R. AGUDÍN / C. DEL NERO / S. NEIRA
OVIEDO.
Jueves, 7 de abril 2022, 01:18
«Mi niña, mi niña» son las dos únicas palabras que pronunciaba ayer una desolada madre, Alba Alvarado, al entrar sostenida por su marido, René Yunga, al velatorio por su hija Erika, la menor de 14 años atrozmente asesinada a puñaladas este martes a manos ... de un vecino en el número 69 de la calle Vázquez de Mella. Igor P., un moldavo de 32 años, asentado hacía apenas veinte días en el edificio y que «estaba obsesionado con ella y la acosaba», la abordó en el portal tras regresar de clase en el IES de La Ería y pasar un rato en un parque con unas amigas, y la mató.
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La pequeña, que mostró marcas de haberse intentado defender, según fuentes del caso, recibió varias puñaladas en el cuerpo y fue arrastrada por el agresor unos tres metros hasta el interior de su vivienda en el primer piso. Este se atrincheró y se autolesionó con más de veinte puñaladas en el tórax, el cuello y las manos antes de la detención policial. Actualmente permanece ingresado en la UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
Con la ciudad aún enmudecida por el brutal crimen, pasadas las dos y media de la tarde de ayer la funeraria trasladó el cuerpo de la niña desde el Instituto de Medicina Legal hasta la capilla ardiente en la residencia de las religiosas María Inmaculada. Apenas cinco minutos después de esta llegada, la familia avanzó a pie y visiblemente afectada por la calle San Vicente para entrar en la comunidad, rompiendo a llorar ante la dureza del momento.
«Están destrozados. No hay palabras para describir lo que pasó. René me dijo 'me han quitado a mi pequeña'», relató a la entrada un amigo de la familia. Un sentimiento que también trasladó el resto de la familia: «Me llamó la madre para contármelo y no me lo podía creer. Dijo 'me han quitado a mi hija'», explicó Carmen, a quien los Yunga acogieron en su casa años atrás, a las puerta del centro religioso donde acudió para dar el pésame.
Sor Alicia, una de las mujeres más cercanas a esta familia de origen ecuatoriano afincada en Oviedo hace ya dos décadas, continuaba ayer muy afectada: «Encajamos lo ocurrido como un acontecimiento tristísimo». «Es muy difícil de asumir lo que ha pasado y esto viene del mal, no es de Dios. No hay medicamento que nos alivie del sufrimiento», dijo antes del inicio de la capilla ardiente.
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Entre los asistentes al velatorio también destacó la presencia de autoridades. La delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa; el presidente del Principado, Adrián Barbón; el alcalde, Alfredo Canteli; y el concejal Mario Arias, se acercaron hasta allí tras la masiva concentración de repulsa por el crimen en la plaza de la Constitución. También acudieron a despedirse conocidos de Erika, como sus profesores y compañeros tras el homenaje en su recuerdo en el IES.
El trajín fue continuo. Todos querían arropar a los padres de la menor y a sus dos hermanos, Jhon y Randy, que encargaron una enorme corona con rosas y claveles blancos en recuerdo de su niña, a la que hoy despedirán, a las cuatro de la tarde, en la capilla Religiosas de María Inmaculada.
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Con el duelo abierto por este asesinato, y a la espera de que el presunto autor, en estado grave en el HUCA, pueda declarar, continúa la investigación para esclarecer uno de los sucesos más sombríos ocurridos en Oviedo en los últimos años. En un barrio, Vallobín, al que regresaron ayer agentes de la Policía Nacional para continuar recabando pruebas, un día después de la muerte de Erika.
La menor llegó a timbrar en el portal y su padre y su hermano le abrieron, pero nunca subió a su casa, en el cuarto. Por el camino, el detenido, que según fuentes del caso está «desequilibrado y tenía fijación por ella», la atacó en el rellano, dejando un reguero de sangre. El hermano de la víctima, al tardar, bajó a buscarla y se encontró la escena. Una vecina llamó al 091 cerca de las tres y media de la tarde.
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