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GUILLERMO MAESE / JUAN CARLOS ABAD / EVA FANJUL / MARTA VARELA / BELÉN G. HIDALGO / gloria pomarada
Sábado, 2 de mayo 2020, 08:24
Había ganas. Tras 48 días de estricto confinamiento, hoy los 1.018.706 asturianos que habitan la región están llamados a entrar en la fase 0 de la desescalada, a empezar a salir para algo más que para aprovisionarse e ir a trabajar. La afluencia ha sido masiva en el Muro de Gijón y el Parque de Invierno de Oviedo y en las afueras de las ciudades los vecinos de la zona rural han sido testigos de concentraciones de ciclistas poco frecuentes. Aunque la mayoría trata de respetar la distancia estipulada, la falta de espacio está provocando los primeros incumplimientos. El tiempo ha querido aliarse con los primeros asturianos de la desescalada, sustituyendo las precipitaciones de las últimas semanas por un sol que anima a dar el paso. La falta ya de costumbre provoca sensaciones contradictorias.
«Tenía muchas ganas de desfogar, pero me siento raro, como de estar haciendo algo mal», confiaba a primera hora el gijonés Rubén Méndez. Tiene 44 años, una bici a la que por fin volver a dar uso, y un crío que aguarda turno para salir en su franja horaria, a partir de las 12.
Sabe que, al vivir en zona urbana en la ciudad más poblada de la región, tiene que respetar unos turnos horarios que ayer fueron motivo de confusión. Tanto que la orientación que tienen hoy los agentes que velan por el cumplimiento del estado de alarma es la de tener una actitud más informativa que sancionadora, según indican desde Delegación del Gobierno.
«Estás loco por salir tan temprano». Así le dijo su padre a Nicolás Lozano, gijonés de 25 años que con su bicicleta también se ha apuntado a estas primeras horas de salida. El paseo fluvial, como el Muro de Gijón, amanecen concurridos y con patrullas de la Policía Local en actitud vigilante ante el trasiego de paseantes, corredores, patinetes, bicis. Fernando González fue de los primeros en llegar para patinar porque se lo veía venir: «Salí temprano de casa porque suponía que a partir de las 9 habría mucha gente y prefería moverme sin restricciones».
Minutos antes de las doce del mediodía, algunos niños ya estaban en la calle, cruzándose a su paso con los mayores que regresaban a casa.
Muchos de ellos personas con discapacidad, en silla de ruedas que han salido en compañía de sus familires o cuidadores.
Las zonas de mayor afluencia infantil siguen siendo, la playas, donde la Policía Local lleva a cabo una intensa vigilancia, y las explanadas aledañas como las m de Poniente o el Arbeyal. También acuden a estas horas a zonas verdes y parques de toda la ciudad.
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En las primeras horas de fase 0 la afluencia ha sido masiva en las zonas propicias para correr de todas las ciudades, algo a lo que se resignan los deportistas más curtidos. Es el caso de Juan Nicolás, maratoniano de los que tenían previsto ir a Boston a disputar la carrera y ha tenido que cambiar de planes. Hoy volvía a entrenar por un Parque de Invierno atestado donde costaba mantener la distancia en sus estrechos viales. «Esto de ver a tanta gente va a ser flor de un día; mañana ya no habrá tantos», razonaba. «Lo importante es que pase la pandemia, la gente esté en forma y se comporte», añadía.
Más molesta corría Isabel Alonso por el parque de Montecerrao. «Es difícil guardar las distancias; hay mucha gente, van acelerando, frenando. Hay mucho deportista de primera hora», lamentaba.
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Avilés amaneció con las calles llenas de deportistas preparados para disfrutar del primer día de desescalada tras más de un mes de confinamiento que se nota a la hora de volver a realizar actividad física. A los más madrugadores se les veía a eso de las 6.30 horas calentando y estirando en sus portales como Marcelo Álvarez, un ciclista de 53 años que aprovechó su franja horaria para dar unas cuantas vueltas con su bicicleta al perímetro de la ciudad. «Han sido 80 km y se nota el haber estado parado tantos días», reconoce.
