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El Equipo Olímpico de Refugiados desfila en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. afp AFP
La Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados, Premio Princesa de Asturias de los Deportes
Premio Princesa de Asturias de los Deportes

Atletas que respiran libertad

La Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados ·

Por la oportunidad que brinda a los deportistas en zonas de conflicto y lugares donde los derechos humanos se ven vulnerados

Jueves, 27 de octubre 2022

La historia de Tegla Chepkite Loroupe (Kapsait, Kenia, 1973) no es una más entre otras muchas. Nacida en el valle del Rift, a unos 600 kilómetros al norte de Nairobi, algo así como un paraíso de atletas de larga distancia –hasta no hace mucho solo para hombres–, se ha pasado la vida corriendo. Nacida en el seno de la tribu Pokot dentro de una familia polígama, con veinticuatro hermanos más fruto de cuatro matrimonios de su padre, lo hacía desde pequeña para ir a la escuela. Todos los días. Nueve kilómetros de ida, nueve de vuelta. Y con los libros en un brazo.

Sus músculos se dejaban ver bajo una piel fina como un hilo. Ganaba a los chicos, pero no tenía el respaldo de su propio padre, que le decía que se dedicara, como el resto de mujeres de su entorno, a las tareas de su propia familia, a trabajar de niñera. Era pequeña y delgada. Ni la Federación de Atletismo de su país, volcada con los atletas masculinos, la apoyaba. Solo su madre. Y ella no se achicó.

Pese a que pasó su infancia trabajando en el campo, cuidando ganado y preocupándose de sus hermanos y hermanas menores, empezó a ganar carreras. Al principio, descalza. Tardó un año en pagar sus primeras deportivas. Después, siguió haciéndolo. Probablemente, por costumbre. Y así, descalza, ganó carreras. Ganó incluso mundiales. Desde que se llevó su primer maratón con solo 19 años, abrió el camino para que los miembros de las comunidades africanas, especialmente mujeres, siguieran sus pasos. Loroupe luce aún en su palmarés los récords mundiales de 25 y 30 kilómetros. Fue también la primera mujer africana en ostentar el de maratón (lo hizo hasta 2001) y en ganar una maratón a nivel mundial. Es tres veces campeona del mundo de medio maratón y ganó los maratones de Londres, Rotterdam, Hong Kong, Berlín y Roma.

Pero, en un momento de su vida, miró a un lado. Y lo hizo para emprender otro reto en su vida. Nacida en una zona de conflicto, no se limitó a soñar con la paz. Trató de hacerla realidad. Supo que el deporte podía ayudarla para alzar su voz.

En 2003 puso en marcha su Peace Foundation y lanzó la primera Peace Race, de diez kilómetros, en su comunidad natal de Pokot. Un día en el que tribus que en cualquier otro momento estarían en guerra se reúnen como camaradas y se ven como iguales, no como enemigos.

El equipo del COI, integrado en la cita olímpica de Río 2016 por diez atletas, con el Cristo Redentor al fondo AP

Tegla siguió corriendo, aunque en 2006 fue nombrada Embajadora del Deporte de la ONU. Viajó por todo el mundo, habló de la crisis en China, abordó los conflictos en Egipto y Turquía, visitó a los refugiados en Sudán...

«Fue entonces cuando me di cuenta de que ya no podía centrarme al 100% en el deporte», dice Tegla. Los refugiados siempre han estado cerca de su corazón. Muchos habían huido de Sudán y se habían instalado en su poblado natal, coincidiendo con ellos en la escuela. «Cuando empecé a hablar con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la idea de que los refugiados fueran a los Juegos Olímpicos estaba fuera de límites, pero queríamos hacer algo por la paz». Y de ahí nació, de la mano del Comité Olímpico Internacional (COI), el proyecto del Equipo Olímpico de Refugiados. Un viaje que comenzó en Río 2016 con un equipo liderado por la propia Tegla e integrado por diez atletas, procedentes de países como Etiopía, República Democrática del Congo, Siria y Sudán del Sur, que participaron en las disciplinas de atletismo, judo y natación. Una representación que se elevó a veintinueve atletas en Tokio 2020, que compitieron en doce disciplinas distintas.

Tegla Chepkite Loroupe y Germán Silva hojean las páginas de EL COMERCIO sobre los Premios en 2014, en el hotel de La Reconquista E.C

Como cualquier equipo

El equipo, conocido por sus siglas en francés (EOR) y que tiene la misma consideración que cualquier otro de los que participan en la gran cita deportiva mundial, está compuesto por atletas que se encuentran en calidad de refugiados por causa de cualquier conflicto a nivel mundial. A esta iniciativa se unió, dos años después, la Fundación Olímpica de Refugiados, que ha trabajado desde sus orígenes bajo la idea de apoyar la proyección y el desarrollo deportivo y personal de atletas desplazados, más allá de las citas olímpicas.

