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A. ARCE
OVIEDO.
Martes, 1 de febrero 2022, 01:02
El Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea) acogió ayer la sesión pública y solemne del consejo general de la entidad para la recepción de ... la historiadora del arte y profesora de la Universidad de Oviedo, Isabel Ruiz de la Peña, como nueva miembro de número permanente. Un acto en la que la académica, aprovechó su discurso de ingreso, que se encargó de recibir de forma protocolaria en nombre de la corporación José Antonio Álvarez Castrillón, para echar la vista a La Vega y a la vida, la muerte y la memoria de la que fuera fundadora del monasterio de Santa María, Gontrodo Petri. «Una mujer interesante y poderosa de la órbita de las élites sociales medievales» a la que se recuerda, sostuvo con vehemencia, «como una mujer que era espejo de mujeres».
Durante el acto, la académica estuvo acompañada en la mesa por el director del Ridea, Ramón Rodríguez; y por la secretaria general de la institución, Olga Casares. Ruiz de la Peña dividió en tres partes la figura de doña Gontrodo. Primero, desde su estatus como concubina del rey Alfonso VII, unión de la que nacería la hija de ambos, doña Urraca, otra figura «importantísima» que terminaría casada con el rey de Navarra.
En declaraciones a este diario, el presidente del Ridea, Ramón Rodríguez, glosó a Ruiz de la Peña como una persona de «gran categoría intelectual y personal», y, en román paladino, «un apoyo y un fichaje de primer nivel». Hija, además, del que fuera director de la institución entre 2008 y 2013, Juan Ignacio Ruiz de la Peña, recordó Rodríguez, «es un auténtico honor». Eso sí, también comentó el actual director que con la recogida de atributos (el diploma y la medalla de la casa) por parte de la historiadora, el Ridea «continúa potenciando» el ingreso de mujeres. «Era una de las cuestiones que llevaba en mi programa electoral y, poco a poco, aunque más despacio de lo que me gustaría, se está consiguiendo», aseguró.
Esa posición, aseguró, «a la que se le dio siempre un tratamiento muy digno», fue la que le hizo merecedora de un «retiro privilegiado» con la cesión de los actuales terrenos de La Vega para la fundación del monasterio. La historiadora no se quedó ahí y atendió a los vestigios de su muerte. Una lápida que se conserva en el Museo Arqueológico «de primer nivel en el contexto artístico del noroeste peninsular», y un poema grabado en una pared cercana al sepulcro que la calificaba como una mujer «excepcional y virtuosa». Además, para reconstruir esa memoria, la historiadora se sirvió de las actas del siglo XIX de la vieja Comisión Provincial de Monumentos sobre el monasterio.
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