![¿Cuál es el ingrediente secreto de las parejas que no se divorcian?](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/10/20/PAREJAS-kF1H-U220155877225735G-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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En un domingo soleado, en el que estaba completamente relajada y en la mejor compañía, el tema de los divorcios apareció por el horizonte. No lo saqué yo, rara vez hablo de trabajo en mi tiempo de descanso, pero esta frase se coló en mi ... cerebro aún en contra de mi voluntad:
Te vas a quedar sin trabajo porque la gente ya no se casa para no tener que divorciarse.
Me di cuenta de que puede ser cierto que algunas parejas decidan no casarse pensando que de esta forma evitan tener que pelearse en los juzgados. Es una pena. No porque vaya a quedarme sin trabajo ya que, más adelante explicaré, lamentablemente no es tan sencillo evitar acabar en un procedimiento judicial. Me da pena porque la realidad es que a golpe de rupturas, de estadísticas lamentables y experiencias vividas, cada vez son más las personas que están perdiendo su fe en el amor y muchos son los que incluso dejan de intentarlo. Imaginan las relaciones como algo pasajero, rindiéndose ante una realidad que creen ajena a sus actos y decisiones, como si estuviéramos condicionados o irremediablemente condenados al fracaso en la pareja, que llegará, hagamos lo que hagamos, en algún momento de nuestras vidas.
Y, como si fuera un profecía autocumplida, cuando llegan los problemas nos damos por vencidos. Y echamos la culpa a que nuestros padres se divorciaron y esa herencia nos condiciona, a que el otro es (aunque nadie le haya diagnosticado) un narcisista, tiene apego evitativo o ansioso, a que ya nadie quiere comprometerse, a que forjarse un futuro es inviable para los jóvenes, a que no se comparte el mismo proyecto de vida... Tras estos motivos y razones recientes, que ahora están de actualidad, se suman los de siempre: distanciamiento, infidelidades, dificultades con la familia del otro, discusiones por el reparto de las tareas domésticas o el cuidado de los hijos, problemas de comunicación...
Como quiera que sea, resulta que nos casamos menos y poquito a poco el número de divorcios también desciende. Pero claro, no debemos guiarnos únicamente por las estadísticas de los divorcios, porque también hay que contar con otro procedimiento: el de medidas paternofiliales. Porque cuando no nos casamos, pero convivimos con una persona con la que tenemos hijos, en caso de ruptura igualmente es necesario un procedimiento judicial en el cual han de decidirse las cuestiones relativas la la patria potestad, custodia y alimentos de los menores, así como también al uso de la vivienda familiar. Entonces, si hay hijos, casados o no, nada nos libra de un procedimiento judicial en caso de ruptura. Y he aquí porqué decía yo que menos matrimonios no implica para un abogado menor trabajo.
No voy a negar que muchos ya saben esto del procedimiento judicial habiendo hijos, incluso no estando casados, y han decidido además no tener hijos ni comprar bienes en común. Porque un hijo y una hipoteca son para toda la vida, pero una pareja ya no. Pero digo yo una cosa... ¿por qué tenemos tanto miedo? Miedo al compromiso, miedo a la paternidad, miedo a la ruptura, miedo a tener que tratar con un ex durante muchos años... Llevo treinta años acompañando a las parejas en sus procesos de rupturas. He visto todo tipo de situaciones, todo tipo de ex. Todo tipo de problemas y conflictos. Y aun así, vaya todo esto por delante, sigo pensando que merece la pena arriesgarse. Merece la pena no rendirse. Es maravilloso trabajar la autoestima y estar bien en una soledad elegida y hasta algunos que lo intentan lo consiguen. Pero también es maravilloso encontrar una persona que sume, con quien compartir la vida, con quien tener hijos y en quien poder apoyarse y a quien poder apoyar, según vengan dadas.
