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A. S. González
Sábado, 28 de mayo 2022, 13:01
Los 'crímenes de honor' se cobran la vida de al menos 1.000 mujeres al año en Pakistán, una escalofriante cifra que esconde un drama aún mayor. Muchas muertes se gestionan en la intimidad del ámbito familiar y nunca son denunciadas por lo que no quedan registradas, según sospechan las organizaciones de derechos humanos.
«Tengo dos hijas muertas y dos hijos en la cárcel; no sé qué pensar», confesó Ghulam Abbas, el padre de Anisa y Arooj, las dos españolas de 24 y 21 años supuestamente asesinadas en su país natal por negarse a continuar con sus matrimonios de conveniencia. Habían viajado desde Terrassa, donde vivían, probablemente engañadas bajo el pretexto de que su madre estaba enferma de muerte.
Su dramática historia pone y nombre y cara en el país a una práctica aún vigente en el país islámico, ilegal pero socialmente tolerada en diversos ámbitos. Un estudio de Pew Research reveló que cuatro de cada diez pakistaníes estaban de acuerdo con el trágico final para quien echaba por tierra la reputación familiar. La estadística es de 2011 pero parece que los avances en la última década no han sido demasiado significativos.
Las autoridades paquistaníes señalan al hermano de Anisa y Arooj, Shehryar y a su tío y suegro de una de ellas, Mohammad Harif, como los autores principales de la ignominia, a ojos de la sociedad occidental. Sin embargo, seis personas han sido detenidas. Se cree que la madre se opuso, sin éxito, a la ejecución y que trató de frenarla. Sin embargo, una vez consumada, no denunció lo ocurrida. La Policía actúa de oficio, aunque tipifica el caso como asesinato y no crimen de honor.
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Inicialmente, las autoridades informaron de que las jóvenes habían sido torturadas. Ahora, se descarta esta versión. Fueron golpeadas y asesinadas mientras dormían. Su pecado, negarse a asumir los matrimonios de conveniencia rubricados años atrás y de los que vivían ajenas en la inmensa distancia que separa España y su país natal.
Arooj fue la primera en pisar la península ibérica. La trajo su padre cuando ya se había suscrito el matrimonio con su primo. Se valió de un contrato de trabajo falso –previo pago- para hacerlo. Años después, y aun siendo menor de edad, llegó Aneesa. Al cumplir los 18 hizo un viaje de ida y vuelta a su tierra para desposar a otro primo. También regresó sola
A su aire en España, se habituaron a hacer su propia vida. Su hermano no veía con buenos ojos su paulatina occidentalización y menos que comenzaran a tener relaciones. Pegó una paliza a un paquistaní de Barcelona con el que una de ellas salía. La situación empezaba a ser insostenible y las jóvenes se fueron de casa.
Su padre no volvió a hablar con ellas desde entonces, según su testimonio. El motivo por el que volvieron al país es un misterio. La Policía especula con una trampa que les habría tendido su propia familia. Shehryar, que había viajado con su madre a Paquistán, pudo incomunicar a la mujer y hacer creer a las víctimas que se encontraba en su lecho de muerte.
La familia de Arooj y Aneesa tenía sus propios planes para ellas. Debían regresar a España con sus esposos para que así ellos obtuvieran sus permisos de residencia. Su hermano pretendía, incluso, que ellas se quedaran en su tierra natal. Ellas solicitaron el divorcio y, con ello y sin saberlo, sellaron su sentencia de muerte.
Todo apunta a un crimen de honor, ese que hasta 2005 ni siquiera era penado por la ley si los culpables se perdonaban a sí mismos como familiares de la víctima. En 2016, un cambio legislativo robusteció la protección, imponiendo 25 años de cárcel por sesgar la vida de una mujer. Padres y hermanos son los verdugos más habituales en una decisión que acostumbra a responder a un acuerdo familiar. Todo sea por el honor.
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