, remando en la misma dirección para conseguir los objetivos. Él, Cristiano y toda esta gente pueden cambiar partidos y decidir eliminatorias, pero el resto somos un colectivo. Individualmente no soy nadie», replica. Se agarra en ese punto a una frase reciente de Rubén Baraja. «Como dice el míster, los halagos debilitan. Hay que asumirlos, pero sabiendo que esto cambia muy rápido», enfatiza. En cualquier caso, concede que «siempre estaré muy agradecido por el cariño y el trato de la gente de Gijón; para un jugador es importante sentirse querido y quizá mi rendimiento sea mejor porque aquí me siento tan querido».
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De reojo observa el final de la temporada con una medida prudencia. «¿Seguirá si el Sporting sube a Primera?», se le pregunta. «Ojalá. Yo voy a hacer todo lo posible por seguir, pero no es algo que dependa directamente de mí. Me debo al Málaga y tendrían que ponerse de acuerdo los clubes. Pero aquí estoy muy a gusto», reconoce con su sinceridad de siempre. Asume, en ese sentido, que en este desenlace del curso hay muchas cosas en juego. No sólo para él, para toda la plantilla. «Nos jugamos mejorar nuestros contratos, nuestras vidas. No es lo mismo jugar en Primera que en Segunda. Tenemos un reto por delante muy bonito, una carrera de siete partidos a cada cual más difícil. Nadie nos va a regalar nada, pero estamos en una buena posición y tenemos que aprovecharlo», resume.
Al destino se llega con la brújula de Baraja. «Hay que afrontar este final siendo humildes y trabajando duro cada día, sin escatimar esfuerzos. Ahora tenemos que estar más unidos que nunca. Los equipos nos van conociendo más y los rivales que vienen por detrás aprietan para ocupar una de estas dos posiciones. Y, si por desgracia llega un resultado negativo, mantener la calma», resalta, antes de pedir al destino que el idilio se alargue todo lo posible: «Ojalá que como mínimo pueda cumplir otros cien más».
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