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«La fotografía no es intocable, pero necesita ese algo más que la hace diferente, no todo vale». Thomas Dworzak, fotoperiodista y presidente de Magnum Photos (galardonada con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia) entre 2017 y 2020, mantuvo ayer un encuentro en el Muséu del Pueblu d'Asturies en el transcurso del cual habló de la evolución técnica de la fotografía, de la incursión de las redes en ella, de los cambios, de la manipulación y del paso del banco y negro al color y, sobre todo, narró a un público participativo que formuló numerosas preguntas al protagonista de la velada sus propias experiencias en conflictos bélicos. «Para mí cambió el fotoperiodismo desde que empezamos a cubrir el 11 S y todas las historias posteriores relacionadas con ese acontecimiento y con la llegada de las cámaras digitales. En 2000 me encontré con el mundo digital y ese fue un punto de inflexión».
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Pablo A. Marín Estrada
El fotógrafo alemán repasó su tiempo en el Cáucaso y sus vivencias en esa etapa. Habló del fin del régimen talibán y su posterior reaparición. Durante la charla proyectó varios vídeos y recordó el hallazgo de unas fotografías de jóvenes talibanes, que mostró durante el encuentro, que dan prueba de una sociedad manipulada e irreal de cara al público. Imágenes prohibidas que «son selfies de los talibanes, totalmente retocadas» y que decidió inmediatamente que era «necesario publicarlas». También habló del conflicto en Irak «en donde lo único que veíamos eran las bases norteamericanas» y confesó que «mi vocación real es el Cáucaso».
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La logística no siempre funcionaba y, pese a que «yo lo que quiero es estar en la calle, con los soldados», durante su tiempo ante la guerra de Irak hubo que atrincherarse en las ambulancias. Desde allí relató a través de imágenes muchas realidades a las que asistió. Sentado en un sofá, viendo la serie televisiva MASH, que tomó como referencia, Dworzak captó imágenes que han quedado en su retina para siempre. «MASH era crítica contra Irak. Ante la falta de libertad de movimientos, explicó, comenzó a hacer fotos de las imágenes que aparecían en la pantalla de televisión. Mezcladas con las suyas propias y en una perfecta combinación de blanco y negro y color, contó su propia historia de la guerra.
Defensor de la imagen en blanco y negro, reconoció que «necesitaría más de tres horas para hablar de la manipulación actual de la fotografía. Es lo que está pasando y no hay marcha atrás. Podríamos ponernos nostálgicos pero nada más. Las cosas son diferentes hoy y es imposible cambiarlas». No obstante, apuntó que «es maravilloso que muchas personas puedan hoy hacer muchas fotos», gracias a las nuevas tecnologías. Su primera impresión con la aparición de la técnica digital fue que era «un auténtico horror, que se acababa la estética». Pero contra esa evolución, reconoció, no se puede luchar y hoy, cree, obedece «al propio desarrollo, inevitable, y ya no es una tortura», aunque añadió que «hacer fotos con el móvil no es lo acertado; yo quiero que mis fotos sean sencillas, no añadir ciertos efectos a ellas».
Imposible calcular el número de fotos que ha realizado a lo largo de su intensa vida profesional, iniciada en la adolescencia. «En el Cáucaso hice 2.800 rollos; ahora, en un día puedo hacer 3.000 o 4.000 fotos». Pero no todos los días saca su cámara.
Dworzak respondió a una de las cuestiones planteadas entre los asistentes, contando su propia experiencia. Cuando él se inició la fotografía era un territorio masculino. «Ha cambiado y espero que cada vez esto sea más diverso».
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