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CECILIA PÉREZ
Domingo, 12 de julio 2020, 01:11
Un fracaso y un cuarteto francés tuvieron la culpa, en el mejor de los sentidos, para que la Sociedad Filarmónica asentara el germen de la cultura musical en Oviedo. Su historia arranca en 1907 aunque hubo varios tanteos previos. «Los primeros intentos fueron de Anselmo González del Valle, mi bisabuelo», señala Santiago González del Valle, actual vicepresidente de la entidad. «Era amigo del compositor Tomás Bretón, que le ofreció traer a su agrupación filarmónica de Madrid para dar un concierto gratuito en las fiestas de San Mateo de 1893. Se hizo en el Teatro Campoamor y el fracaso del público fue impresionante. No fue nadie y Bretón llegó a decir que no traía más a su orquesta».
Es la anécdota con la que comienza toda buena historia. Y la de la Sociedad Filarmónica tiene mucho de bueno y de histórico. Fue la única entidad en lograr traer, en plena II Guerra Mundial, a la Orquesta Filarmónica de Berlín para que actuara en un recién estrenado Teatro Filarmónica, el 17 de mayo de 1944. La que logró sentar al gran compositor Sergei Rachmaninov ante un piano 'Steinway', en 1935; la que consiguió comprar un piano «a plazos» por 9.000 pesetas para que en él hiciera su magia musical Arthur Rubinstein; o la que posibilitó que un incipiente Béla Bártok tocara en Oviedo en 1931. «Los mayores compositores europeos pasaron por aquí», recordó González del Valle.
Años de esplendor que arrancaron en 1907 de la mano de «cuatro apasionados de la música»: Plácido Álvarez-Buylla, Pedro Masaveu y Masaveu, Anselmo González del Valle y el marqués de Valero de Urría. Ellos «generaron la actividad musical en Oviedo». Lo hicieron en una época donde la música de orquestas no era lo habitual. «A finales del siglo XIX y principios del XX, en la ciudad solo existían la orquesta de la Catedral y la de los cafés, conciertos de carácter privado, sin público tal como hoy los conocemos».
El empeño de los pioneros de la Sociedad Filarmónica era acercar la cultura musical a «todos» y no solo a la alta burguesía. El primer concierto fallido de 1893 no impidió su objetivo. La primera junta directiva de la Sociedad Filarmónica, que en 1906 se denominó Agrupación Musical Ovetense, logró traer a la ciudad al Cuarteto Francés. «Mi bisabuelo y el resto de miembros de la junta obligaron a sus amigos a ir al concierto. Lograron mil espectadores».
A partir de ahí, un goteo constante de conciertos y artistas de primera talla. La Sociedad Filarmónica llegó a contar con 4.000 socios. Fue a partir de los años ochenta cuando se produjo un cambio a la baja. «Ya no se podía pagar los cachés de los artistas porque hubo un cambio en la forma de hacer música y en los propios circuitos musicales». Ahora, la Sociedad lucha por sobrevivir y mantener el legado musical que la encumbró, piden ayuda para no borrar más de un siglo de historia porque «si esto sigue así, el futuro pasa por cerrar», augura su vicepresidente, en unos días en que la entidad está de luto por el reciente fallecimiento de quien era su presidente, Jaime Álvarez-Buylla, quien tanto luchó y trabajó por la Filarmónica, y la que tanto le debe.
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