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P. SUÁREZ
GIJÓN.
Jueves, 26 de marzo 2020, 01:03
Todo y nada ha cambiado en el poblado minero de La Camocha. La parroquia, una de las más envejecidas del concejo, convive con el estado de alarma decretado por las autoridades sin perder un ápice del optimismo que les caracteriza. Tampoco falta la ... solidaridad entre unos vecinos, la mayoría vinculados a la minería, que se han visto en peores circunstancias que las que ahora presenta el virus. «Estamos preocupados, cómo no vamos a estarlo, pero peores eran las condiciones que había en la mina. Sobre todo al principio. A mí, si me tiene que dar, va a darme», resume Juan Manuel Robles, minero jubilado de 63 años y que, pese a cumplir debidamente con el confinamiento, asegura no tener miedo a la pandemia.
Ninguno de los vecinos considerados parte del grupo de riesgo parece temoroso, si acaso difuminado en preocupación. Muchos de ellos, testigos de épocas más oscuras, apenas conceden dramatismo al encierro. «De momento en La Camocha no salió ningún caso. Hay que quedarse en casa y esperar a que pase», afirma Aguasanta Hernández, pragmática a sus 70 años. A sus 81, María García se preocupa más por el limonero que perfuma su pequeño jardín que por el efecto que pueda tener en ella un posible contagio. «Vale más no pensarlo», dice, sonrisa mediante.
En una relación siempre imprevisible, el miedo se ha adueñado esta vez de la segunda generación, aquella con pavor a no poder despedirse. «Lo peor es eso, que no te puedas despedir de tu madre», dice Laura. La suya, Julia Jiménez, viuda de minero de 82 años, afronta esta situación especialmente débil tras una caída en diciembre. «Es asmática y diabética», dice la hija, que cada día le deja la compra en el felpudo, para minimizar cualquier tipo de contacto con el exterior.
También desde la asociación de vecinos, comandada por Herminio Torre, se intenta contagiar el optimismo. «De esta también vamos a salir. Nos crecemos cuando las cosas se vuelven difíciles. Todo parece imposible hasta que se hace», afirma el presidente vecinal, quien cada poco comparte en los perfiles en redes de la asociación mensajes de ánimo, especialmente para los mayores.
La mina dejó un poso que pervivirá de por vida en La Camocha, una parroquia diferente, con una identidad a prueba de cualquier virus. «Hay que tomárselo con tranquilidad. Saldremos de esta», dicen los vecinos, esperanzados en que el virus no se ensañe con ellos. De las luchas silenciosas saben un rato.
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