Premio Princesa de Asturias de las Artes 2023
Meryl Streep, la actriz que es oro en pantallaSecciones
Servicios
Destacamos
Premio Princesa de Asturias de las Artes 2023
Meryl Streep, la actriz que es oro en pantallaCuentan que el papel que le dio su primer Oscar, la Joanna de 'Kramer contra Kramer' que Jane Fonda había rechazado, no estaba escrito tal cual se vio en la pantalla en 1979 y aún se ve hoy no sin inquietud.Ella le planteó al director Robert Benton que aquella mujer que lucha por la custodia de su hijo debía ser diferente. Es una actriz proactiva, que crea a sus personajes, que les da el gesto justo, la mirada atinada, que mide cada tono en la voz, cada silencio, cada suspiro, cada movimiento de sus manos. Eso sucedió con Joanna. Eso ocurre en cada ser que hace suyo de una manera mágica y que la han llevado a atesorar 21 nominaciones al gran premio de la industria de Hollywood. La primera llegó en 1979 por 'El cazador' de Michael Cimino, en la que compartía pantalla con Robert De Niro y Christopher Walken;la última, en 2017, por 'The Post', de Steven Spielberg, en la que da vida a la editora Katharine Graham. Y en el medio, personajes que tienen el premio mayúsculo de haberse grabado a fuego en la memoria colectiva de toda la humanidad, como la Karen de 'Memorias de África', la Francesca que elige a su familia en lugar de dejarse llevar por el amor de 'Los puentes de Madison' o Miranda, la demoledora editora de moda de 'El diablo viste de Prada'.
'
Aquella Joanna a la que dio vida antes de cumplir los treinta años fue el primer aplauso universal a una mujer que tuvo que esperar muy poco para recoger el segundo Oscar, por la película de 1982 'La decisión de Sophie'. No cabe mayor dolor que el de la emigrante polaca afincada en Nueva York a la que encarna. No cabe mejor manera de transmitirlo. Poniendo piel y voz a la superviviente del campo de exterminio de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial atormentada por un secreto, por esa decisión que da título a la cinta dirigida por Alan J. Pakula, demostró de nuevo quién es. Es conmovedor escuchar a Meryl reproduciendo con precisión milimétrica el acento de su personaje. Aprendió alemán y polaco para hacerlo. Es una de las virtudes que atesora esta actriz: el dominio absoluto de los acentos, el control total de la voz. En este personaje lo dejó claro y meridiano, demostró que la escucha es el principio de todo, como lo es la documentación.
Ella estudia profusamente todo lo que rodea a cada una de esas mujeres a las que ha puesto piel. Ese es el inicio. Aunque en realidad llegar a ser esa Sophie de Oscar tuvo algún recoveco más. Había otra actriz que Pakula barajaba para el papel y Streep le dijo al director: «Es demasiado joven y demasiado guapa». Y se hizo con un rol que fue para ella una experiencia maravillosa pese al dramatismo de la cinta, que la trajo a Europa para rodar escenas de campos de concentración y hacer suyo un sufrimiento atroz.
Dos idiomas aprendió entonces. El suyo propio, el inglés, fue el que usó para hacerse con su tercer Oscar. Nada que ver los modos y maneras de hablar de una mujer nacida en New Jersey con casa en Pasadena (California) y en Nueva York con las de una británica de Grantham. Convertirse en Margaret Thatchet significaba crear el personaje desde la realidad reciente, desde el conocimiento universal de una mujer que aún vivía cuando se estrenó la película y a la que todos hemos oído hablar. Ser real y ficción al mismo tiempo es tremendamente complicado. Y 'La dama de hierro', una personalidad carismática, no se lo puso fácil.
Ella se fue a Londres, se introdujo en su mundo 24 horas al día y obró el milagro de ser esa mujer tan alejada de su propio ideario político que mandó en un mundo de hombres. Para la cinta, dirigida por Phyllida Lloyd en 2011, cobraba especial importancia el acento británico y además por partida doble: «Es una de las cosas más difíciles que he hecho nunca, porque ella estudió cómo cambiar su voz para hablar en público. Así que tuve que hacer dos voces diferentes: la primera, con la que empezó, más ligera, y luego, de repente, una voz de la que emana autoridad, más profunda. Así que más que ver imágenes suyas, me centré en escucharla», relataba en una entrevista, en la que hablaba también de cómo ser la primera ministra británica en lo puramente físico. «Tenía muchas ideas sobre su aspecto. Sabía que, enfatizando ciertos puntos de su apariencia, me parecería más a ella. Había detalles que eran importantes: cómo estaba de pie, cómo se sentaba, la manera en que movía la cabeza cuando decía algo relevante... todas esas cosas formaban parte de su armadura».
Meryl no lleva armaduras, sino que desgrana sus armas cada vez que se hace otra persona, que son por encima de todo el talento, la mirada que todo lo transmite, la disciplina, el estudio, la humanidad, la humildad. Suele decir la actriz que detrás de cualquier papel está siempre la empatía, que para calzarse los zapatos de otro ser humano hay que sentir como él lo hace, guste o no guste. Ella, con la Thatcher, obvió la política y abrazó a la mujer.
También es Streep (nacida Marie Louise en 1949) un ser humano complejo, una mujer comprometida, con una vida tranquila y común y corriente, madre de cuatro hijos con el escultor Don Gummer, que se emociona, se enfada, llora y tiene el sentido del humor suficiente para reírse de sí misma para replicar a Donald Trump cuando dijo aquello de que era una actriz sobrevalorada. El día que recogió su tercer y último Oscar, eligió un vestido de lamé dorado de Lanvin que parecía presagiar lo que finalmente ocurrió cuando Colin Firth pronunció su nombre. Aquel día, en su discurso, bromeó con que media América debía estar pensando por qué a ella otra vez. Aquel día dejó para el final lo que de verdad importa: «Realmente es un gran honor este Oscar, pero lo que más cuenta para mí es la amistad, el cariño y la felicidad que hemos compartido haciendo películas juntos. Amigos míos (...), gracias por esta carrera inexplicablemente maravillosa».
Ella sabe que solo hay una explicación a esa carrera. Y es la conjunción perfecta entre talento, trabajo, inspiración, magia y pasión. Así se construye un icono del cine. Así se llega al Teatro Campoamor de Oviedo para recoger el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2023.
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.