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No resulta fácil encontrar un seísmo de similar magnitud en la política española. Al lado de lo desatado entre las filas populares, episodios pasados ahora parecen de principiantes. Ahora. Porque cuando el Partido Popular ganó las elecciones por primera vez en Asturias en 1995 se ... iniciaría un ciclo de inestabilidad interna que marcó a la formación durante años. Con esa victoria, Sergio Marqués fue presidente del Principado. Encabezó la lista más votada, aunque otra mayoría en la Junta, 23 votos, era posible con la suma de PSOE e IU. Marqués acabó la legislatura, con apoyo del PAS, habiendo sido, de por medio, expulsado del PP, y habiendo fundado URAS, con el que concurrió a las elecciones de 1999.
La cosa empezó mal en 1996 cuando no consiguió sacar adelante los presupuestos. Dos años después, comenzaron los ataques hacia Marqués desde responsables institucionales del partido, liderados por Francisco Álvarez-Cascos. Estalló la crisis. El Gobierno regional empezaba a languidecer. Entró en liza el entonces alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, que acusó al expresidente de desatender los problemas de la ciudad y de no someterse a los dictámenes del partido.
En una junta directiva posterior, el 28 de febrero de 1998, en Cangas de Onís, Cascos quiso desautorizarle públicamente por falta de coordinación con el resto de las administraciones y con el partido. Empezó la salida de altos cargos y los cruces de acusaciones. Sergio Marqués sorteó una moción de censura que nunca llegó a votarse, denunciando «presiones abyectas para forzar dimisiones».
En 1999, el Gobierno volvería a manos socialistas, con Vicente Álvarez Areces como presidente, que tampoco tuvo un primer mandato tranquilo en el seno de su partido. Más de dos décadas después, en esta crisis la dirección nacional del PP empieza a lanzar mensajes para que sus cúpulas regionales se posicionen. A su favor, claro. En Asturias, al menos ayer y públicamente, se impuso la ley del silencio. La estrategia es dilatar la adopción de una postura e intentar permanecer de perfil. La excepción fue la diputada nacional por Asturias, Paloma Gázquez, que fue rotunda: «Por seguir siendo leal a tu principios, siempre contigo, Pablo Casado». De él dice que es «todo un referente y ejemplo de integridad».
En Asturias, Teresa Mallada fue designada por Pablo Casado, tanto al frente del partido como candidata a la presidencia del Principado. Aunque fiel a él, la lideresa asturiana se había dejado ver en los últimos meses próxima a Isabel Díaz Ayuso. Mallada ha buscado reconstruir el partido a nivel territorial, encargo que hizo a quien nombró como secretario general, Álvaro Queipo. Aunque se sigue esperando por la celebración de un congreso que la confirme al frente del PP, el sector crítico en Asturias está deslabazado, sin una figura que lo aglutine.
También se pronunció sobre el tema el presidente del Principado. «Un dirigente político tiene que tener criterio propio y decir lo que piensa. Por eso los silencios de algún dirigente territorial del PP solo demuestran una cosa: estar a la espera de ver el bando vencedor», dijo Adrián Barbón.
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