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«Las personas demasiado decentes no pueden escribir novelas»
Haruki Murakami

«Las personas demasiado decentes no pueden escribir novelas»

Princesa de las Letras. Es un escritor sin plan que se deja fluir en las historias que le asaltan y a quien no le gusta releer sus libros pasados

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 26 de mayo 2023, 01:26

Fluidez. Esa es la cuestión. Más allá de lo emocional y lo intelectual que deben componer una novela, está ese intangible que hace al lector seguir desentrañando las letras que se organizan en el papel. En la literatura propia y la ajena busca Haruki Murakami la manera equilibrada en que la historia fluya con naturalidad, con sencillez, en el medio, en su lugar, en su punto. Esa es la manera. Y, para componer el novelista perfecto para obrar ese milagro, él mezclaría los quehaceres de Gabriel García Márquez y Raymond Chandler.

Difícil es siempre ver la perfección en uno mismo. Es prácticamente un icono de la literatura actual, le acompañan los lectores, los premios, el aplauso universal, pero, sin embargo, el flamante Princesa de Asturias de las Letras mira atrás a su propia escritura con mucho recelo. Hace no demasiado, en una entrevista en 'The New York Times', le interrogaban sobre qué obras le provocan decepción y él decía así: «Los libros que trato de no leer y no quiero leer son los que escribí y publiqué en el pasado».

No le gusta mirar atrás en su propia literatura, pero sí en la de otros al Premio Princesa, que es también traductor y que afirma que, por mucho que ambas tareas sean escritura, la creación propia y el darle palabras a la voz de otros son asuntos radicalmente distintos: «Mientras escribo una novela, a menudo traduzco ficción. Es un buen cambio de ritmo, una excelente manera de hacer un cambio mental. Traducir utiliza una parte del cerebro diferente a la de componer una novela, por lo que evita que se desgaste un lado de mi cerebro», decía en esa misma entrevista, muy reveladora de quién es el autor japonés.

Sabido es su amor a la música, que atesora una gigantesca colección de vinilos, que disfruta leyendo biografías de músicos y que escribe desde la naturalidad. Las ideas, las palabras, las historias sean realistas o surreales, surgen y se van haciendo. Eso sí, no es en absoluto obsesivo a la hora de trascender su propio universo e instalarse en el de la ficción. «Por lo general, mientras escribo una novela, estoy completamente inmerso en ese mundo. Pero, una vez que termino el trabajo del día, vuelvo a vivir normalmente en el ordinario. Plancho, viajo en metro, visito las tiendas de discos antiguos. Nunca he tenido la experiencia de no poder salir del mundo de la novela», afirmaba en otra entrevista.

No es fácil hablar de esa magia de escribir, de qué es necesario para hacerlo, pero sí parece tener Murakami una certeza: «Hago todo lo posible para ser una persona decente, pero también tengo una cosa muy clara, que las personas que son demasiado decentes no pueden escribir novelas», ha dejado dicho el escritor, que gusta también de coleccionar arte, sobre todo de comprar pintura de artistas jóvenes.

Es un ser múltiple este hombre nacido en Kioto en 1949 que conoce muy bien lo que es la soledad del corredor de fondo en sus propias carnes. Quizá por eso, porque sabe lo que es completar un maratón, lleve al extremo lo que significa la siempre solitaria tarea del escritor y no quiera compartir sus ideas para una novela con nadie. Se las guarda, las analiza en su cabeza durante un largo tiempo y decide si darles forma literaria o no. Lo hace de una manera anárquica, sin tener un esquema trazado de antemano. «Cuando empiezo a escribir, no tengo ningún plan en absoluto. Solo espero que llegue la historia. Yo no elijo qué va a pasar, básicamente no puedo elegir».

Las historias le atrapan a él y también a quienes las leen. La emoción trasciende las páginas y ha trascendido además las pantallas. Son múltiples las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de sus cuentos y sus novelas. Y la razón la encontraba el director de 'Drive my car', la oscarizada película que se sirvió de uno de sus relatos cortos, Yusuke Hamaguchi: «La escritura de Murakami es maravillosa para expresar emociones interiores, y creo que es por eso que la gente quiere adaptarla». Otra de las novelas del japonés que vio la luz con éxito en la pantalla es la que en España se llamó 'Tokio Blues' y en el resto del mundo tomó el título de la canción 'Norwegian Wood' de los Beatles. También se han llevado al teatro, pero el autor japonés no es que mire con recelo estas obras, es que prefiere quedarse con la película que él se ha montado en su cabeza: «Tengo como regla no ver versiones cinematográficas y teatrales de mis obras. Cuando escribo una obra, ya estoy creando una película o una obra de teatro en mi mente y no tengo ganas de ver la nueva película o versión teatral de otra persona. Estas pueden estar muy bien hechas, pero prefiero aferrarme a la imagen mental que he creado yo mismo», ha dicho. No niega, sin embargo, que no ha de ser tarea sencilla afrontar la adaptación de sus escritos.

Es Murakami un escritor de culto, con legiones de admiradores y su militante banda de detractores. No es un problema para él: «Realmente creo que la suma de todos los malentendidos es lo que constituye el verdadero entendimiento. No me enfado cuando se malinterpreta mi trabajo. No tener miedo de que la gente malinterprete mis obras y no esperar que se entiendan por completo es el truco para escribir novelas durante mucho tiempo», ha dejado dicho.

Claro que, más allá del escritor y de lo escrito, de la magia de las palabras y las historias, está toda esa cotidianidad que alimenta la felicidad, y que Murakami encuentra en un sinfín de lugares: «En un partido de béisbol, en esa primera cerveza fría después de terminar un maratón, en unas ostras fritas todavía chisporroteando, en el vagón restaurante de un tren con el mantel blanco almidonado y una rosa roja en la mesa, en el sello Blue Note Records de la década de 1950, en el sonido nítido de Kenny Burrell».

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