Los hosteleros piden la ampliación del límite de aforo al recuperar clientela

Satisfecho también veinticuatro horas después del inicio de la fase 2 en Asturias -lo que permite abrir las terrazas con un aforo máximo del 50% y el interior, con un 40%- se encuentra el propietario de la sidrería El Pigüeña, de la calle Gascona, en el Bulevar de la Sidra. A la mitad de su capacidad y con el 70% de su plantilla fuera del ERTE, señala que «la gente está entrando al local con prudencia, pero sin miedo» después de un inicio de actividad «con todas las mesas llenas para las comidas y las cenas».

En Gascona también, el presidente de la Asociación de Sidrerías, Pedro Caramés, sostiene que «lo que más nos ha entorpecido a los que tenemos locales pequeños ha sido la medida de distancia entre las mesas. Nosotros no tenemos la posibilidad de cumplir la mitad del aforo. Funciona para los grandes negocios, pero aquí estamos perdiendo mesas», manifiesta. En Gijón, también los clientes empiezan a frecuentar tímidamente el interior de bares y restaurantes. Es el caso de La Buena Vida. Cuentan con una amplia terraza que la clientela elige para tomar algo o comer un menú del día, y cuando está llena, es entonces el momento en el que se decantan por entrar. «Son días soleados y prefieren estar en la terraza. Que sea así no es por el coronavirus. A partir del lunes por la tarde empezamos a tener más ambiente», señala la gerente, Alexandra Dobre, quien afirma que «aún es pronto para hacer balance».

El restaurante Casa Zabala, que abrió ayer, cuenta ya con algunas reservas para lo que queda de semana, entre ellas una boda el viernes. «Vamos teniendo un par de comidas y un par de cenas. Esperamos que el fin de semana venga más gente», dice el propietario, Eduardo Vigón. El Restallu tiene muchas reservas de comida para llevar, pero no tanto para consumir dentro del local. La gerente, Pilar Álvarez, cree que «es pronto todavía».

En Avilés, muchos se lo pensaron bastante antes de abrir porque solo con la terraza no les compensaba. En el bar Chicote y la cafetería Monterrey están contentos por haberse reencontrado con las caras de siempre, esas que dan sentido a su trabajo, pero siguen echando a muchas de menos porque en ambos locales pesa mucho el trabajador de oficina o los estudiantes y ambos están, de momento, desaparecidos.

El Chicote es un bar madrugador. Normalmente, entre las seis y las diez de la mañana no se sirve otra cosa que desayunos y «ahora hasta las once no hay nadie». «Nosotros somos un bar de gente que está en la calle, de pincho y desayuno», explica Lola Ibáñez. Ella y su hermana, que está en la cocina, han sacado a las dos empleadas del ERTE, «pero vamos a tener que reducirles el horario». En la calle de La Fruta, el café Monterrey sirve desayunos toda la mañana. Antonio Fernández y su hermano han estado estos dos días adaptándose. Ni en su terraza ni en sus mesas están los estudiantes de la Escuela de Arte o los de oficinas como tampoco lo estarán, si no cambian mucho las cosas, los turistas que no desayunan en los dos hoteles de la calle o los peregrinos.