El Centro Niemeyer continúa cerrado a cal y canto pero a su vera, el paseo de la ría se llenó hasta los topes desde primera hora con cientos de corredores y paseantes. «Es una barbaridad la de gente que hay, espero que en los próximos días la cosa se calme porque así es difícil cumplir las normas», reconocen César Veloz y Silvana Cuello, un matrimonio de 42 años que se ha pasado la mañana caminando junto a la ría avilesina.
El otro epicentro de la ciudad ha sido el parque de Ferrera. En el pulmón verde de Avilés casi no cabía un alfiler a eso de las 9 de la mañana. Riadas de corredores se mezclaban con vecinos que salían a pasear a sus perros por el parque. Cabe destacar que una cuadrilla de operarios municipales se han pasado la mañana pintando en el suelo del recinto la señalización que deben seguir los ciudadanos, siempre en el sentido de las agujas del reloj. «Tenian que haberlo hecho antes porque ya es difícil transitar con tanta gente como para evitarlos a ellos», reconocía Verónica López, de 23 años. Su novio, Lucas Moura, es más optimista y celebra el día de hoy como uno de los más importantes del año. «Ya era hora, yo soy feliz en la calle y estaba harto de quedarme en casa. Ojalá la gente se comporte y no haya un rebote de contagios», señalaba el joven esperanzado.
La villa de Cangas del Narcea, con sus más de 5.000 vecinos, no dudó en salir a la calle. Eso sí, lo hacen pendientes del reloj para cumplir con el horario y recelosos con las distancias. Las colas en los comercios está llenas de optimismo. «Al menos puedes salir y que te de un poco el aire», repiten los cangueses, que optimizan cada minuto. La mayoría hacen compra tras el festivo de ayer y aprovechan la libertad conseguida tras casi dos meses de confinamiento para recorren sus rincones favoritos y disfrutan de las vista de la villa desde la plaza de la Oliva o al pide del Ayuntamiento, con la mirada puesta en la capilla del Carmen.
En las afueras de la villa los paseos están siendo más sosegados. Uno de los más populares, el Paseo del Vino, vuelve a ser el preferido, si bien no registra aglomeraciones de cangueses. «Siempre venimos y es maravilloso, pero hoy aún más», confiesa Elisa López, que apura cada minuto de permiso para afinar los sentidos y disfrutar del murmullo del agua y el canto de los pájaros. «Veo la naturaleza más salvaje. Tengo la impresión de que el río Luiña baja menos turbio que el río Narcea» apunta la canguesa. Le sigue, con más de dos metros de distancia, Joaquín García, también asiduo de esta ruta a orillas del río Luiña. «Sientes una sensación que hace tiempo no sentías. Te das cuenta de muchos más detalles», asegura.
Para Dolores Aumente, de 78 años, el alivio al confinamiento es también un alivio para su cadera, que ya suma cinco intervenciones. «Resulta desconcertante poder volver a salir. Me siento rara», afirma, apoyada en su muleta y acompañada por su hija. «Es un alivio para todos», reconoce su hija, Dori Rodríguez. Como ella, muchos mayores han aprovechado su permiso para reactivar las artículaciones. En la villa, otros reanudan las charlas que se habían visto obligados a suspender por el coronavirus. Lo hacen a distancia y con el único propósito de saber que todo sigue bien.
El Ayuntamiento de Cangas del Narcea explica que, por el momento, no se han registrado incidencias y que prevén que la jornada de hoy sea «pedagogía» para aprender a convivir con los horarios y las nuevas rutinas.
El resto de la comarca suroccidental disfuta de los primeras horas sin confinamiento con la satisfación de poder salir a pasear por sus pueblos sin mirar el reloj.
