La afición del Real Oviedo, en el Carlos Tartiere, durante el partido frente al Espanyol.
Análisis del juego

Remontada sin premio: así fue el progreso del Real Oviedo durante la temporada

El conjunto azul firmó una campaña de menos a más de la mano de un técnico que supo moldear a un aspirante

Domingo, 23 de junio 2024, 21:08

Era díficil concebir allá por el mes de septiembre que el Real Oviedo iba a estar un fin de semana de junio, a las puertas del verano, jugando por subir a la máxima categoría después de 23 años. Sin embargo, más que los milagros, esto ha sido la recompensa al trabajo bien hecho, al empeño en promover una idea de juego que conectó con el vestuario y con la afición, que siempre creyó en un proyecto que abanderaba desde el campo un mito como Santi Cazorla.

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A simple vista, la contratación en verano del internacional de Llanera sonaba más a campaña de márketing que a refuerzo importante para el engranaje del equipo. Con el paso de las semanas, aparcando los problemas físicos del principio de curso, Cazorla dio una lección dentro y fuera del campo de lo que representa ser un líder sin pretenderlo.

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Álvaro Cervera había recibido el encargo de llevar las riendas de este Oviedo después de los detalles positivos que había dejado en la campaña anterior. Su sistema de juego, despojándose del balón y afinando en el aspecto defensivo, no convencían mucho al propietario, Jesús Martínez, pero existía confianza en que su método podía ser un primer paso para acercarse a un sueño que parecía una utopía.

Santi Cazorla oficializó su fichaje por el Oviedo a mediados de agosto del pasado año y firmó por una temporada con opción a otra.

El arranque de la temporada no pudo ser más desalentador. El equipo acumuló tropiezo tras tropiezo. Es verdad que resultaba difícil marcarle un gol al Oviedo de Cervera pero no era menos cierto que al equipo le costaba mucho generar fútbol y por extensión, ocasiones de gol ante la meta rival. Las costuras se le vieron pronto al conjunto azul. Las seis primeras jornadas dejaron al equipo en una situación extremadamente delicada.

La competición empezó con una derrota en Tenerife en la que ya afloraron los problemas que podía tener un equipo con ese estilo de juego. Debilidades que quedaron al descubierto también en El Plantío o en Andorra, donde se repitió el mismo resultado que la jornada inicial: 1-0.

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En el Tartiere el guion de la película no cambiaba. Tres empates casi seguidos era una cosecha muy pobre para un equipo que tenía aspiraciones altas después de hacer importantes desembolsos en verano para potenciar la plantilla, con futbolistas de primer nivel como Colombatto o Seoane.

La igualada a un gol con el Racing de Ferrol, con la única diana en todo el curso de Camarasa, dejó un sabor amargo que no mejoró con los empates ante el Levante (1-1) y el Sporting (0-0) en el derbi asturiano.

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Álvaro Cervera estaba tocado y la propiedad no tardó en tomar una decisión. Luis Carrión fue el elegido para reconducir la situación. La premura en el relevo provocaron alguna imagen esperpéntica como fue ver a Cervera entrenando en El Requexón, a sabiendas de que sus días en Oviedo estaban contados.

Álvaro Cervera se despidió del Oviedo tras los malos resultados del inicio de temporada.

Llegó Carrión y con él una renovada esperanza en poder alcanzar la meta dado que todavía había por delante 36 jornadas para la conclusión de la Liga. Y eso que el comienzo no pudo ser más decepcionante. Un gol de Marco André en el tiempo añadido sometía al Oviedo en el Carlos Tartiere después de haber realizado un gran partido. Sin premio pero con la ilusión de que la metamorfosis del equipo podría traer consigo muchas alegrías.

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La primera llegó el 1 de octubre en Elda. Allí el cuadro azul celebró el primer triunfo de la temporada. El Oviedo enseñaba la patita y demostraba que apuntaba más a ser lobo que cordero en la Liga. Fue el comienzo de una racha positiva de resultados, con nueve jornadas consecutivas obteniendo un botín que le permitió, no solo respirar después de los agobios del inicio si no empezar a asomarse por la parte media de la clasificación. Victorias como las logradas ante el Albacete (3-0) o el Eibar (2-1) elevaron la moral de la tropa y fueron una constatación de que los azules tenían la flecha para arriba.

Los jugadores del Oviedo celebran uno de los tres goles que marcaron ante el Eldense en el que fue su primer triunfo de la temporada.

El frenazo llegó en Miranda. No es Anduva un campo propicio para los oviedistas que volvieron a tropezar en la misma piedra de temporadas anteriores. Lo mejor del Oviedo de Carrión es su capacidad para levantarse tras las adversidades. Lejos de hacer mella, el revés en Anduva vino seguido de otras ocho jornadas invicto. Cuatro triunfos y cuatro empates que lo impulsaron en la clasificación hasta tocar con la yema de los dedos los puestos de 'play off' una vez superado el ecuador de la Liga.

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Y llegó el derbi. Partido marcado por un gol tempranero de Nacho Méndez y dos controvertidas decisiones arbitrales que dejaron al oviedismo de uñas con el colectivo. No sería la última vez. La mejor reacción posible llegó una semana después, recuperando el 'Jorobu' ante el Burgos de un ex como Bolo. Una goleada reparadora.

Después del traspié en Pucela en Valladolid, el Oviedo cogió el ascensor hacia la parte noble encadenando buenos resultados, aunque lo cierto es que siempre que asomaba por el 'play off', al equipo le faltaba el último paso. Siempre un tropiezo impedía ver al Oviedo compitiendo por lo máximo. El tramo final del curso fue una montaña rusa de emociones hasta el final. Las derrotas ante el Cartagena (con otra decisión arbitral en entredicho) y, sobre todo, ante el Tenerife en el Tartiere abrieron una herida que estuvo a punto de costar un disgusto a las ilusiones azules. Sin embargo, llegó la reacción y con ella el júbilo de la clasificación para el 'play off' a pesar de los sin sabores de la derrota en Cornellá, marcada por un mal arbitraje, o el disgusto que supuso perder en Ipurúa la última jornada consiguiendo el billete para el 'play off' gracias a un gol anotado por el Villarreal B ante el Racing, a casi 800 kilómetros de distancia. El resto es historia del oviedismo.

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