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Una investigación internacional, en la que participa la Universidad de Oviedo, ha permitido reconstruir genéticamente la historia de los cazadores recolectores desde el inicio del Paleolítico Superior hasta su desaparición, a finales del Mesolítico. El trabajo, en el que han colaborado dos investigadoras del ... Área de Antropología Física de la universidad asturiana, Carmen Alonso Llamazares y Belén López Martínez, acaba de ser publicado en la revista 'Nature', de máximo impacto en su área de conocimiento. Desde Asturias han contribuido a este estudio internacional los restos óseos humanos pertenecientes a dos individuos hallados en la cueva de Jou Amieva, en Llanes, datados a finales del Mesolítico, que han permitido alcanzar una de las principales conclusiones del estudio: la de Asturias y la cordillera Cantábrica es una de las zonas de Europa donde más tarde se desarrolló el Neolítico. Esto es, donde más pervivieron las culturas nómadas que basaban su existencia en la caza y la recolección, tardando más en desarrollarse los grupos humanos que desarrollaron el pastoreo y la agricultura, dando lugar a los primeros asentamientos sedentarios humanos.
Explican las científicas asturianas que esos restos asturianos son trascendentales, porque se trata de los representantes de los cazadores-recolectores más occidentales y tardíos de este estudio europeo. «Esto permite afirmar que el norte peninsular fue una de las regiones europeas donde la presencia de grupos humanos mesolíticos se prolongó más en el tiempo y, por tanto, donde el proceso de la neolitización, que supone un cambio radical en la economía y en la forma de vida de las poblaciones, fue más tardío», explican.
Para llevar a cabo este estudio, liderado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y la Universidad de Tübingen (Alemania), se han analizado un total de 356 genomas de cazadores-recolectores (incluyendo 116 pertenecientes a nuevos individuos) de 14 países de Eurasia central y occidental, datados entre hace 35.000 y 5.000 años. El objetivo de la investigación era describir los cambios genómicos que estos grupos experimentaron a lo largo de los últimos 30.000 años de ocupación humana en Europa y su vinculación con los avances culturales y los eventos climáticos.
La cueva de Jou Amieva está situada en la falda noroccidental de la Sierra del Cuera. Se trata de un sumidero kárstico que se abre en las calizas compactas del Carbonífero Superior de la localidad de Villa, en el concejo de Llanes. En el año 2010, la exploración de la cueva, con fines topográficos, por parte de la Sociedad Espeleológica y Barranquista ESCAR, puso al descubierto varios restos humanos y otros de naturaleza faunística. El material óseo fue localizado en superficie, en una galería situada bajo una antigua entrada a la cavidad y a la que se accede bajando por un pozo vertical de varios metros de altura.
La excavación de rescate, dirigida por el arqueólogo del Museo Arqueológico de Asturias César García de Castro y por la antropóloga física de la Universidad de Oviedo Belén López ,permitió identificar diferentes huesos humanos, entre ellos un cráneo femenino, un coxal izquierdo masculino (en ambos casos de adultos) y otros pertenecientes a un individuo neonato. Inicialmente ,los huesos fueron acondicionados y meticulosamente analizados por la también antropóloga física Carmen Alonso Llamazares y, posteriormente, fueron estudiados por el investigador Borja González-Rabanal, de la Universidad de Cantabria.
El análisis cronológico, por el método del radiocarbono, de los restos de dos de los individuos de Hou Amieva –la tibia izquierda del neonato (de hace unos 6.230 años) y el cráneo de la mujer adulta ( de hace unos 5.910 años)– sitúan, en ambos casos, el momento de su muerte en el Mesolítico final. El ADN de estos restos humanos asturianos evidencia la ascendencia genética típica de las poblaciones mesolíticas del suroeste de Europa, con un importante porcentaje de ADN procedente de Europa occidental, lo que sugiere la llegada de cazadores-recolectores procedentes de esas zonas al norte de Iberia durante el Mesolítico.
Las investigadoras de la Universidad de Oviedo destacan también que los individuos de Jou Amieva no muestran evidencia alguna de ascendencia derivada de los primeros agricultores europeos (Neolítico). De hecho, los mesolíticos asturianos de este estudio fueron coetáneos con algunas de las comunidades neolíticas en la región Cantábrica y, sin embargo, no hay evidencias de que ambos grupos humanos se mezclasen genéticamente, o, al menos, no parece que lo hicieran en esta parte del Cantábrico.
Hallazgo. En 2010, un grupo de espeleólogos encuentran en una cueva de Villa (Llanes) material óseo en superficie.
Rescate. El arqueólogo César González de Castro y la antropóloga Belén López, extrajeron e identificaron los restos: el cráneo de una mujer adulta, el coxal de un hombre adulto y el coxal y el fémur de un neonato.
Investigación. La antropóloga Carmen Alonso acondicionó y analizó los huesos, que fueron estudiados después por Borja González Rabanal, de la Universidad de Cantabria. La tibia era de hace unos 6.230 años, con un margen de error de 40, y el cráneo, de hace 5.910 años, la parte final del Mesolítico.
Genética. Su análisis genético los sitúa ahora, trece años después, entre los restos más occidentales y tardíos de los 356 genomas analizados de restos de toda Europa.
Otra de las principales conclusiones del estudio apunta a que los individuos asociados a la cultura Gravetiense del Paleolítico Superior en toda Europa no eran una población biológicamente homogénea. Los investigadores explican que los gravetienses de Europa occidental, diferentes a los del centro y los del sur europeo, derivaron genéticamente de los Auriñacienses. Su ascendencia sobrevivió dentro del refugio climático franco-cantábrico durante el Último Máximo Glacial (25.000-19.000 años) en los individuos solutrenses, dando lugar a poblaciones posteriores asociadas a la cultura Magdaleniense. Estos magdalenienses, superado el periodo glacial, se volvieron a expandir hacia el norte y noreste de Europa.
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