(Arriba) El embajador de EEUU en 2014, James Costos, posa para su pareja, Michael Smith, con Tegla Loroupe, en la carrera La Gran Manzana, en Gijón, por el Princesa de los Deportes al Maratón de Nueva York / (izd.) Atletas del conjunto del COI, durante un entrenamiento / (dcha.) James Nyang, mienbro del equipo de refugiados, reacciona tras caerse en una de las pruebas eliminatorias de 800 metros en Tokio EFE / ABC /AFP
Imagen principal - (Arriba) El embajador de EEUU en 2014, James Costos, posa para su pareja, Michael Smith, con Tegla Loroupe, en la carrera La Gran Manzana, en Gijón, por el Princesa de los Deportes al Maratón de Nueva York / (izd.) Atletas del conjunto del COI, durante un entrenamiento / (dcha.) James Nyang, mienbro del equipo de refugiados, reacciona tras caerse en una de las pruebas eliminatorias de 800 metros en Tokio
Imagen secundaria 1 - (Arriba) El embajador de EEUU en 2014, James Costos, posa para su pareja, Michael Smith, con Tegla Loroupe, en la carrera La Gran Manzana, en Gijón, por el Princesa de los Deportes al Maratón de Nueva York / (izd.) Atletas del conjunto del COI, durante un entrenamiento / (dcha.) James Nyang, mienbro del equipo de refugiados, reacciona tras caerse en una de las pruebas eliminatorias de 800 metros en Tokio
Imagen secundaria 2 - (Arriba) El embajador de EEUU en 2014, James Costos, posa para su pareja, Michael Smith, con Tegla Loroupe, en la carrera La Gran Manzana, en Gijón, por el Princesa de los Deportes al Maratón de Nueva York / (izd.) Atletas del conjunto del COI, durante un entrenamiento / (dcha.) James Nyang, mienbro del equipo de refugiados, reacciona tras caerse en una de las pruebas eliminatorias de 800 metros en Tokio

Dejando a un lado rostros conocidos, ídolos individuales o grupos de ellos que evoquen hazañas presentes o pasadas, récords o medallas, y a propuesta de Juan Antonio Samaranch, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2022 ha puesto sus ojos en un instrumento, una vía, un billete, para que aquellos atletas refugiados de todo el mundo que tengan este estatus dispongan de la oportunidad de competir en unos Juegos Olímpicos y para que otros miles de personas desplazadas puedan acceder al deporte como una actividad sana y segura.

La Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados se sentarán, pues, hoy junto al resto de premiados, en el escenario del Teatro Campoamor.

Héroes anónimos con duras historias

Guor Marial, nacido en Sudán, vive en Arizona. Pero ni es sudanés ni es estadounidense. Es atleta. Maratoniano. Y licenciado por la Universidad de Iowa. La milicia armada mató a 28 miembros de su familia. Él fue uno de los primeros atletas que compitieron bajo la bandera del COI.

Los Juegos cambian la vida de sus protagonistas. Lo hicieron también con los asturianos presentes, como el Equipo Olímpico de Refugiados, en Río 2016 y Tokio 2020. «Los premiados representan a esos héroes anónimos que esconden duras historias detrás y se visibiliza que el deporte es una vía para la ayuda humanitaria, la cooperación y el desarrollo de las personas afectadas por conflictos a nivel internacional», afirma la jugadora de hockey María López. «El deporte sirve para ayudar a la gente que está pasando situaciones muy complicadas. Les ayuda a mejorar su vida con valores como la superación, la constancia y el sacrificio», añade la atleta Estela García.

María López
Hockey hierba

María López

«El deporte es una vía para la ayuda humanitaria y el desarrollo de las personas afectadas por conflictos»

Estela García
Atletismo

Estela García

«Este galardón es algo colectivo que lanza el mensaje de que el deporte no solo es ganar y competir»

Saúl Craviotto
Piragüismo

Saúl Craviotto

«En los tiempos que vivimos, sirve para visibilizar este problema y la gran labor que hacen todos ellos»

Raúl Entrerríos
Balonmano

Raúl Entrerríos

«Un reconocimiento merecido porque el deporte debe dar la oportunidad de competir a aquellos que no pueden»

Javier Hernanz
Piragüismo

Javier Hernanz

«Es una buena iniciativa para que los deportistas empaticemos con otros que no tienen ninguna facilidad»

Berta García
Rugby

Berta García

«Nos recuerda que para el deporte no hay fronteras y que ese es el mundo en el que deberíamos convivir»

La Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados recibirán su galardón. «Se premian así valores tan afianzados al deporte y necesarios como el compañerismo, ayuda al necesitado, trabajo en equipo y sacrificio», apunta el piragüista Saúl Craviotto. Por su parte, el exjugador de balonmano Raúl Entrerríos defiende que «el deporte debe impulsar siempre los valores de integración y solidaridad, y así lo hacen los premiados».

El actual presidente de la Federación Española de Piragüismo, Javier Hernanz, es claro: «Ya es difícil llevar una vida deportiva cuando además estás en un país que no te reconoce, te genera problemas, está en guerra». «Este premio nos recuerda que para el deporte no hay fronteras y que ese es el mundo en el que deberíamos convivir y cuidar», concluye la exjugadora de rugby Berta García.

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