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La historia de Guor Marial no es una más entre muchas. Nacido en Sudán, vive en Arizona. Corre kilómetros desde los ocho años. Es atleta. Maratoniano. Y licenciado por la Universidad de Iowa. La milicia armada que durante la guerra civil desoló su país más ... de veinte años mató a 28 miembros de su familia. Incendió su aldea. Y a él le partieron la mandíbula con la culata de un rifle. Capturado, fue usado como mano de obra forzada, pero logró escapar. Acabó primero en Egipto y después en Estados Unidos, a donde llegó como refugiado. Allí vive desde hace más de un cuarto de siglo. Pero ni es sudanés ni es estadounidense.
Él fue uno de los primeros atletas que compitieron en los Juegos de Londres bajo la bandera de un Comité Olímpico Internacional (COI) que, tres años más tarde, puso en marcha el Equipo Olímpico de Refugiados, tras solicitar a los diferentes comités nacionales que identificasen a los atletas refugiados cuyo nivel deportivo tuviera potencial para clasificarse para los Juegos, y dos años después, con la colaboración del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), levantó los cimientos de la Fundación Olímpica de Refugiados.
El galardón fallado ayer en un lugar tan emblemático como el Hotel de la Reconquista, es, a la vez, real y simbólico. Pero, sobre todo, humanitario. «Hemos pensado que era la oportunidad por todas las situaciones que están ocurriendo en el mundo, sobre todo en Ucrania», dijo el presidente del jurado después de la lectura del fallo. «Ha habido mucho debate, sobre todo el primer día», hizo hincapié Abel Antón, cuya apuesta, la atleta Allyson Felix, llegó a la final: «Se trata de una candidata que se acaba de retirar, con un trece medallas olímpicas, un historial importante y una situación personal difícil cuando se quedó embarazada y le retiraron patrocinadores».
Según los miembros del jurado, esta edición ha sido en la que más debate ha habido. «Ha sido complicadísimo, no ha sido fácil», dijo Edurne Pasabán, que puso especial hincapié en que el ganador «tiene que transmitir valores que sean buenos para esta sociedad y para el mundo de fuera, que es muy difícil».
La montañera reconoció que la elección «ha estado muy peleada, con figuras muy importantes del deporte internacional, con muchos logros y muchos valores», y afirmó que muchos de los candidatos españoles «volverán a estar ahí el año que viene».
El equipo, conocido por sus siglas en francés (EOR) y que tiene la misma consideración que cualquier otro de los que participan en la gran cita deportiva mundial, está compuesto por atletas que se encuentran en calidad de refugiados por causa de cualquier conflicto a nivel mundial. Y la fundación ha trabajado desde sus orígenes bajo la idea de apoyar la proyección y el desarrollo deportivo y personal de atletas desplazados, más allá de las citas olímpicas.
Pese a que el nombre del galardonado no se dio a conocer hasta el mediodía de ayer, las cábalas sobre los posibles elegidos se habían disparado en las horas anteriores. Y, finalmente, la decisión del jurado del Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2022 fue un golpe de efecto notable, que no le fue a la zaga a cualquier rumorología. De un modo sorprendente, pero no injusto, en otra vuelta de tuerca, el jurado no se entregó en esta ocasión a un campeón que haya logrado unir bajo su destreza, sus éxitos y su personalidad, borrando cualquier miedo y frustración, a toda la familia del deporte mundial.
La reacción al galardón no se hizo esperar desde la sede del COI. Llegó desde Lausana en la voz de su presidente, Thomas Bach. «Estamos muy honrados y agradecidos. Es un estímulo para continuar con nuestra misión de ayudar a los refugiados y desplazados de todo el mundo para que encuentren seguridad, alivio y alegría a través del deporte».
El dirigente del COI recordó «los más de cien millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo» y afirmó que «el Equipo Olímpico de Refugiados representa a millones de refugiados e impulsa los esfuerzos para lograr la paz mundial mediante la eliminación de las guerras».
Dejando a un lado rostros conocidos, ídolos individuales o grupos de ellos que evoquen hazañas presentes o pasadas, récords o medallas, puso sus ojos en un instrumento, una vía, un billete, para que todos aquellos atletas refugiados de todo el mundo que tengan este estatus dispongan de la oportunidad de competir en unos Juegos Olímpicos y para que otros miles de personas desplazadas puedan acceder al deporte como una actividad sana y segura.
La Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados se consagraron, pues, ayer en Oviedo. A propuesta de Juan Antonio Samaranch Salisachs, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, y con el apoyo, entre otros, del exjugador de baloncesto Pau Gasol y de Roxana Maracineanu, exnadadora y exministra de Educación Nacional, Juventud y Deportes de Francia, el Premio Princesa de los Deportes de esta edición, contagiado por una iniciativa que persigue, en el fondo, concienciar sobre la crisis actual de refugiados en el mundo, distinguió este propósito solidario cuya llama prendió antes de la cita de Río de Janeiro y que ha tenido desde entonces continuidad.
Y lo hizo de forma incontestable durante las votaciones. Este proyecto de concienciación y de ayuda a los deportistas refugiados ya estaba entre las grandes por sus metas personales y, desde ayer, también entre la nobleza.
El jurado del galardón, presidido, una vez más, por el exatleta Abel Antón -honrado él mismo con este reconocimiento, junto al equipo español de maratón, en 1997- y del que formaron parte los deportistas Theresa Zabell, María Paz Corominas, Patricia García, Edurne Pasabán y Alberto Suárez, no obstante, dudó. A lo largo de las deliberaciones se fueron descartando candidatos de la talla de la gimnasta Simone Biles, los pilotos Valentino Rossi y Marc Márquez y la jugadora de bádminton Carolina Marín. Después, las de aquellos que, por diversos motivos, mayoritariamente compromisos deportivos, no garantizaban la presencia del galardonado en la gala del Teatro Campoamor. Una tras otra -25 candidaturas, a las que se unieron alguna más presentada por sus miembros- hasta alcanzar una votación definitiva, a la que se llegó con el frente dividido entre la atleta Allyson Felix y el dúo finalmente ganador.
Superados los momentos de incertidumbre que precedieron sobre la futura presencia de algunos de los posibles galardonados en la ceremonia del Teatro Campoamor, el salón Covadonga del Hotel de la Reconquista se convirtió ayer en el epicentro de lo que debía de ser la noticia del día: la atribución de su máxima recompensa a la Fundación y el Equipo Olímpicos de Refugiados, que recogen el testigo de la nadadora paralímpico Teresa Perales.
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«El EOR aúna los máximos valores del deporte, como son la integración, educación, solidaridad y humanidad, y representa un mensaje de esperanza para el mundo», reza el acta del jurado, a la que puso voz Abel Antón. Portan la misma bandera olímpica que lucen en todas las representaciones oficiales del equipo, incluyendo las ceremonias de medalla si terminan por llegar, y escuchan el himno olímpico.
Y no sólo por los méritos deportivos que han contraído en los últimos años. También por una cuestión mucho más cercana al propósito del galardón, dotado con 50.000 euros, una escultura creada y donada por Joan Miró y un diploma e insignia acreditativos. «En este momento, tenemos muchas personas desplazadas a la fuerza en el mundo», aseguró en la inauguración de los pasados Juegos de Tokio el presidente del COI, Thomas Bach.
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