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Domingo, 2 de febrero 2020, 10:20
«Ruego que se haga justicia y que mi familia sea correspondida económicamente». Son palabras escritas de puño y letra por Olga Febles, la abuela de la niña de cinco años encontrada muerta en una habitación del hotel Los Bracos de Logroño.
El cuerpo de la abuela fue encontrado veinticuatro horas después en el río Ebro a su paso por la capital riojana, cuando su hija Adriana Ugueto, de 35 años, ya había sido detenida como presunta autora de la muerte de la pequeña.
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Olga Febles, su hija Adriana y su nieta Carolina abandonaron en coche la vivienda en la madrugada del sábado al domingo. Llegaron al hotel Los Bracos esa mañana. Se registró Adriana y su hija pero las tres estuvieron en la habitación 404. Según publica www.abc.es, antes de irse de Haro ambas mujeres dejaron escritas varias cartas (siete al parecer) y sus móviles.
Las intenciones suicidas de ambas parecían claras, según explicó el delegado del Gobierno en La Rioja, José Ignacio Pérez Sáenz, quien habló de contenidos confusos sin precisar más.
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La abuela en una de esas cartas contaba que había sido víctima de una estafa y que tenía las pruebas para demostrarlo. Se había enamorado de un hombre al que conoció en Madrid. Él le había dicho que trabajaba para la ONU y que tenía a sus hijos enfermos y necesitaba dinero. Ella le fue mandando remesas a cuentas de Turquía e Indonesia.
Olga Febles denunció el pasado mes de septiembre en la comisaría de Miranda de Ebro (Burgos) que había sido víctima de una estafa de cien mil euros. La denuncia se estaba investigando. En la carta de despedida aseguró que tenía números de cuentas bancarias, listines telefónicos, capturas de «facebook» y correos electrónicos y pedía que se hiciera justicia.
Fue su hijo Ramón, de 19 años, hermano de Adriana y tío de la niña el que halló las misivas de ambas en un armario de la casa, pero no las llevó a la Guardia Civil hasta el lunes, cuando ya se había producido el crimen. Ese domingo, el 26, sí que llamó al cuartel de Haro y fue con su otra hermana extrañado porque ninguna de las tres mujeres estaba en la vivienda cuando despertó.
Los hermanos se cruzaron con Javier Corral, el padre de la pequeña Carolina, que también acudió al cuartel porque su expareja Adriana no le había entregado a la niña a la hora convenida. Era con él con quien vivía y quien tenía la custodia de la cría. La pareja se había cruzado numerosas denuncias desde 2015. A los pocos meses de nacer Carolina comenzaron los problemas y llegó la separación. Un juez decidió que tuvieran custodia compartida; la madre recurrió y tras los informes psicosociales de ambos se le otorgó al padre con un régimen de visitas amplio para Adriana, que ella no aceptaba y que había incumplido en numerosas ocasiones.
Las denuncias acabaron por salpicar también a los abuelos paternos y el conflicto entre ambas familias era una constante. El detonante del viaje a Logroño de madre e hija del pasado fin de semana y la decisión de acabar con sus vidas sigue sin aclararse.
El lunes, un vecino vio a Adriana apostada en el alféizar de la ventana de una habitación del hotel. Desde la recepción avisaron a la Policía. Cuando entraron los agentes en la 404 hallaron a la pequeña Carolina sin vida «tapada en una cama de la habitación». Su madre se había hecho cortes en los brazos y su abuela estaba desaparecida. Hasta el día siguiente, cuando se localizó su cadáver y su bolso en el río Ebro.
En una de sus cartas la presunta filicida escribió que la niña quería estar con ella. Cuando una madre mata a su hijo en tres de cada cuatro casos existe detrás un conflicto parental. Los investigadores siguen trabajando para determinar si fue Adriana la autora del crimen, como parece, o si también tuvo alguna participación su madre, la abuela de la niña. Saben cuándo abandonó Olga Febles el hotel y esperan a cruzar esa hora con la data exacta de la muerte. El desconcierto lo aportan las cartas suicidas de ambas.
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