Leyenda y poder del cante

Decir Carmen Linares, Princesa de las Artes, es decir leyenda viva del flamenco y artista esencial para comprender la cultura musical española. Una mujer tan suave como poderosa que –juanramoniana como se confiesa– es dueña de una voz de algodón y pedernal capaz de sacudir al más pintado.

La fuerza de Carmen Pacheco Rodríguez (Linares, Jaén, 71 años) nace de una garganta con la que acaricia y ruge por Miguel Hernández o Rafael Alberti y con la que ha jalonado ya cuarenta años de historia de un género que ha llevado a nuevas alturas desde su elegancia indiscutible.

Un camino en el que la jienense ha conquistado por derecho propio un lugar privilegiado en la cultura musical española contemporánea desde que trabajase en Madrid junto a genios de la talla de Morente y Camarón, con Carmen Mora, Juan y Pepe Habichuela, Manolo Sanlúcar... Así comenzó todo. Generación de flamencos deslumbrante, llamada a revolucionar el género y de los que van quedando pocos tras la desaparición de Paco de Lucía, el primer Premio Príncipe jondo. Pero, como bien ha contado ella misma, «este tipo de artistas no se van nunca, han dejado mucho ahí, los seguimos disfrutando y seguiremos haciéndolo en los tiempos venideros».

Un testigo que ha pasado con orgullo a jóvenes valores que hoy ocupan la cima del cante (Miguel Poveda, Arcángel, Marina Heredia…), a los que ha llevado consigo por todo el mundo, porque esta mujer de proyección internacional, versátil donde las haya, ha girado por el planeta dirigiendo más de una quincena de espectáculos y compartiendo escenario con figuras como Belén Maya, Jorge Pardo, Rafaela Carrasco, Tino Di Geraldo...

Ylo ha hecho reivindicando de paso a esas mujeres que casi nunca lo han tenido fácil en el mundo artístico. En la memoria de todos los aficionados está su disco 'Antología de la mujer en el cante' (1996), uno de sus álbumes de referencia, que deslumbró con grandes voces femeninas de lo jondo. A ellas y a las que «podrían haber hecho cosas, pero lo dejaron porque en su entorno no lo entendían». Ella –cuenta siempre– tuvo suerte de encontrar aliento en su padre y su marido, que supieron ver su don, su cante auténtico, su vida entera. Porque decir Carmen Linares es decir flamenco y decireterna.

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