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ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Viernes, 14 de mayo 2021, 02:05
Tras dos días de luto por la tragedia ocurrida el martes en el Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Monte Naranco, cuando José Antonio Cuendias, el conserje del centro falleció aplastado por el ascensor al intentar recuperar un manojo de llaves que se había ... caído al foso, la comunidad educativa retomó ayer las clases. Una jornada gris dentro y fuera de las aulas. Los alumnos y los docentes recibieron la visita de la familia del fallecido al mediodía. Hicieron piña. Todos juntos guardaron un emotivo minuto de silencio en las clases, pasillos y el porche del edificio. «El ambiente es de tristeza general; estamos desconsolados», aseguraron a este diario.
Cuendias, que había pasado más de diecisiete años «comprometido» con todo cuanto pudiese necesitar el centro, era un «esencial» en el día a día y el funcionamiento ordinario del instituto. Deja un hueco difícil de llenar. Por eso, los estudiantes se encargaron de continuar adornando las instalaciones en su honor. Crearon un pequeño altar sobre uno de los voladizos del centro, repleto de fotografías, textos escritos por ellos mismos y poemas, flores y velas. «Te echaremos de menos, siempre te llevaremos en el corazón». Esos fueron los mensajes que dejaron los jóvenes a la memoria de su eterno bedel.
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En el exterior, sobre la verja, a la salida de las clases -pasada la una de la tarde-, los chavales se quedaban contemplando los ramos de flores que habían ido dejando allí el día anterior, mojados por la lluvia pero firmes en su sitio. La conmoción tardará en pasar. José Antonio Cuendias, de 61 años y natural de Belmonte de Miranda, perdió la vida mientras desempeñaba sus labores cotidianas. «Un abrazo compañero, descansa en paz y desde donde estés, sigue cuidando de nuestro centro como siempre lo has hecho». Así se despidió de él la comunidad.
El último alumno al que le abrió la puerta exterior del recinto fue al joven de 17 años, estudiante de segundo de Bachillerato, Alfonso Sebastián Castillo. «Ese día yo llegué un poco tarde a clase, había tenido una consulta en el médico y me demoré un poco. Cuando llegué, piqué al timbre y Antonio me abrió minutos antes de las nueve, pero una vez dentro ya no lo vi en la garita, tenía que justificar el retraso, pero no estaba allí, ya había ocurrido lo del ascensor», lamentó el alumno, al lado de su padre, a las puertas del instituto, en declaraciones a este diario. «Todos lo conocíamos y esto es muy duro, hoy (por ayer) ha sido un día mucho más silencioso de lo normal en las clases».
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Silencio, luto y consternación. Cuendias era «la mano derecha» de la dirección del centro. Todos tienen palabras de cariño para él. Un enamorado de la naturaleza y del Naranco que podía ver su querido monte desde su puesto de trabajo. Deja mujer e hija y todo un instituto huérfano.
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