¿Hay que renunciar a ello porque no sea fácil? ¿Porque duela si se acaba? Desde mi punto de vista no. Creo que las relaciones deben verse como una oportunidad de crecimiento mutuo, como algo que tiene vida propia y está en evolución constante. Como algo que requiere esfuerzo y dedicación, como tantas otras cosas en la vida, pero que puede compensar con creces, cuando fluye, lo que sucede en muchas ocasiones, a veces incluso durante bastante tiempo. Si termina, habrá que hacer un duelo pero desde mi punto de vista es un error pensar que porque algo terminó nunca ha merecido la pena. Soy consciente de que no muchas personas piensan como yo, lo compruebo a menudo. Tenemos mucho miedo a sufrir.
Estaba yo entregada a tan interesante conversación, en la soleada tarde de domingo, cuando me encontré con una nueva pregunta difícil y directa.
¿Cómo lo hacen las parejas que funcionan? Muchas veces me han preguntado qué ocasiona que las parejas no funcionen. Pero me encantó que por una vez la pregunta se formulara en positivo. ¿Qué decisiones toman las parejas que marcan la diferencia? Todos los que estábamos compartiendo sobremesa compartimos nuestro punto de vista. Es curioso, todos creemos conocer la clave, basándonos en las experiencias vividas. Aquí va mi respuesta. Soy abogada, no psicóloga, ni terapeuta, pero no puedo negar que después de tanto tiempo tratando con todo tipo de parejas (no solo las que se divorcian, también con parejas a las que les organizamos la boda en una notaría, a las que les ayudamos con las capitulaciones matrimoniales y con un sinfín de temas legales a lo largo de su vida en común) algunas conclusiones voy sacando, que intentaré exponer únicamente como conclusiones de mi experiencia práctica sin ningún ánimo por mi parte de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Mi opinión no vale más que la opinión de cualquier otro.
Dicho lo anterior, me atrevo a decir que la mayor parte de las parejas que yo he conocido a lo largo de mi vida profesional y que funcionan tienen esto en común:
Hablan. Hablan de cómo se sienten porque no creen que el otro tenga el súper poder de leerle la mente. También se escuchan con interés.
Se respetan. No se insultan, ni gritan, ni dicen cosas para hacer daño, metiendo el dedo en la llaga. Se dicen las cosas con el menor daño posible.
Comparten gastos, al menos los gastos comunes y suelen estar de acuerdo en la forma de administrar el dinero. Hay muchas formas de hacerlo. El caso es que encuentran una forma que a ellos les funciona. Están de acuerdo en tener hijos o en no tenerlos. Cuando los tienen coinciden en lo esencial respecto a cómo cuidarlos y atenderlos.
Están de acuerdo en la forma en que reparten las tareas domésticas. También hay muchas formas de hacerlo, lo importante es que están conformes la mayor parte del tiempo.
Cada cual tiene satisfacción en su parcela profesional (incluso si se trata de trabajo dentro del hogar) y tiene en cierta medida, mayor o menor, si no admiración, como mínimo respeto, por lo que el otro hace y le apoya.
Se gustan, se atraen.
Si uno se lleva mal con la familia política cuenta con que su pareja hará lo posible por minimizar el conflicto en lo que por su parte corresponda.
Cuando las cosas van bien son buenas personas pero cuando las cosas van mal no deciden dejar de serlo. Mis amigos, con y sin pareja, añadieron otras cualidades maravillosas con las que pudimos reírnos un buen rato y que no puedo aquí relatar sin escandalizar.
¿Y este tipo de parejas no se separa? Esta pregunta era para mí. Lo hacen. En menor medida. Y cuando lo hacen sus procedimientos de ruptura son, con diferencia, mas llevaderos, menos traumáticos. También hay parejas que se llevan a matar y ahí siguen peleando, hasta que la muerte los separa. Yo soy más bien de optar no sufrir, si puedo elegir. Pero allá cada cual con sus decisiones.
Me gustaría poder contar las opiniones de las demás personas que compartieron conversación conmigo. No todos pensábamos igual. Fue genial escucharlos. Lástima que no pueda compartirlo pero os animo a hacer esta reflexión con vuestra pareja y amigos ¿cuál crees tu que es el ingrediente secreto de las parejas que no se divorcian?
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