Luces y sombras en un Carlos Tartiere con la miel en los labios

Lejos de enfriarse el ambiente, pasado ese lapso y recuperada la iluminación, tanto grada como equipo se volcaron en sus respectivas tareas. La primera, valiente con la hora y la temperatura, animó más fuerte aún que al inicio y el Real Oviedo, que suplió las bajas con las entradas de Montoro, Mangel y Sergi Enrich, se volcó en el área del Albacete. Y a la vez, como una coreografía ensayada, grada y equipo alzaron los brazos a la vez al ver el golpeo de Jimmy. El sonido del balón al salir de la bota del canterano acabó fundiéndose con la expulsión de júbilo que supone aquello que se desea mucho, pero no se espera: ir por delante en el marcador y tan pronto.

Noticias Relacionadas

Una mejoría azul insuficiente

ramón julio garcía

Sorteo de entradas para el Oviedo - Tenerife

EL Comercio

El cuento no podía ser tan de color azul para los de Cervera. Y llegó la ilusión frustrada del penalti que al final no lo fue y el jarro de agua fría de que los cambios de Albes acabaran en el empate. Entonces volvió Borja Sánchez, al que todos cuidan y anhelan por partes iguales, y la afición se agarró a ese hilo de esperanza. Pero lo único que pasó fue un nuevo apagón, aunque este sin que obligase a parar el partido dado que lo poco que quedaba para el final. Y hubo que rehacer el cambio de Sequeira y entró Borja, pero Bastón, y otro hilo de esperanza, pero sin luz al final del túnel.