El asesino de Tatiana Coinac, «sádico y desorganizado»

Tres días después apareció el cuerpo y, gracias a la ardua investigación, el acusado fue detenido el pasado 29 de mayo en Pola de Lena. Casado y con un hijo, llevaba una «vida interior tediosa, contenida y reprimida», según analiza el criminólogo y perito judicial Félix Ríos. Su patrón de conducta responde a un «sádico» con «tendencias pedófilas o algún tipo de fetichismo o parafilia similar». La vistió de colegiala y la agredió con extrema violencia. Algo que demuestra, según el experto, una conducta clara: en su interior guarda «una tremenda ira contenida hacia las mujeres, intentaba saciar sus fantasías sexuales y de poder con la víctima, explotando en una rabia incontenida en algún momento de ese ritual». Un ritual donde, en el interior de esa vivienda, ató a la víctima, la amordazó con una funda de almohada, la agredió sexualmente y, según declaró inicialmente en comisaría, aunque luego no lo ratificó ante el juez -en este caso guardó silencio-, le practicó la maniobra militar del 'mataleón' hasta que acabó con la vida de la mujer.

A pesar de que el supuesto homicida intentó eliminar todas las pruebas, no lo logró. Dejó huellas dactilares y restos de ADN que han sido cruciales para el esclarecimiento de la investigación por parte del Grupo de Homicidios y Tratamiento de la Escena del Crimen de la Comisaría General de Madrid. También la entrada y salida de Oviedo de su vehículo quedó registrada por las cámaras de la Dirección General de Tráfico.

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Su falta de efectividad para despistar a la Policía refleja, según Ríos, que el autor era más «desorganizado» de lo que parecía en un principio. «Dejó vestigios en la escena, a pesar de que trató de hacer desaparecer algunos, como lavar el cuerpo, pero se confió y no se llevó los teléfonos de la víctima». Tampoco, añade, las anotaciones de otros clientes o las huellas del calzado; precisamente tras su detención, durante la reconstrucción del crimen, calzaba las mismas zapatillas que el 9 de marzo, por lo que le fueron requisadas. Es decir, que A. F. D. «improvisó confiado de que a nadie le importaría una prostituta asesinada». Ahí también erró. Fue la madre de la víctima quien, al no tener noticias de su hija, alertó desde Bernicarló de que algo malo podría haberle pasado.

Para el criminólogo, el avance del caso demuestra que, efectivamente, los agentes apuntaron bien al culpable desde el principio. El exmilitar es el único de los clientes de la moldava con antecedentes por agresión sexual y fue cesado del Ejército hace años. «Son sujetos que viven frustrados en el día a día, y creo que en este caso estábamos en lo cierto», apuntó Ríos. Y que luego continuara manteniendo contactos con el mundo de la prostitución, indica que se trata de «una mente realmente sin empatía hacia su víctima».

El equipo de Ríos, que estudia personarse como acusación particular o colaborar con la familia de Tatiana, destaca, además, el «enorme trabajo policial» para esclarecer los hechos. «Genética, telefonía, seguimientos, inspecciones oculares, interrogatorios, repetidores de señal, podología forense... Este caso debería de enseñarse en la academia de Policía como perfecto ejemplo de cómo debe de llevarse una investigación de homicidio», elogia.