Arnaldo García
Premios EL COMERCIO: Cultura

Edgar Plans, el Rey Midas del arte de hoy

Ha hecho de sus Animal Heroes una seña de identidad de éxito internacional con la que reivindica un mundo mejor

Jueves, 26 de octubre 2023, 18:12

No recuerda cómo ni cuándo empezó a pintar porque tampoco sabe cómo arrancó a respirar. Edgar Plans es hoy una revolución en el arte contemporáneo, un artista tan solicitado que la lista de espera para hacerse con una de sus obras se puede prolongar por ... años. Expone en Nueva York y Moscú, reina en Corea y Estados Unidos y lo 'peta' en el metaverso, donde su colección de obras NFT (piezas virtuales con registro de propiedad en el sistema blockchain) pulverizó todos los récords el año pasado al generar en apenas unos minutos el equivalente a 12 millones de dólares. Sus 'Animal Heroes', adorables muñequitos de mirada tierna capaces de denunciar los abusos del mundo moderno, de hablar de solidaridad y de ecología, de obligarte a volver una y otra vez sobre ellos, de adentrarte en su mundo lleno de planos para descubrir nuevas y más hondas lecturas, son probablemente los principales culpables del tsunami que, pese a todo, no le ha hecho levantar los pies del suelo ni medio centímetro. Y no es un decir.

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Edgar Plans, al que nacieron en Madrid en 1977, es más gijonés que la estatua de Pelayo y tan del Sporting como Quini, aunque lo suyo sea más bien el baloncesto y el ciclismo, dos deportes que comparte con un tercero que raya casi en religión: el café. Llega cada mañana en bici a su estudio de Viesques, un lugar diáfano de techos altos en el que más de una cafetera profesional comparte espacio con botes de pintura, óleos estrapallados, papeles garabateados, enormes figuras de sus héroes, un portátil, muchos libros y lienzos, decenas de lienzos... ah, y un póster de los 'Goonies', la peli de Spielberg que marcó a todos los que fuimos niños en los 80. Porque Edgar es pintor sobre todas las cosas, lo lleva siendo toda su vida, pero también un tipo de su generación, de gustos sencillos y muy familiar. Mucho.

Allí prepara sus lienzos, los coloca y los tensa con paciencia y siempre solo. También prepara su paleta, un gigantesco lienzo manchado que siempre reaprovecha como fondo cuando cumple su misión. Y toma café, puede que el mejor de la ciudad.

No había acabado el siglo XX cuando un imberbe chavalín de instituto llegaba en verano con sus dibujos debajo del brazo a la Redacción de EL COMERCIO. Ilustraba con ellos los cuentos que publicaba en estas mismas páginas su recordado y queridísimo padre, Juan José Plans, el hombre que le enseñó que era posible «vivir de arte», el que le bautizó como a Allan Poe y a Wallace, el que le metió la literatura y la ciencia ficción, el arte, en las venas.

El joven Edgar se sacaba así sus primeros ingresos, aún no había siquiera empezado la carrera de Historia del Arte que acabaría algunos años después en la Universidad de Oviedo, aún no había vendido su primer cuadro. Eso sucedió a los pies de la playa, en la Capilla de San Lorenzo, donde expuso por primera vez (la primera galería sería después Cornión) y donde flipó cuando le compraron aquel pescador que lanzaba una caña al mar. Y ya no dejó nunca de pintar. No había concurso al que Edgar no se presentase, y así se sumó, en 2008, a la nómina de becarios de AlNorte, el certamen de arte contemporáneo que creó este periódico.

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Pero el disparo más allá de la atmósfera, el día que Plans se subió a un cohete en el que sigue sobrevolando el mundo, tardaría otros diez años más. Desde su galería de Barcelona, entonces Alzueta, le propusieron llevarle a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Seul. Y así, sin más, llegó y conquistó el mercado asiático en cuestión de días, puede que horas. Y desde ahí el americano, donde se graduó con su 'fichaje' por la NBA, para quienes ha realizado trabajos para celebrar su 75 aniversario, obras de arte convertidas también en merchandising, de llaveros a peluches pasando por fundas de móvil, porque Plans es purista, un artista clásico, cuando se pone delante de sus óleos, pero nada más. Tal vez por eso le divierte tanto ver como sus dibujos alcanzan la tercera dimensión y se convierten en objetos de culto, al estilo de KAWS o los osos de dEmo.

Y en todo este tiempo: Moscú, Nueva York, París, Hong Kong... Exposiciones, obras en colecciones públicas y privadas de medio mundo, incluido el mismísimo Palacio de la Zarzuela, subastas en Christie's... Y Gijón siempre como centro de operaciones, casi como declaración de intenciones: «De aquí no me muevo, si abro la puerta del estudio veo la casa de mi madre, en la que crecí, no cambio eso por nada». Ni a su mujer, ni a su adorada niña, Olivia, también pintora en ciernes con sus cinco años, ni el pincho de tortilla del bar de al lado. Porque todo eso es Edgar Plans, el hombre que ha revolucionado el arte contemporáneo sin dejar su casa. Y por eso la Redacción de EL COMERCIO, que también es su casa, ha querido sumar a todo eso nuestro Premio a la Cultura.

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