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ANA R. GARCÍA
Domingo, 4 de junio 2017, 21:35
Cuando el protagonista de esta historia envió por correo postal sus sentimientos escritos de puño y letra ni se le pasó por la cabeza que, una vez fallecido, no solo se descubriría un idilio secreto de juventud, sino que acabaría por decidir el destino de su patrimonio millonario. Y es que la saliva con la que impregnó el reverso de aquel sobre, que su amante conservó como recuerdo de un amor imposible, ha sido clave para demostrar que de aquella aventura nació una niña, que nunca fue reconocida por el remitente de la carta, pero que "se ha convertido en heredera principal al coincidir las pruebas de ADN de ambos en un 99,99%", sostiene Fernando Osuna, responsable del despacho de abogados sevillano especializado en demostrar paternidades controvertidas, rechazadas y ocultas.
Hay que remontarse al Santander de finales de los años cuarenta para situar el origen de esta relación. Es entonces cuando un empresario cántabro adinerado, de buena familia y casado, se queda prendado de la belleza de una joven soltera, de economía modesta, que trabaja como dependienta de uno de los comercios de la ciudad al que él acude con frecuencia. Su reciente matrimonio no es impedimento para iniciar la conquista de aquella chica, con la que al poco tiempo inicia un romance. No duró demasiado, aunque de aquellos encuentros furtivos hubo un embarazo. "Al poco de nacer la niña, la relación entre la pareja se volvió prácticamente inexistente", relata Osuna. Sin embargo, "se conserva una carta en la que él se manifiesta emocionalmente como padre". Y no solo eso, sino que la que fue su amante conservó como oro en paño "las fotografías que evidencian, además del parecido físico, el afecto que se profesaban, ya que salen madre, padre e hija en actitud cariñosa".
"Siempre lo supo"
Pese a ser conocedor de la existencia de aquella pequeña desde el minuto uno, nunca la reconoció como hija. La madre también rehizo su vida, se casó y se trasladó a vivir a Barcelona. Tras la muerte de ambos, aquella niña, que hoy tiene 67 años y "que siempre supo quién era su padre", ha buscado el reconocimiento que su progenitor no le dedicó en vida. Heredar su apellido lleva ligados cerca de dos millones de euros, que es la valoración del patrimonio que se le calcula a su progenitor, que no tuvo más descendencia. "Ella cuenta que tenía 8 o 9 años cuando preguntó a su madre quién era su padre, y tras las primeras evasivas, al final se lo contó todo", expone Osuna, un letrado afamado por la trascendencia de pruebas de paternidad tan mediáticas como la de Manuel Benítez 'El Cordobés'. Fue precisamente a raíz del caso del torero cuando esta santanderina contactó con este bufete.
"Lo insólito y pintoresco de este caso es que el sobre aún conservara restos de ADN después de tantos años", apunta. Bastaron apenas cinco días para que el centro de análisis genéticos al que se enviaron las dos muestras -la saliva del sobre y una muestra biológica de la presunta hija- diera un resultado positivo.
Más información en 'El Diario Montañés'
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