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CHELO TUYA
GIJÓN.
Viernes, 3 de abril 2020, 01:19
«A las 13.20 llamé, como cada día, para preguntar por mi madre. Llevaba un año en la Residencia Mixta de Pumarín porque mi padre enfermó de cáncer y ya no podía cuidar de ella, que tenia Alzhéimer. Me dijeron que, en ese ... momento, no podían pasarme con ella, porque era la hora de la comida. Que llamara más tarde». Ya no pudo hacerlo. Una hora después, era ella la que recibía la llamada. «Una voz, que se identificó como médico, me dijo que mi madre había fallecido. Pero hoy sigo sin saber de qué».
Ana Álvarez Viejo reconoce que al interlocutor de aquella llamada le gritó. «No podía entender lo que me estaba diciendo. Desde el día 14, nosotros llamábamos a diario y siempre recibíamos la misma respuesta: 'Está bien', 'hoy está más animada', 'está muy tranquila'... No entiendo cómo se pasó de eso a que nos dijeran '¿Familiares de Jacoba Viejo? Llamamos para decirles que se ha muerto'», lamenta.
Todo ocurrió el pasado 25 de marzo. Ese día, como todos desde el decreto del Estado de alarma, las llamadas desde casa de Ana Álvarez a la Residencia Mixta de Pumarín eran diarias. «Porque, hasta que nos prohibieron ir a visitarla, a nosotros y a todos, mi padre y yo íbamos a diario a verla», cuenta Ana Álvarez, quien se emociona al recordar: «Mis padres han estado 51 años juntos y solo se separaron hace un año porque, con su cáncer, él ya no podía cuidar de ella ni yo de los dos. Así que decidimos llevarla a ella a la Mixta, para que recibiera atención especializada por su Alzhéimer, y que él viniera a vivir conmigo».
«Una atención que pagábamos religiosamente cada mes. Más de 1.300 euros. Nadie nos regaló nada». Una relación con el centro «estupenda», donde -dice-, «trabajan grandes profesionales» con los que tenían gran vínculo. «Cuando comenzaron los problemas del coronavirus, les dijimos que estábamos preocupados por las noticias de que no utilizaban mascarilla ni material de protección. Sabíamos que mi madre no tenía coronavirus, que estaba segura en su habitación, claro, salvo que alguien la contagiara».
Hoy, sin certificado de defunción («aún no tengo nada, solo los papeles que me dieron en la aseguradora Ocaso, que si no llega a ser por ella...»), Ana Álvarez ya duda sobre de qué ha muerto su madre. «No nos dejaron despedirnos de ella. Ni tocarla. Ni darle un beso. Nos encontramos con su cuerpo ya en el Tanatorio Los Arenales, a donde la llevamos porque mis padres son de Quirós, pero solo pudimos verla a través del cristal».
La despedida «no estuvo a la altura de una mujer que trabajó toda su vida para dar un futuro a su familia», lamenta su hija, quien recuerda conmocionada «el funeral en el cementerio, con el sacerdote con mascarilla y guantes. Sin abrazos, sin consuelo».
Por ese motivo, no descarta iniciar acciones legales. «Para saber qué pasó con mi madre, de qué murió y, sobre todo, por qué no nos informaron si es que llevaba varios días enferma, como parece que ahora nos dicen».
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