En el noroccidente, donde no hay ningún municipio con restricciones horarias, ha reinado la calma. La mañana transcurrió sin incidencias ni aglomeraciones, como viene siendo habitual en la zona rural, pero sí con cierto movimiento que animaba a los vecinos tras semanas confinados. El puerto de Luarca, el paseo marítimo de Tapia de Casariego o el paseo de la Ría de Navia fueron algunos de los puntos más concurridos por caminantes, ciclistas y corredores.
Ni las nubes que empiezan a asomarse ni unas cuantas gotas frenarán la larga tarde de deporte que aún queda por delante.
El Oriente amanecía hoy sin restricciones por franjas horarias por contar todos los pueblos con menos de cinco mil habitantes. La relativa libertad en comparación con las ciudades se tradujo en una salida escalonada y un parecer general entre los vecinos de la comarca: por una vez, residir en la zona rural tiene sus ventajas. «Es muy distinto el pueblo a la ciudad, aquí se está mejor», destacaron Amparo Cifuentes y Gonzalo Berjón, vecinos habituales de Gijón a quienes el estado de alarma pilló en el núcleo riosellano de Fresno. «Aquí no hay problema, se está como Dios», bromeó José María Solís, del pueblo de Sebreñu, quien a mediodía disfrutaba de su primer paseo.
«Se nota que las piernas estuvieron paradas, a ver si vamos entrando en vereda», indicó el vecino riosellano, acostumbrado a caminar entre 4 y 5 kilómetros diarios. También Tina Fernández y José Fernández eran asiduos a los paseos antes del confinamiento, con rutas de hasta 14 kilómetros. «Somos de mucho caminar y se nota el estar parado, duelen un poco las piernas», reconocieron. Esta mañana, se tuvieron que conformar con un recorrido desde su casa en el barrio de El Cobayu al paseo de la Grúa, dentro de la villa de Ribadesella. Con algunas dudas sobre las limitaciones de distancia, aprovecharon además la presencia de agentes de la Guardia Civil para dejar claro hasta dónde podrán llegar en días sucesivos. «¿Desde El Cobayu hasta la Punta l'Pozu se puede ir», preguntaron, a lo que la Benemérita recordó la norma de una hora y un kilómetro también aplicable a los pueblos.
Los vecinos de las comarcas mineras cumplieron mayoritariamente los preceptos del estado de confinamiento. Muchos se animaron a salir a correr, aunque sin grandes madrugones, pero no se originaron grandes aglomeraciones. Mientras los mayores si apostaron, aunque fueron pocos los que llevaron puesta mascarilla, a salir a caminar por parques y centros urbanos. La tónica fue salidas de dos en dos y paseos cerca del domicilio aunque si se apuró la hora permitida.
El mayor problema estuvo en las zonas comerciales, donde mucha gente acudió en pareja a realizar las compras siendo apercibidos tanto por otros vecinos, como por la seguridad propia de los centros y las fuerzas de seguridad.
«No me puedo parar fía que me está prestando el paseo», Enrique Pérez es vecino de Langreo, ayer salía por primera vez desde hace más de 40 días «no me dejaban pisar la calle los hijos, pero ya lo necesitaba». Tiene diabetes y sobrepeso y explica, sin parar de caminar por el paseo fluvial, que «ya tenía los píes un poco hinchados de no salir a caminar, a ver si somos buenos y podemos seguir saliendo». Una conversación corta y a distancia «haya que estar lejos porque se lo prometí a mi nieto que iba a ser bueno».
Mieres toma medidas para evitar posibles aglomeraciones a la hora de pasear. Así desde el Ayuntamiento se anuncia que mañana se procederá a cerrar al tráfico durante todo el día la calle Manuel Llaneza (excepto acceso a garajes y transporte público).
La medida que tiene como objetivo «ampliar el espacio de paseo en el casco urbano de Mieres» y así favorecer a sus vecinos el cumplimiento de la normativa del estado de alarma. Además, desde el equipo de gobierno se recuerda a los mierenses que «es el casco urbano de Mieres la zona del concejo donde están en vigor las franjas horarias para paseos y actividades deportivas estipuladas por el Gobierno central para núcleos de más de 5000 habitantes».
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