LETICIA ÁLVAREZ
OVIEDO.
Sábado, 19 de octubre 2019, 02:01
Treinta y ocho años después todo y nada cambió ayer por la tarde en el Campoamor. Porque aunque en el escenario un niño príncipe pasó el testigo a una niña princesa y el blanco y negro dio el paso al color lo que verdaderamente se significó en el teatro ovetense fue el compromiso renovado de la Corona con Asturias en la figura de su heredera. Leonor aprende ya el sentido de ese vínculo. Durante la lectura de su primer discurso oficial, durante su esperado debut en la ceremonia de los premios que llevan su nombre, la primogénita de los Reyes aseguró que Asturias «es la tierra que da nombre al título que ostento, al igual que hizo mi padre, el Rey, durante tantos años. Y lo hago con responsabilidad; me siento muy honrada con ello». «Es -añadió-, «un título que me compromete con la entrega y el esfuerzo de servir a España y a todos los españoles». Serena, pausada, aunque después confesaría a su padre que se puso «algo nerviosa», con continuos gestos a su familia, en especial a su hermana la infanta Sofía, que ocupó asiento en la mesa presidencial a la izquierda de su madre, la Reina, Leonor fue ovacionada en cuatro ocasiones. La última en pie y con 45 segundos de aplausos cuando se despidió diciendo que «como mi padre, a mi edad, y aquí mismo será un día que llevaré siempre en lo más profundo de mi corazón». Un cariñoso guiño a aquellas palabras de 1981 con las que el entonces Príncipe de Asturias debutaba en el mismo escenario. Don Felipe no disimuló la emoción ante la lectura de su hija, no en vano recordaría después que «son innumerables los momentos emotivos, trascendentes e inolvidables que hemos vivido en esta ceremonia». Sin duda, el de ayer fue el más especial, como también lo fue, comentó, aquella convocatoria en la que apareció por primer vez junto a su esposa doña Letizia hace ya quince años.
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También a ella le dedicó unas palabras Leonor que abrumaron al público y fueron muy aplaudidas: «Asturias es la tierra de mi madre. Yo llevo sangre asturiana». Y no se olvidó de sumarse al respeto imponente que el público del Campoamor siempre rinde a la Reina Sofía al afirmar que «ella sabe lo importante que para mí es su presencia en esta ceremonia». La Reina emérita le devolvió la dedicatoria lanzándole un beso y de nuevo la ovación llenó cada rincón del teatro. Fue un momento entrañable y para entonces Leonor ya había cautivado a cuantos invitados asistieron a la celebración.
Los más especiales para ella, sin duda, los familiares de doña Letizia. Los asientos de la fila seis se reservaron para Paloma Rocasolano, pendiente de cada palabra de su nieta; y junto a ella Jesús Ortiz con Ana Togores, Telma Ortiz y su pareja, y una emocionadísima bisabuela de la Princesa, Menchu Álvarez del Valle, quien siguió la intervención de Leonor con ambas manos en la boca como queriendo contener, quién sabe, si el llanto o un grito de emoción. Como el «¡Viva la Princesa de Asturias, vivan los Reyes y viva España!» que salió de la primera línea de asientos y fue respondido con un fuerte aplauso.
Así transcurrió el acto con el que Leonor, convertida en presidenta de honor de su Fundación, a escasos trece días de cumplir catorce años, cumple su sueño de acudir con sus padres a la ceremonia de los premios que llevan su nombre. Lo dijo al inicio de su discurso: «Hoy es un día muy importante en mi vida que he esperado con mucha ilusión. Desde muy pequeña he visto el cariño con que mis padres vienen cada año al Principado para presidir esta ceremonia y vivir todo lo que sucede en esta tierra durante los días de nuestros premios. Esto ya es motivo suficente para que hoy me sienta muy feliz». Y lo atestiguó don Felipe al decir: «Sé bien que deseabas hace tiempo venir a Asturias con nosotros para poder vivir de cerca junto a Sofía todo lo que sucede cada año con motivo de la entrega de nuestros premios». Pues bien, enfatizó, «ese día ha llegado».
Y también su primer desempeño del papel institucional que le corresponde. Ayer, entregar uno a uno por primera vez los galardones. En esa labor la guió paso a paso don Felipe dándole en mano cada uno de los diplomas que Leonor a su vez puso en manos con amplia sonrisa y una felicitación a cada homenajeado. A Peter Brook, Premio Princesa de Asturias de las Artes; Salman Khan, fundador de la Khan Academy, Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional; a Lindsey Vonn, Princesa de los Deportes; Alejandro Portes, premio de Ciencias Sociales; Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz, Premios Princesa de Asturias de Investigación Científica; Siri Hustvedt, galardonada con el de las Letras; la alcaldesa de Gdansk, Aleksandra Dulkiewicz, ciudad condecorada con e premio de la Concordia y a los representantes del Museo Nacional del Prado, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Miguel Falomir, director de la pinacoteca; Javier Solana, presidente de su patronato y Laura Fernández, jefa de vigilantes de sala. Gracias, les dijo, «por fomentar la cultura y la ciencia, por impulsarla solidaridad, por mejorar la eduación. (...) Estamos aquí para rendiros homenaje porque vuestras obras nos recuerdan que hay millones de personas que piensan y actúan para que el mundo sea mejor».
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Y ese deseo, quizás por la presencia en el teatro de una nueva generación, revoloteó prácticamente en los discursos que precedieron al de la protagonista de esta historia. Como cuando Siri Hustvetd dijo mirándola: «Este premio me llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen mucho libros sobre un sinfín de temas, que piensan, preguntan, dudan, imaginan y se niegan a estar calladas». O en el instante en que Salman Khan recordó la historia de Sultana, una niña afgana sin posibilidad de estudiar por la terrible amenaza talibán y que logró su sueño de formarse a través de la academia Khan; e, incluso, cuando Solana, ofreció a la Princesa el Museo del Prado como «un amigo bueno y leal que os abrirá horizontes y os reconfortará a Vos y a todas las mujeres y hombres de vuestra generación, como ha hecho siempre».
Incluso el Rey, que eludió entrar en temas de actualidad, y dedicó todas sus palabras al relevo en la Fundación y a los premiados señaló: «Me gustaría transmitirte a ti y a tu hermana y a toda vuestra generación un mensaje de confianza. Esa confianza tan necesaria que cada año sentimos renacer en este teatro gracias a nuestros galadronados y a su gran ejemplo, a su extraordinaria obra, a su entrega a las causas más nobles, a su amor por la solidaridad y por la libertad».
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Mensajes cargados de esperanza, de deseos y confianza en el futuro que ha de venir. Un horizonte como el que quedó marcado desde ayer para Leonor de Borbón. Hace 38 años don Juan Carlos I felicitó con un cariñoso gesto a su hijo tras leer su primer discurso en público; ayer Felipe VI hizo lo mismo con Leonor. La historia se repite. Fue entonces cuando la familia real al completo abandonó la mesa presidencial y se acercó al inicio del escenario. De nuevo ovación y emociones. Quedaron convocados los premios de 2020 en boca del Rey, y sonó como es tradición el himno de Asturias al son de las gaitas para despedir a premiados e invitados. La ceremonia siguió el guion y la simbología de siempre, pero esta vez situó en el mapa a una Princesa que cuenta con la mejor plataforma para trascender. Leonor acababa de cruzar el umbral de su Principado y lo hizo, con lo más ejemplar de la sociedad, la cultura, la ciencia y las artes, a hombros de gigantes.
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