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A los tres años, murió su padre. La tragedia, común a toda huérfana, se convirtió para ella, como se sigue convirtiendo a diario para miles de niñas en el mundo, en una amenaza. «Si no me hubiera becado Camfed, me habrían casado de niña». Nacida en Samfya, una ciudad de la provincia de Luapula, en Zambia, Dyness está convencida de que «ir al colegio cambió mi vida». Incluso de que «la salvó», una frase que, como ella, pueden decir las casi cinco millones de estudiantes de Ghana, Tanzania, Malawi, Zambia y Zimbabwe que han recibido becas de Campaign for Female Education (Camfed), la ONG que ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación 2021.
Aunque se creó en 1993, a Zambia llegó en 2001, llamada por el propio Gobierno ante la exclusión total de las niñas del sistema de educación. Especialmente en las zonas rurales. Especialmente en lugares como Samfya. «Mi mamá siempre me dijo lo importante que es la educación. Que cuando educas a una niña, educas a una nación. Ella sabe lo que significa no tener la oportunidad de terminar su educación y luchar para apoyar a sus hijos en sus necesidades básicas», explica Dyness.
Porque su madre fue una viuda tan prematura como antes había sido casada. «Soy la pequeña de cuatro hermanos» y, cuando murió el padre de familia, «las dificultades de mi madre eran enormes», con lo que enviar a la escuela a sus hijos parecía un imposible.
FOTO: Arriba, en el centro, Dyness, con uniforme, como alumna en Samfya (Zambia) en 2017. Camfed/Eliza Powell
Pero la beca Camfed no solo evitó que Dyness fuera una esposa niña, sino que «en cambio, completé mi educación secundaria y me convertí en Guía de Aprendizaje en la misma escuela a la que asistí». Porque, esa es otra de las características que diferencia a Camfed de otras ONG. No solo está especializada en la educación de las niñas, sino que las acompaña en su vida adulta hasta que logran empleo.
Y eso pasó con Dyness. De estudiante en la escuela creada por la entidad en Samfya, donde concluyó sus estudios en 2017, ha pasado a ser monitora. «Lo más importante para mí, después de terminar la escuela, es hacer algo bueno por los que lo necesitan, porque sé por lo que pasaron».
Se ha convertido en una de las máximas luchadoras contra el matrimonio infantil, apoya a las niñas vulnerables para que permanezcan en la escuela y trabaja con su comunidad para proteger a los niños del abuso.
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«Hacemos un seguimiento si los niños abandonan la escuela y trabajamos para mantener a las niñas aprendiendo y fuera del matrimonio infantil. Es triste perder a futuras líderes al convertir a niñas en madres».
Un grifo contra la covid
A más de mil kilómetros de Dyness, Ottilia hace su propia guerra de guerrillas contra una regla no escrita que convierte a las niñas pobres de Zimbabwe en material de uso para terceros.
«Soy la quinta de siete hermanos y tuve que trabajar para pagar mis cuotas escolares». Y no lo hizo una vez, sino varias. Hasta concluir sus estudios de Secundaria. Y en ese momento, apareció Camfed en su vida. «Me formé como Guía de Aprendizaje» , título que logró en 2017. Y comenzó con el que, espera, le dé el paso al mundo laboral: auxiliar de enfermería.
La llegada de la covid estuvo a punto de dar al traste con todos los avances de su pequeña comunidad, Mutare. Pero Ottilia no estaba dispuesta a darse por vencida. Mientras estudia, es voluntaria en la clínica local de Cruz Roja «limpiando, vendando heridas y asistiendo a la enfermera de turno».
Multiplicando las horas, desarrolla su trabajo de mentora recorriendo las granjas de su pueblo «para enseñar cómo hacer e instalar el simple grifo tippy».
Es decir, colgar una garrafa de agua de un palo para inclinarla y poder lavarse las manos sin tocarla ni, sobre todo, contaminar el agua que usan todos. «A finales de mayo ya había ayudado a instalar 56 grifos tippy», explica.
En un continuo suma y sigue, Ottilia también vende tomates, cacao y azúcar que ella misma cultiva en su huerto, además de las rosquillas de crema y los bollos dulces que hornea. En un mundo en el que una garrafa colgada de un palo es un lujo, Ottilia utiliza parte de sus ganancias para donar a los que tienen menos que ella mascarillas y jabón.
Ya lo dijo Dyness: «Es triste perder a futuras líderes al convertir a niñas en madres». Y Camfed trata de que no se pierdan.
«Por su labor, basada en un modelo de apoyo continuado desde la infancia a la vida adulta y en una red de solidaridad y ayuda intergeneracional, que ha impulsado un cambio sistémico que se sustenta en los pilares de equidad y justicia social y apuesta por el liderazgo de las mujeres». Y, también, por «la metodología con la que Camfed trabaja, atendiendo a criterios de sostenibilidad ambiental».
El acta deja claro los motivos por los que el jurado, presidido por Gustavo Suárez Pertierra, presidente de Unicef, ha decidido que la ONG Camfed (Campaign for Female Education) –una candidatura propuesta por Julia Gillard, ex primera ministra de Australia– reciba el Premio Princesa de Cooperación 2021.
Una entidad que «contribuye, desde hace más de dos décadas, a la transformación social para solventar la exclusión y facilitar el acceso de millones de niñas a la educación y el empoderamiento de mujeres jóvenes en el África subsahariana», según defendió Gillard, y que con el galardón reciben un impulso para lograr su verdadero objetivo: «Que ninguna niña se quede atrás», señaló Lucy Lake, directora general de la ONG.
Creada por la empresaria y filántropa galesa Ann Cotton en 1993, la ONG funciona como consorcio internacional de nueve entidades en África, Australia, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, con más de 330 empleados y cerca de 150.000 voluntarios en 160 comunidades.
El rosario de cifras la encabezan las 6.787 escuelas asociadas con Camfed en Ghana, Malawi, Tanzania, Zambia y Zimbabwe, los 379.000 estudiantes apoyados con becas para educación Secundaria, el millón de estudiantes con apoyos para ir a Primaria, los 178.000 miembros de la Asociación Camfed por toda África; los 308.000 'campeones de la comunidad', personas que apoyan con su trabajo sobre el terreno y, en definitiva, los 3,5 millones de estudiantes apoyados por iniciativas comunitarias.
Todo con un denominador común que hace única a Camfed: la búsqueda de la justicia social para las mujeres. Y lo hace como ninguna otra: con un apoyo continuo a las niñas desde la escuela hasta su vida adulta. Está comprometida la entidad a poner los mimbres para generar empleo a 280.000 mujeres. Y está comprometida, sobre todo, a salvar a las niñas africanas de un futuro incierto al lograr que, en lugar de propiedad de alguien, sean dueñas de su presente y futuro.
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Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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