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AZAHARA VILLACORTA
OVIEDO.
Miércoles, 11 de noviembre 2020, 02:41
Todo empezó con una sorpresa de sus amigas, que el pasado 24 de octubre llevaron a Belén Cueva a cumplir un sueño largamente postergado. Uno asequible, nada excepcional: conocer las cascadas de Oneta. Y, para rematar la excursión, comida en Villayón y, a la ... vuelta por la costa, café en Cudillero y el último, entre risas, junto a su casa, en Noreña. «Todo, sin quitar las mascarillas nada más que para lo imprescindible», relata.
Así que, cuando al día siguiente sintió un ligero malestar, pensó que «sería de la garganta. Lo de siempre: empiezo con la garganta y luego llega la gripe. Pero, por la noche, comenzó a subirme la fiebre y, cuando el lunes llamé al centro de salud, me dijeron que tomase Paracetamol. El miércoles me sentía morir. Tenía 39 y hasta 40 de fiebre y aquello no bajaba. Llegó un momento en que para ir al baño tenía que ir a gatas, porque de pie no me sostenía». Nueva llamada al centro de salud. «Hasta que, por fin, el jueves me mandaron a hacerme una PCR a Oviedo y el sábado me dieron el resultado: negativo. Pero yo seguía fatal. Así que la médica que estaba de guardia, sin verme, me recetó un antibiótico», relata esta mujer coraje que ha superado la muerte de su marido y de su único hijo, además de un cáncer linfático que le dejó un pulmón «muy tocado».
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Siete días más tarde, Belén Cueva dejó pasar el fin de semana «mal, mal, muy mal». Una sensación que no acierta a explicar con palabras, pero que resume con un frase: «Si en ese momento me dicen que me dan una pastilla para morir, me la hubiese tomado sin pensarlo. Era insoportable. Llevaba nueve días sin comer nada, con 39 de fiebre y un antibiótico de caballo que no necesitaba». Pero sacó fuerzas de donde no las tenía y, el lunes 2 de noviembre, festivo, llamó al 112. «Cómo me oiría la persona que me cogió el teléfono que me dijo: 'Señora, pare de hablar. Ahora mismo le mando una ambulancia, pero yo no la dejo morir sola'».
Segunda PCR, ya en el HUCA: positivo. Neumonía. «Decidieron meterme cortisona en vena y, aunque estuvieron a punto de intubarme, la cosa empezó a mejorar», cuenta desde la habitación 401 de la planta 4A, una de las reservadas para pacientes covid, donde ayer por fin vio cómo le retiraban el oxígeno durante unas horas y donde «el personal sanitario anda a doscientos por hora, peleando como leones y, además, dándote cariño»: «Esto está a tope y con mucha gente que no se vale por sí misma. Gente que está como estaba yo cuando llegué: sin fuerzas para ducharme ni para comer ni para nada. A la que hay que hacerle todo, porque están al límite y aguantan lo máximo posible antes de intubarles». La misma planta destinada al marido de la secretaria de Organización de la FSA, Gimena Llamedo, que también ayer quiso transmitirle a esta activista de la causa saharaui un mensaje de ánimo a través de las redes sociales: «Belén, me emociona escucharte. En tu mismo pasillo está mi marido y le dan el alta hoy. Mucho ánimo, que en nada tú también vas pa' casa». Un apoyo al que se sumaron decenas de personas. Entre ellas, el presidente del Principado, Adrián Barbón.
Belén Cueva Carbajal sabe que su historia no es excepcional y por eso la cuenta: «Cuidaos. Cuidaos mucho. Mascarilla, confinamiento, distanciamiento y mucha prudencia, porque esto es durísimo. Hay que concienciarse. Juntos podemos».
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