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ANA RANERA
SANTA MARÍA DE EL PUERTO (SOMIEDO).
Viernes, 3 de septiembre 2021, 06:33
«Las cosas ya no son como eran antes», decía ayer Joaquín Lorences, con el recuerdo fijo en su infancia, ya lejana. Él, a sus 67 años, revive aquellos tiempos con amor y con algo de nostalgia, aunque, en este caso, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Su niñez fue fría y solitaria, porque, cuando todos lo vecinos marchaban de El Puerto -premiado ayer como Pueblo Ejemplar de Asturias-, para huir de las inclemencias del tiempo, su familia se quedaba, aquel era su deber. «Mis hermanos, mis padres y yo hibernábamos aquí solos», contaba con la normalidad de lo vivido de niño. «Mi padre era el vecinderu, así que teníamos que estar aquí», aclaraba.
Ese trabajo que desempeñaba su progenitor, Vicente Lorences, consistía en cuidar el pueblo cuando nadie lo habitaba, y en prestar auxilio a quienes se dejaran caer por allí. «Al principio, venía él solo, pero luego ya nos quedábamos la familia entera», explicaba. «Era duro porque nevaba muchísimo y las palas no abrían el camino», recordaba. «Empezaba a nevar a primeros de noviembre y estabas hasta abril incomunicado. Casi nada.
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Durante esos cinco meses de soledad y chimenea, las puertas de su hogar se abrían cada vez que alguien necesitaba un techo. «Venían muchos montañeros y los acogíamos en nuestra casa. También gente que iba desde Somiedo hasta las minas y, los fines de semana, pasaban por aquí caminantes», anotaba.
Aquellos tiempos duraron «catorce o dieciséis años», no lo recuerda con exactitud y tampoco importa, porque, fuera el tiempo que fuera, esa época le dejó huella. «La vida aquí no fue nada fácil». Nadie duda de sus palabras: claro que ya nada es lo que fue y, en esta ocasión, para bien. «Ahora tenemos maquinaria y hay tractores con buenas palas para abrirse camino entre la nieve», se felicitaba. Y, «además, las casas están preparadas con calefacción».
Todo eso son para él lujos que ayer, recibiendo el Premio Pueblo Ejemplar de Asturias, le hacían emocionarse y justificar su sentir: «No me esperaba este premio tan pronto». Y seguía echando mano de su historia. «La vida es así y no hay que darle más vueltas. Hay momentos muy duros que te marcan, pero hay que superarlos y tirar para delante», se convencía y viajaba entonces del pasado a este presente, en el que es tan feliz.
«Ahora aquí quedamos unos diez vecinos por el invierno», calculaba. Y, entre ellos, está su familia, así que poco más puede pedir. «Estoy encantado. Tengo a mis tres hijos, viviendo unas casas más para allá de la mía, y a mis tres nietos», relataba, con orgullo de padre, de abuelo y de vecino.
«Recibir este reconocimiento es una suerte para el pueblo por todos nosotros, por la gente que va a venir y porque vamos a tener aquí a la Familia Real», resumía. Con el brillo en la mirada aún no lo asimilaba: «Yo esto no me lo esperaba, es que esto es un premio a la historia de nuestra gente».
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