Una mirada infinita
Carmen Sandoval
Profesora de Interpretación de la ESAD
Viernes, 20 de octubre 2023, 16:33
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Carmen Sandoval
Profesora de Interpretación de la ESAD
Viernes, 20 de octubre 2023, 16:33
Una amiga me ha pedido que escriba algo sobre Meryl Streep… ¡Algo sobre Meryl! Y que lo escriba desde el corazón… Ahí es nada. Lo primero que he pensado es que algunas de sus películas marcaron momentos importantes de mi vida porque de algún modo ... reflejaban lo que yo anhelaba. ¡Quién no ha deseado que Robert Redford le lave el pelo en medio de la sabana africana!, ¡perderse en los brazos de Clint Eastwood! o ¡vestirse de Prada!
Tengo que confesar que soy una enamorada incondicional de Meryl Streep, porque como una enamorada que soy también del mundo de la interpretación, del teatro y del cine, Meryl siempre despierta en mi las ganas de aprender, de buscar nuevos retos, de crecer como actriz, de confiar en que se pueden hacer buenos trabajos a cualquier edad, de que a través de este oficio se tocan muchos corazones y se estimulan muchas mentes, de que sentarse frente a una gran pantalla de cine, o en la butaca de cualquier teatro, siempre es tiempo bien aprovechado.
Meryl es absolutamente versátil, extraordinaria en su oficio, elegante, precisa, rigurosa, una muestra constante del buen hacer en cada una de sus interpretaciones. No importa si es un drama oscuro e inquietante como su papel de madre asesina en 'Un grito en la oscuridad', o una preciosa historia de amor como 'Memorias de África' o una comedia divertida y loca como 'La Muerte os sienta tan bien', por mencionar algunos trabajos de su prolífica carrera. Canta, baila, se mueve entre cámaras y escenarios como pez en el agua, porque sin duda alguna nació para ser actriz. Dotada de un talento innato y de un sexto sentido, que yo llamo 'intuición del actor', para entender cada personaje, meterse en su piel y darle una vida que los convierte en personajes absolutamente creíbles. Meryl consigue, aparentemente sin esfuerzo, lo que en el mundo de la interpretación se conoce como 'verdad escénica' y que es el santo grial perseguido por cualquier actor o actriz.
Mi admiración hacia ella es completa. La admiro como mujer luchadora, comprometida, empoderada y la admiro profundamente como actriz, porque con ella me he emocionado, me he reído, me he enamorado, me he identificado, me ha hecho vibrar y conectar con su mirada, su expresiva e infinita mirada. La mirada, otra de las grandes herramientas de un actor… en ella no es una herramienta, es un don. Su mirada lo dice todo, de forma precisa, sin excesos, pero con una extraordinaria intensidad. Uno de los momentos que tengo grabados en mi retina es la mirada de absoluto deseo con la que mira a Clint Eastwood en 'Los puentes de Madison' cuando juntos en el fregadero están lavando la verdura para la cena. Es una mirada sutil, sin adornos, directa y transparente, con la que de forma magistral demuestra toda la inquietud y el deseo inesperado que ese hombre desconocido ha despertado en ella como un volcán que ha entrado en erupción.
Otro aspecto que me fascina de su trabajo es su lenguaje no verbal, su lenguaje corporal, la gestualidad de sus manos. Al igual que sucede con su mirada, domina el lenguaje de lo que no se dice con palabras. Dota a cada personaje de una forma de moverse específica, de una cadencia que define la personalidad de los personajes. El aplomo, la seguridad y ese punto de soberbia con el que camina y se mueve sobre los tacones de Miranda Priestly, en 'El diablo se vista de Prada' es otra muestra de su polifacética capacidad interpretativa, dándonos a conocer otra faceta de Meryl, en una papel vibrante y muy diferente a lo que nos tenía acostumbrados. Y ya el despliegue de actitudes musicales en 'Mamma Mía' no hace más que reforzar el inconmensurable talento de esta mujer que hace de cada interpretación una lección magistral.
Meryl Streep es parte imprescindible de la historia del cine. Cada uno de sus tres Oscar, dos BAFTA, tres Emmy, nueve Globos de Oro, veintiún nominaciones a los Oscar… entre otros muchos reconocimientos, incluido el actual Premio Princesa de Asturias de las Artes, lo demuestra de forma irrefutable y yo he sido una de las personas inmensamente afortunadas de verla de cerca, de escuchar su voz sin doblajes y de quedarme enganchada a su mirada, a su mirada infinita. Un regalo y un inmenso privilegio que no podré olvidar.
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