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JAVIER VARELA
madrid.
Miércoles, 11 de marzo 2020, 02:42
«Yo venía para hacer la compra de la semana y ya llevo dos carros con lo imprescindible». Son palabras de Cristina, una mujer de 55 años, que resumen a la perfección la sensación que se respira en los supermercados madrileños. El paquete de ... medidas decretado el lunes por la Comunidad de Madrid parece haber desatado el pánico en los ciudadanos, que acuden bajo el efecto llamada a hacer la compra de forma compulsiva temiendo una cuarentena que les impida salir de casa. «Los grupos de WhatsApp y los bulos han provocado que la gente compre de forma desmedida», dice Luis, reponedor de un supermercado de la zona de Arturo Soria que lleva cuatro horas sin parar. «Hemos puesto esta mañana 1.000 kilos de comida y la gente ha tardado menos en llevárselo que nosotros en ponerlo», aclara sorprendido. «Había gente en la entrada esperando antes de que abriéramos y atasco para acceder al parking», apostilla.
Pero la sensación es real cuando se cruza la puerta de cualquier supermercado de la capital. Un silencio tenso, estantes vacíos, colas para pagar en las cajas, carros llenos, nerviosismo entre la gente, caras de sorpresa y de incredulidad, trabajadores desbordados, las conservas y las legumbres llenando cestas y carros, la pasta 'volando' de las baldas... El efecto, sin embargo, no ha llegado a Asturias. Ayer, apenas había carencias de geles desinfectantes.
En Madrid es otra historia. Personas de todas las edades compiten a ver quién se hace antes con esa lata de atún, con ese paquete de judías o con esa garrafa de agua. Dos pasillos más adelante, donde habitualmente está el papel higiénico y los productos de aseo personal, solo quedan estantes vacíos que transmiten poca tranquilidad y un punto de histeria. «He visto a gente que se ha llevado dos carros llenos de papel higiénico, cajas de compresas y de toallitas húmedas», dice Mariate, de 76 años, a la que todo esto le ha pillado por sorpresa. «Es verdad que he venido a comprar más que normalmente, pero porque al ser una persona de riesgo, prefiero tener cosas en casa por si no puedo salir», dice con cierta inquietud.
Una opinión que comparte Anselmo, de 78 años, que lleva en la cesta «un kit de supervivencia» en el que no falta arroz, legumbres, atún y leche. «No he podido comprar papel higiénico ni agua, pero me han dicho que esta tarde repondrán, pero que habrá que venir pronto», aclara. Miguel Ángel, de 25 años, no da crédito a lo que ve y culpa a los bulos y la alarma social de esta situación «descontrolada». «No es normal que la gente se lleve tanta comida y víveres porque no hay motivo para tanta alarma. Puedo entender a la gente mayor porque quiere limitar sus salidas de casa, ¿pero el resto?», se pregunta con un punto de indignación. «Con esto lo único que se consigue es que se cree una alarma innecesaria», apunta.
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Mientras la sensación en los supermercados es de alarma, desde la Asociación Nacional de Grandes Superficies (Anged), la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) y la Asociación de Empresas de Fabricantes y Distribuidores (Aecoc) se quiere transmitir una imagen de tranquilidad garantizando el «abastecimiento» y el «buen funcionamiento» de la actividad de las tiendas.
Sin embargo, es un hecho que los supermercados se han visto sorprendidos por la cantidad de gente que acudió ayer a los establecimientos después de que el Gobierno cambiara de escenario a 'contención reforzada' en la estrategia de la luchar contra el coronavirus. «Esta mañana he venido una hora antes para hacer mi compra y mi supervisora nos ha pedido a varios compañeros que adelantáramos el turno y nos pusiéramos en caja para ayudar», dice Elena, cajera de una gran superficie en el madrileño barrio de Moratalaz. «Ayer hubo mucha gente, pero lo de esta mañana está siendo una locura», añade.
Y entre tanto nerviosismo en el supermercado descubrimos a Margarita, de 82 años, y superada por esta situación. «Entiendo que la gente se lleve más cosas de lo habitual, pero que haya estantes vacíos y esta histeria lo veo desproporcionado», dice la mujer. Quizá haber vivido los duros años de la posguerra le hace vivir esta situación con un punto de sensatez.
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