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Meryl Streep y «el arte misterioso» de actuar

Meryl Streep y «el arte misterioso» de actuar

Princesa de las Artes. La actriz no analiza su método para interpretar personajes, pero sabe que la clave de todo está en la empatía, en la necesidad de entender al otro

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 28 de abril 2023, 19:38

Es curioso, pero Meryl Streep considera que su primer papel fue convertirse en una chica popular en el instituto. Y entonces, cuando la realidad era la suya, ya se curró duro aquel personaje como lo hace con todos: de manera concienzuda, con escrupulosa meticulosidad, analizando cada detalle. En un discurso de graduación que pronunció en el año 2010 en Barnard College, detalló a su entregada audiencia cómo se sumergió en las revistas 'Vogue' y 'Seventeen' para tratar de imitar el peinado y la ropa de aquellas chicas y que incluso ajustó su temperamento a lo que pensaba debía ser. Ya en la Universidad, se sintió libre y comenzó a trazar su propio camino, pero no dejó atrás esa manera de componer sus roles escudriñándolo todo. Nada es casual. Ser un portento de la interpretación exige un innegable talento, pero también un trabajo serio. Muy, muy serio. No basta con centrarse en un aspecto. Ser otro con la maestría que ella derrocha exige más. Lo sabe bien por mucho que no guste de analizar cómo lo hace. En 2006, en una conferencia en la Universidad de Princeton, lo decía así: «La interpretación es un arte que encuentro en su esencia profunda y completamente misterioso». Y añadió: «He sido engreída y deliberadamente ignorante. He cultivado una renuncia decidida a investigar mi propio método de trabajo porque tengo miedo de matar al genio. Me temo que si lo analizo ya no podré hacerlo».

Sabe, en todo caso, la flamante Princesa de las Artes que hay esfuerzo, entrega, empeño. Para preparar el personaje de Margaret Thatcher relataba en una entrevista cómo escuchó cintas, vio vídeos y analizó al milímetro cada golpe de voz de la británica. Pero este caso, de recreación de un personaje histórico, no es tan singular como el de crear, a partir de un guion, lo que el espectador va a ver y sentir con cada gesto, cada mirada, cada movimiento, cada silencio.

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La decisión de Sophie (1982)

Memorias de África (1985)

Los puentes de Madison (1995)

El diablo se viste de Prada (2006)

Mama Mia! (2008)

Julie & Julia (2009)

La Dama de Hierro (2011)

Los archivos del Pentágono (2017)

Mujercitas (2019)

AUX STEP FOR JS

Si hay un elemento fundamental que agita su cóctel interpretativo, ese es la empatía. Ha dejado dicho que desarrollar esa capacidad de entender al otro le ha dado la posibilidad de «sentir el exquisito placer de transmitir los sentimientos (de un personaje) a una audiencia». Esa es –dice– «la alegría singular de un actor».

El instinto, la víscera, el estómago también están en ella y su quehacer, como lo está su formación en canto, en danza, en movimiento en Yale, pero, por encima de todo, está el deseo infinito de saber qué hay en cada ser humano. Tratar de entender eso le movió a ser actriz. Confesaba precisamente en una charla en su universidad que nunca tuvo un deseo fulgurante de serlo siendo niña, pero, sin embargo, ya entonces se planteaba esas interrogantes sobre lo que nos mueve a comportarnos de una u otra manera. Hubo una frase leída en un cartel que considera una suerte de epifanía en su vida: «Nunca juzgues a nadie hasta que hayas caminado unas millas en sus mocasines».

Era una chiquilla que no sabía entonces que iba ser una auténtica corredora de fondo, un icono del cine moderno, una mujer admirada en el mundo entero que dinamitó esa costumbre hollywoodiense de dejar de lado a las mujeres de mediana edad. O jóvenes y guapas o viejas y decadentes era la norma que abolió.

Su imagen, sus personajes, su sonrisa franca están en la memoria colectiva de varias generaciones. Y algunos de sus personajes se han quedado pegados al cuerpo y el alma. Empezando por 'Kramer contra Kramer', cuando fue la Joanna que quería recuperar la custodia de su hijo, continuando por todas y cada una de las escenas de 'Memorias de África', mutada en la Karen Blixen que tenía una granja y volaba a los mandos de Robert Redford, y siguiendo por aquel momento en los ochenta en el que se transformó en la superviviente de Auschwitz atormentada de 'La decisión de Sophie'. ¿Quién no ha contenido la respiración en el momento en el que Francesca observa en 'Los puentes de Madison' a Clint Eastwood empapado por la lluvia? No abrió la puerta de aquel coche Meryl Streep, que ofreció una clase magistral de cómo decirlo todo sin decir nada, cómo inmortalizar unos segundos de cine.

Buena o malévola, como su Miranda Priestly de 'El diablo viste de Prada', triste o tan alegre y feliz como en 'Mamma Mia!', Meryl Streep consigue ese imposible de la naturalidad, de la credibilidad, de no permitir a quien mira dudar de que lo que ocurre en la pantalla es verdad. La magia del cine. O quizá, el arte misterioso que se cocina con empatía. «Actuar no consiste en ser alguien diferente, sino en encontrar la similitud en lo que aparentemente es diferente y luego encontrarte a ti mismo ahí. Todo lo que tiene un actor es su fe ciega en que es quien dice ser hoy, en cualquier escena». Palabra de Meryl Streep.

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