Miércoles, 18 de mayo 2022
Los pronósticos miraban hacia América y se cumplieron. El Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022 ya tiene dueño: Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940), el gran arqueólogo de Tenochtitlán, que en 1978 fundó el Proyecto Templo Mayor, encargado de asombrar al mundo ... mostrándole el esplendor de la antigua capital del Imperio azteca que ya deslumbró a Hernán Cortés.
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Fue aquel año cuando operarios de una compañía eléctrica descubrieron por casualidad una enorme piedra que resultó ser la escultura monumental de Coyolxauhqui, diosa de los politeístas mexicas que representa a la Luna. Un hallazgo que marcaría un antes y un después en el estudio de la cultura azteca y el pasado prehispánico.
Y, al frente de las investigaciones -uno de los proyectos arqueológicos más relevantes del siglo XX en América-, se situó el arqueólogo y antropólogo ahora galardonado, que conformó un equipo en el que confluían distintas disciplinas (biólogos, químicos, geólogos, botánicos...) que, hoy, 44 años después, siguen arrojando luz sobre el centro ceremonial de Tenochtitlán, conocido como el Recinto Sagrado, a apenas doscientos metros de la actual plaza del Zócalo y que acogió los acontecimientos más relevantes de la vida económica, política y religiosa de un vasto y poderoso Imperio que continúa desvelando sus fascinantes secretos.
Porque el principal estudioso de las culturas mesoamericanas ha sido una figura clave en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y, además de desenterrar la «ciudad abuela» -como se refiere a Tenochtitlán-, ha desarrollado también su trabajo de campo en sitios arqueológicos como Comalcalco, Tepeapulco, Bonampak, Teotihuacán, Cholula, Tula y Tlatelolco.
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Y, en paralelo, Matos Moctezuma -que descubrió su vocación en Bachillerato, mientras leía 'Dioses, tumbas y sabios', de C. W. Ceram, mientras su madre intentaba convencerle de que se decantase por los estudios de comercio- ha plasmado sus descubrimientos en más de quinientas publicaciones y varios libros. El último, 'Tlatelolco. La última ciudad, la primera resistencia' (2021). Una labor de difusión de primer orden que también ha extendido a través de los museos del país (él mismo dirigió el dedicado al Templo Mayor).
Reconocido por numerosas instituciones mexicanas y por países como Francia, Reino Unido y Alemania (es doctor honoris causa por la Universidad de Colorado y por la Nacional Autónoma de México y en 2017 Harvard creó una cátedra con su nombre), su candidatura fue propuesta por Adolfo Castañón, secretario de la Academia Mexicana de la Lengua, Príncipe de la Concordia 2000, y por Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM, Príncipe de Comunicación y Humanidades 2009.
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Un pasado libre de mitos
Y así fue como el jurado decidió sumar este miércoles a todas sus distinciones el Princesa de Ciencias Sociales por «el extraordinario rigor intelectual del premiado para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica, y para hacer que dicha herencia se incorpore con objetividad y libre de cualquier mito».
Porque -según reza el acta-, «sus trabajos en Tula, Teotihuacán y, muy especialmente, en el Templo Mayor de Tenochtitlán constituyen, por la intensidad y la continuidad de la investigación de campo, páginas ejemplares del desarrollo científico de la arqueología y del diálogo fecundo con el pasado, entre culturas distintas y entre las ciencias sociales y humanas». Y porque, «por su inteligencia científica, por su capacidad de divulgación y por su compromiso social, Eduardo Matos Moctezuma y su obra sirven de inspiración para las próximas generaciones de científicos sociales y de ciudadanos».
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«Penetrar en el pasado para traerlo al presente ha sido la labor que de manera constante he desempeñado a lo largo de mi vida. El día de hoy veo con enorme satisfacción los frutos de esa tarea, que me permitió conocer nuestra propia historia y cómo esta se unía con la historia de otros países como España», resumió su afán el propio Moctezuma, que agradeció el «altísimo honor» desde su México natal acordándose de quienes le enseñaron y le guiaron: «Este galardón me llena de orgullo y llegan a mi memoria los nombres de mis maestros, que me formaron en el campo de la antropología y, en particular, de la arqueología». Y, lanzando, por último, un llamamiento a estrechar vínculos a través del océano en este tiempo de relaciones enrarecidas: «México y España son países hermanos que están unidos por lazos indisolubles y deberán estrechar aún más sus relaciones».
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