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PETA dice que las feministas no deberían comer huevos, el fruto de la «explotación» de otra hembra

PETA dice que las feministas no deberían comer huevos, el fruto de la «explotación» de otra hembra

La entidad animalista promueve el uso de un lenguaje políticamente correcto para los animales

inés gallastegui

Madrid

Martes, 11 de diciembre 2018, 04:39

Da igual que te quedaras afónica agitando la pancarta en la manifestación del 8-M, que tengas siempre listos tu detector de micromachismos y tus 'gafas violetas', que en tu mesilla haya un tocho de Simone de Beauvoir y que seas la fan número uno de Barbijaputa. Si comes huevos no eres feminista. Ni fritos ni en tortilla. En su busca de nuevos nichos de militancia, la organización animalista PETA no perdona ni una. No solo es reprochable comer carne o usar prendas de piel o cuero; consumir productos obtenidos de la «explotación» de otras hembras –sean gallinas, ovejas o vacas– convierte a una mujer en una traidora a su género, en una abyecta cómplice de la opresión del patriarcado.  

Fundado en 1980 en Estados Unidos, el grupo Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA) se hizo famoso por sus ataques con pintura roja a mujeres enfundadas en abrigos de piel y por sus campañas de famosos desnudos en pro de la causa; su gusto por los mensajes impactantes no ha disminuido con los años, como muestran estos días su web y su cuenta de Twitter. Y no les va mal: tres millones de socios la han convertido en la mayor organización animalista del mundo.

'Por qué las auténticas feministas deberían dejar de comer huevos' es el título del alegato firmado por Michelle Kretzer en la página de PETA. No es un texto humorístico. No hay en él ni una pizca de ironía. «Las justificaciones de mucha gente para no preocuparse por el sufrimiento de otras especies y negar sus derechos básicos son sorprendentemente similares a las que se han estado dando para despreciar el sufrimiento de las mujeres y negar sus derechos básicos», recuerda. Por si alguien alberga alguna duda de que las gallinas merecen formar parte de la sororidad universal –fraternidad, pero de chicas–, Kretzer se apresta a tocar nuestros corazones con su pluma enumerando las virtudes de este ave símbolo del instinto maternal: «Son curiosas, pueden completar tareas mentales complejas, demostrar autocontrol, preocuparse por el futuro y transmitir conocimiento cultural».

A la industria alimentaria todo esto le importa un huevo, viene a decir PETA: solo en Estados Unidos, 300 millones de cluecas son «explotadas» cada año en granjas de crianza intensiva. La mayoría pasa su vida «encarcelada» entre heces y cadáveres, «sin poder pisar la hierba, sentir el sol en su espalda o respirar aire fresco». Con luz y comida se manipula su ciclo reproductivo, forzándolas a poner hasta 300 huevos al año, un esfuerzo ímprobo que les produce «quistes, infecciones, cáncer y osteoporosis». «La industria no ve a las gallinas como individuos, sino como máquinas de hacer huevos», acusa la autora. Por eso a los dos años de edad –ocho antes de su esperanza de vida–, cuando ya no dan dinero, son sacrificadas.

Aunque PETA no siempre trata con tanta ética a los animales humanos –no tiene empacho en asustar a las familias afirmando sin pruebas que los lácteos causan autismo o que comer pollo durante el embarazo reduce el pene de los bebés–, algunas de sus iniciativas parecen tan ingenuas que casi enternecen. Hace unos días, en una serie de tuits que se hicieron virales, la ONG abogaba por ampliar la corrección política también a los animales. «Igual que se ha vuelto inaceptable usar lenguaje racista, homófobo y vejatorio hacia los discapacitados», eliminar expresiones «especistas» puede contribuir a reducir la crueldad hacia las bestias. Un ejemplo: 'Coger la flor por las espinas', en vez de 'el toro por los cuernos'.

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